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Antón Castro

DIEGOL, SED DE VICTORIA*

DIEGOL, SED DE VICTORIA*

Argentina es una cantera universal del balompié. Tiene jugadores de todas las características: pateadores, forzudos, artistas, rematadores, correcaminos. Borocotó, el redactor de “El Gráfico” durante tres décadas, escribió: “El futbolista argentino se forja en dos sitios posible, el potrero o el baldío; es un pícaro de rancho o un pícaro de arrabal”. En los últimos años, ha contado con grandes delanteros centros: Yazalde era el cazagoles por naturaleza, olía el balón, el fallo, el pase por sorpresa, y siempre terminaba igual: toca Yazalde y adentro, rezaba el comentarista. Canniggia parecía un niño de arrabal, uno de esos jugadores que llevan una pila incansable en el corazón y el secreto de la picardía y del remate letal. Batistuta era el bombardero insomne: le daba igual donde cogiese el balón; se giraba sobre sí mismo, miraba la portería y allá iba su zambombazo. Obús imparable a la vista. O un puñal de piedra antigua dispuesto a horadar la red. Hernán Crespo es el ariete clásico, de movilidad y de dribling, que se desmarca y resuelve en un palmo de terreno. Controla, acomoda, devuelve, cabecea. De todos ellos, al que más se parece Diego Milito, apodado “El príncipe” (por cierto, el Real Zaragoza ya tuvo un príncipe urugayo: Rubén Sosa), es a Crespo. Quizá por ello Pekerman no contase con el zaragocista en el Mundial de Alemania.        

Diego Milito es el delantero centro moderno y clásico a la vez: constante, que recibe y esconde, que se desmarca, que juega entre líneas, al límite del fuera de juego, y marca con relativa facilidad, con una variada gama de impactos. La pasada temporada Diego Milito dio la medida de sus posibilidades: cosechó 21 tantos entre Liga y Copa del Rey, y logró una auténtica gesta: en una noche mágica ante el Real Madrid, en La Romareda, obtuvo cuatro goles. Cuatro. El rostro de Iker Casillas era de pura desolación. Se dice pronto. Fueron goles que definen sus aptitudes: goles de pillo, goles impecables como el segundo, goles de cabeza, goles de delantero que posee movilidad, aristas, ambición, agallas, valentía. Aquella fue la noche del 6-1. El jugador firmó una alianza secreta con Ewerthon y lograron un rendimiento espectacular: tras la pareja Ronaldinho y Eto’o, la mejor fue la de ambos. Ewerthon y Diego se entendieron, se complementaron, se fajaron juntos, aunque tras la inesperada derrota ante el Español, su rendimiento bajó. “El Príncipe” empezó a desaparecer o, cuando menos, perdió en la recta final su inspiración, su instinto. Por eso, Diego Milito dejó de contar para Pekerman.

Víctor ya ha recordado que es y será un jugador decisivo en su conjunto. Seguro que espera, ahora más que nunca, que haga honor a la prolongación ideal de su nombre. No diga Diego, cante Diegol.

*Cuelgo aquí este retrato del jugador argentino, un instante antes de que comience el partido Barcelona-Zaragoza, con el liderato en juego. ¡Suerte! Pepe Melero, con su amigo Ignacio Martínez de Pisón, ocupará el lujoso palco del Nou Camp. Aquí vemos al goleador argentino con Sergio  García.          

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