ENTREVISTA CON RODOLFO ALBERO, TENOR LÍRICO LIGERO
Música clásica / Rodolfo Albero (Zaragoza, 1967) es tenor lírico ligero. Es el director del Taller Lírico Master Class de la Universidad Carlos III de Madrid, hijo y nieto de cantantes, y es un pedagogo que desarrolla numerosos programas. Prepara un “Orfeo”, con guión de Álvaro Zaldívar, y “Mitridate rè di ponto” de Mozart.
-Empezó un poco tarde en el canto, a pesar de que era nieto del tenor Pascual Albero.
-Es una historia muy larga. Mi abuelo era mi icono, mi héroe. A veces me siento como su reencarnación. Era un hombre especial, con carisma. Cuando tenía problemas personales, iba a hablar con él. Era como mi terapia. Era optimista, positivo, sincero, nada fingido, ibas con él por la calle y se paraba con todos.
-¡Qué va a decir usted!
-Se levantaba por la mañana, anciano ya, y lo primero que hacía era probarse la voz a ver qué tal estaba, le rezaba a la Virgen del Pilar, se ponía el traje, se encajaba el sombrero y se iba a pasear. Como un dandi.
-Pero, ¿fue importante en su carrera?
-De entrada, el nombre de mi padre y el mío viene de un personaje de “La Bóheme”, ópera que él cantó antes de 1936. Mi padre se llama como yo, Rodolfo Albero, es tenor amateur y profesor de canto. No quiso que yo me dedicase a este oficio porque decía que era durísimo e ingrato, y entonces casi nadie vivía de la profesión. Él, además, no tenía alma bohemia. Quiso que yo estudiase una carrera de Derecho o Medicina, pero tuve negocios de hostelería. Y cuando tenía 31 años di el salto.
- ¿Qué quiere decir?
-Toda la vida había sabido que tenía voz, y la había cuidado. Había algo dentro de mí que siempre me decía que iba a cantar algún día. Hice la carrera de piano completa, empecé a los cinco años. Un buen día le dije a mi padre: “Quiero aprender a cantar”. Se sorprendió, en realidad él nunca me había escuchado en serio, y empezó a enseñarme. Mi padre era tenor lírico, y yo soy más bien tenor lírico ligero como mi abuelo, que había cantado óperas como “Elisir d’amore” y zarzuelas como “Marina” y “Doña Francisquita”.
-¡Qué raro eso de que su padre no le hubiera oído cantar!
-Lo cierto es que fue él quien me había metido el gusanillo el cuerpo. Habíamos ido juntos a la ópera al Liceo, y a mí fascinaba aquel ambiente. Y además estaba con él, y me explicaba las obras. Así que las principales arias ya me las sabía con muchos defectos. Y mi padre, luego, me llevó a Pilar Andrés.
-Hombre, fue maestra de mucha gente: Eduardo Paz, Pilar Torreblanca…
-Se portó muy bien conmigo. Yo vendía licores por los bares, y cuando se quedaba sin clases porque un alumno no podía ir, me llamaba. Un día me dijo: “Deja todo porque te ganarás la vida con esto”. Ni me cobraba. Es una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Me enseñó una buena técnica de bel canto; al fin y al cabo en sus enseñanzas había algo de la escuela de Miguel Fleta. Pilar Andrés había estudiado con Luisa Pierrik, la mujer que descubrió a Fleta y que influyó mucho en lo que podríamos considerar una escuela aragonesa de canto lírico. Entré en el Conservatorio Superior de Zaragoza, estudié con Esperanza Melguizo…
-¿Qué ocurrió después?
-Asistí a un curso de piano con Mario Monreal en Valencia y allí me escuchó cantar una soprano manchega, María Rolando, le gusté y me invitó a acompañarla en una gira de 30 conciertos por toda Castilla. Hacíamos dúos y solos con orquesta. Cantábamos zarzuela, óperas, temas propios, composiciones de poetas de la zona. Llegamos a sacar un disco y aprendí muchísimo, a lanzar mi voz natural. Aún sigo dando conciertos con ella.
-Y de ahí ha pasado a dirigir y coordinar el Taller Lírico Master Class en la Universidad Carlos III. ¿Cómo dio ese paso?
-Conocí al rector Gregorio Peces Barba en un homenaje a Adolfo Suárez, le gustó como cantaba, y nos hicimos amigos. He actuado más tarde ante José María Aznar, Esperanza Aguirre o Leopoldo Calvo Sotelo, tanto en recepciones como en los homenajes en el Auditorio de la Universidad Carlos III. Hablamos de la posibilidad de hacer una ópera en la Universidad, y montamos “El barbero de Sevilla” de Rossini. Y más tarde hicimos “Cosi fan tutte” de Mozart; recuerdo que se presentaron hasta 100 personas para participar en esa ópera. Y también actué en el restringido Círculo del Líceo, que organiza funciones para aristócratas y burgueses, sólo hombres. Y también llegamos a montar un función de “La flauta mágica” para toda la familia.
-Ahora, creo que proyecta un “Orfeo”.
-Con el profesor Álvaro Zaldívar, que siempre me ha apoyado mucho. Él concibió este proyecto y además es el guionista y el asesor musical. El año que viene se cumplen 400 años del “Orfeo” de Monteverdi, y vamos a hacer un “mix” con el de Gluck y el de Offenbach. Se trata de una obra con su personalidad propia, con su idea y su mensaje, con un texto de dramaturgo que le da unidad al conjunto. La función se organiza en tres espacios: el techo del hospital, que es el cielo; el hospital, que representa la habitación o la tierra; y la morgue, que es el infierno. Vamos a contar con alguna ayuda institucional, incluso de Aragón.
-¿Cómo imagina el futuro?
-Mis sueños consisten en ser feliz con el canto y hacer feliz a la gente que me escucha. Quiero trabajar con dignidad y ser honesto. En el fondo estoy empezando. Preparo también un “Mitridate rè di ponto”, una obra muy difícil que Mozart escribió de adolescente.
-¿Quiénes son sus cantantes preferidos?
-Alfredo Kraus, por la forma en que construyó su carrera; Juan Diego Flores, y Plácido Domingo, porque es muy inteligente, muy musical, posee una voz muy bonita y es un animal de escenario. La ópera es escena, representación. Y, por supuesto, me gusta Miguel Fleta, un gran tenor que hubo en su época y en la historia de la humanidad, a pesar de sus excesos.
*Una foto del Taller Lírico Master Class. Vemos al pianista Ricardo Soláns y al propio Rodlfo Albero, entre varios compañeros.
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estefania -
Anne Marie -