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Antón Castro

RECUERDO DE ROBERTO ROSSELLINI

RECUERDO DE ROBERTO ROSSELLINI

No soy un experto en el cine de Roberto Rossellini (1906-1967), pero conservo en mi retina imágenes de sus películas: de “Roma, citta aperta” (1946), con aquella Anna Magnani desesperada, doblemente desesperada: en el cine y en la vida porque Roberto estaba a punto de dejarla a merced de su temperamento dramático y de su desgarro. La dejaba porque una de  las mujeres más bellas del cine le acababa de remitir un mensaje inequívoco: “Te amo”. Eso sí, por aquello de los anacronismos, lo amaba tras haber visto esa película con la indómita Anna Magnani. Conservo imágenes de “Alemania año cero” (1947): he visto esa película hace muy poco y me pareció un documento estremecedor de las ruinas apocalípticas de Berlín y sobre la vida de unos jóvenes sin amparo y casi sin otro destino que el horror cotidiano y el suicidio. Toda la película tiene algo de fantasmagoría, de viaje por un paisaje de pesadilla.
Y también tengo imágenes de “Stromboli” (1949), quizá mi película favorita de este cineasta: una historia de amor en un pueblo de marineros, una historia de incomunicación y de un ardor tan oceánico  e imparable, tan arrollador, como el del volcán que está a punto de desmelenarse. Allí Karin, Ingrid Bergman, tenía emociones tan hondas y desesperadas que bien podrían haber provocado otro cataclismo. Durante el rodaje de esa película se dijo que los suspiros de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini eran tan atronadores o escandalosos que no sólo desvelaban a los paisajes de la isla sino que se temió que provocasen la ira del volcán. Allí iniciaron los dos, el director y su amante, una colaboración que culminó en otros dos películas más: “Europa 51” y “Viaggio in Italia”, que aquí se tradujo bellamente por “Te querré siempre”.
Rossellini hizo un cine honesto, de denuncia inmediata, una referencia esencial del neorrealismo, un cine en ocasiones algo chapucero, pero siempre emocionante, de gran fuerza, cine entendido como instrumento de transformación del mundo, que también alcanzó una importante cima como una película más sobria o tal vez más didáctica como “El General de la Rovere”. También vi otra que gustó mucho, inspirada en Stendhal, y fue “Vanina Vanini”, basada en uno de sus cuentos italianos e interpretada por Sandra Milo.

 

2 comentarios

Marta Navarro -

Estimado sr. Castro:
Después de leer su artículo sobre Roberto Rosellini he vuelto a ver sus películas, afortunadamente las tengo casi todas, ya que soy una gran admiradora. Pues bien, no he conseguido encontrar ni una sola secuencia "chapucera", como mencionas en el artículo. Es cierto que la última etapa de su vida se baso en programas culturales, de historia y analisis para televisión. Te recomiendo que consigas alguno de ellos. Son explendidos y objeto de estudio en la escuela de cine y televisión italiana. Casi nada.
Bueno, déjame que te recomiende un bello libro de R.Rosellini, "Un hombre no debe nunca ser esclavo", y si puedes leer las cartas de un jovencísimo Pier Paolo Pasolini a Rosellini aún mejor. Están en la última biografia de Pasolini, un libro bellísimo.
Un saludo,
Marta

Toni -

"Querido Señor Rossellini: he visto sus films Roma, ciudad abierta y Paisà y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que habla muy bien el inglés, que no ha olvidado el alemán y que en italiano sólo sabe decir 'ti amo', estoy decidida a venir a Italia a trabajar con usted." Sin lugar a dudas, una de las más bellas declaraciones de amor que conoco. Ingrid Bergman trabajó en tres títulos más con Rossellini, aparte de los que citas: Nosotras las mujeres (1953) -una película de episodios en el que uno se titulaba 'Ingrid Bergman' y lo dirigía Rossellini-, Giovanna d'Arco al rogo (1954) y La paura. Ya no creo en el amor (1954).

¡Espero que puedas poner esas fotos de Gene Tierney!

Un abrazo