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Antón Castro

RAFAEL AZCONA, PURA ALEGRÍA

RAFAEL AZCONA, PURA ALEGRÍA
Rafael Azcona (Logroño, 1926) es una de esas personas felices que se han aburrido poco en la vida. Como Julio Alejandro Castro Cardús (1906-1995) que ya dijo en 1988 que no se había aburrido ni un cuarto de hora, tal como recuerda Emilio Casanova en su documental “Julio Alejandro: un mar de letras”. Ha escrito casi cien guiones, muchas novelas, inventó al repelente niño Vicente y conoció en un tiempo lejano la Zaragoza de Ambos Mundo, el Tubo, el Plata y el Oasis, algo que reaparece en la novela “Los Europeos”, que ha reescrito por completo para Tusquets. Más tarde, fue un bohemio divertido que intentaba abrirse camino en el viejo Madrid de la posguerra, que “fue interminable y una auténtica fábrica de castración mental”. Frecuentaba los cafés, coincidía con los grandes creadores de un país a la deriva, y seguramente oyó decir alguna vez a Jardiel Poncela, a ver al taciturno dramaturgo: “Ahí está Buero Vallejo, que en paz descanse”.

Azcona hizo películas para Marco Ferreri, Berlanga y luego para casi medio mundo; en los últimos años forma un pareja de hecho para el cine y para las tertulias con José Luis García Sánchez: ambos, de aquí para allá, exhiben su sentido del humor, el caudal de historias y anécdotas, y además se divierten haciendo películas. Azcona es uno de los hombres más modestos, geniales y apacibles del mundo. En eso también se parece a Julio Alejandro. No presume de nada, no mixtifica nada. Sostiene que el trabajo del guionista se termina en cuanto entrega el texto: luego el libreto pertenece por completo al director. Lo mismo decía Julio Alejandro: él entregaba sus diálogos a Buñuel, que les daba a la vuelta como a un calcetín. En los últimos años, desde distintos frentes se ha iniciado la reedición de las novelas de Azcona: son crónicas de la posguerra, historias de seres humanos que buscan aliviar la represión a través del amor y del sexo. A Rafael solo le interesa la gente. Es un contador que escucha. Es un fabulador que sabe oír. Y lo más hermoso de él es que mira la vida desde casi los 80 años con la serenidad de quien no tiene ningún resentimiento y de quien sabe que el triunfo más hermoso es el de la alegría. Por eso está radiantemente joven.   

2 comentarios

Diego Marín A. -

Qué bueno Azcona. Lo malo es que, de no aparecer en ningún lugar, ha pasado a protagonizar mil libros. Lo que se espera en Logroño que venga y sus vecinos puedan disfrutar de su charla en vivo. En Zaragoza, ya nos han dicho, hasta disfrutáis haciendo calvos con él, ¡qué envidia! Un saludo, amigo Antón.