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Antón Castro

RECUERDO Y EVOCACIÓN DE LUIS GARCÍA-ABRINES

RECUERDO Y EVOCACIÓN DE LUIS GARCÍA-ABRINES

Memoria de un surrealista

Luis García—Abrines (Zaragoza, 1923) es esencialmente un humanista. Ama la literatura, la música (como melómano y como virtuoso secreto del piano), el arte y el teatro. No en vano, siempre le ha gustado el happening o convertirse en actor improvisado, en histrión surrealista en las tardes de chocolate con nata del café Niké.        
Su figura aparece inscrita en un halo de leyenda. Se dice, y parece ser que es cierto, que aparecía por la mítica taberna con un niño extraviado y lloriqueando que había encontrado en la calle. Y lo mejor de todo: un día, en su casa, recibió a una joven --debidamente alertada por sus dos hijas mellizas-- en un sarcófago como si fuese la reencarnación de un Drácula aragonés. Ahora duerme con esa caja de muerto debajo de la cama. Es un hombre ingenioso y libre que sólo se siente cómodo cuando transgrede las normas y funda una realidad nueva en la cual conviven la ironía, el sacrilegio, la escatología, el humor, la poesía y la paradoja. Y para henchirse de heterodoxia --para él el surrealismo es toda una moral-- se levanta a las cinco de la mañana y oye el canto del ruiseñor. Luego redacta: "Una buena palabra es un poema".
        

Es un creador irreductible, capaz de escribir en varias lenguas: castellano, inglés, francés o italiano. En el libro que mejor le define, Ciudadano del mundo (1980), exhibe una modernidad sorprendente, arriesgada en la blasfemia, deslumbrante en el dominio de lenguas, no apta para débiles o espíritus puramente líricos. Hay poemas, teatro, poesía visual, fogonazos eróticos, bromas y la somardería propia del país; dedica cada una de las composiciones a sus amigos: Pérez Páramo, Cela, su hermano Francisco, Jorge Guillén, Joan Miró, Luis Buñuel, al actor Vincent Price o al maestro Lázaro Carreter. Hallamos esta perla en una composición para Alfonso Buñuel: "La poesía es una ciencia exacta // puesto que la integral de Marilyn es ella misma // y no hay poema más perfecto que una mujer cojonuda // como, por ejemplo, Gina Lollobrigida".
        

Podríamos decir que García--Abrines cree tanto en la ciencia de la amistad como en la de la lírica. Amigos los ha tenido y los tiene a ciento. En la posguerra, enjuto como un chopo, frecuentaba los conciertos de la Sociedad Filarmónica, y su sucursal Sansueña, junto al narrador Manuel Derqui, el crítico musical Eduardo Fauquié, el historiador y neurólogo Alberto Portera y Pilar Bayona, la instrumentista que le robó su joven corazón, igual que había hecho en algún momento con el de Luis Buñuel; unos días o meses después de su fallecimiento, García--Abrines y el cineasta se escribieron y recordaban cuánto habían amado a aquella mujer que embrujaba en la Residencia de Estudiantes porque era capaz de ejecutar con primor y energía varios programas de piano, ante el asombro de García Lorca o Gerardo Diego. También frecuentó a los hermanos Labordeta; Miguel fue para él un modelo de vate expresionista: cuando falleció de improviso en el verano de 1969, por una dolencia de corazón, García--Abrines le remitió una carta de despedida: "María y yo lloramos porque te habías ido, y pusimos la película que nos hicimos contigo el verano pasado en Fuendetodos, Azuara y Belchite, y volvimos a llorar". Y José Antonio le publicó en la colección Orejudín, Así sueña el profeta en sus palabras, una novela collage que fue reeditada por el Gobierno de Aragón.
        

Este caldo de cultivo, así como una estancia en París en 1951, determinaron su aprendizaje sentimental y estético. Era asiduo del Niké, y en este ir y venir de la poesía al collage, del collage a los objetos, y de los objetos a la pintura (un cuadro suyo figura en la Fundación Granell de Santiago de Compostela), fue construyendo una personalidad de creador excéntrico. Alfonso Buñuel fue su maestro artístico, y el punto de enganche con la generación de su hermano y del poeta y galerista Seral y Casas, y la siguiente, la de la Generación Niké: Julio Antonio Gómez, Labordeta, Manuel Pinillos, Raimundo Salas, Guillermo Gúdel, Luciano Gracia, etc. Al cabo de unos años, creyendo tal vez que el país se le hacía pequeño, se marchó a Estados Unidos, a Yale, donde fue profesor de Literatura Española hasta su jubilación. Allí ha coincidido con Ildefonso--Manuel Gil, con Francisco Ayala, no sabemos si con el maestro Lázaro Carreter. Entre pentagramas y versos, ha ido realizando su obra: Crisicollages para Luis Buñuel (1980. Editado por su amigo José Alcrudo), en la cual rinde un triple homenaje: al realizador calandino, al surrealismo más o menos delirante y al propio collage como técnica fragmentaria que casi todo lo permite, hasta la irreverencia.
        
Fue Ildefonso--Manuel Gil, desde la Institución Fernando el Católico, quien le publicó Variaciones sobre la donna e mobile. Solo --de gaita-- para hombre. El autor constata con más ironía y sentido del humor que misoginia una percepción vergonzosa acerca de la mujer que se remonta a La Biblia y a los griegos, y que se prolonga hasta casi nuestros días en pensamientos, aforismos y actitudes de Nietzsche o Schopenhauer, entre muchos otros.
        

Luis García--Abrines es, también, un rebelde con causa. Un aragonés utópico y socarrón que no soporta la rigidez del mundo, de ahí que invente siempre, fabule, mezcle imágenes o arroje sueños inquietantes a la calle, con erudición e inconformismo. Ha querido ser un artista de su tiempo, fiel a los dictados de la sinrazón y del subconsciente, un raro reñido con la rigidez del mundo. Su talento es tan desbordado y antojadizo como su desparpajo, su inclinación a la broma y al disparate. Recuerda Zaragoza y quizá levite pensando en ella, y se proclama aragonés universal, ciudadano del mundo, surrealista libertario y morador invisible de esta ciudad, la Sansueña de la música, la Sansueña cervantina, donde nació en 1923 y donde comenzó a transformarse en un heterodoxo incorregible de fina sensibilidad. La ciudad que le nombró Hijo Predilecto en 1982 y que no lo olvidó en el año 2000 (le  concedió la distinción Isabel de Portugal), en que Luis Buñuel --su amigo, su confidente de incipientes pasiones, el paradigma en quien gustoso se reconoce-- habría cumplido un siglo.

*No tengo fotos de este melómano, artista, lingüista y poeta aragonés que reside en Estados Unidos. Le pongo aquí un motivo muy hermoso: un espléndido retrato de Gina Lollobrigida.

1 comentario

Fernando -

Pero que hermosa esta la Gina!..saludos