GOLPES DE MAR / 5*
-Padre me lo ha contado muchas veces. Todo comenzó cuando una mujer halló un huevo de oro en Angra Escura mientras recogía leña. Al día siguiente, repitió la búsqueda y volvió a encontrar tres huevos en una senda empinada. Subió hacia los picos de A Choca y Malvís, donde viven sueltos los caballos salvajes, y vio una gallina rojiza que se metía entre las rocas. Esa noche se lo contó a toda su familia. Al otro día por la mañana, ya lo sabía el pueblo entero. Luego, empezaron a hallarse más huevos de oro por todos los sitios: enterrados en el fango espeso de los caminos, entre las hendiduras y los charcos de las rocas, en el fondo de los riachuelos y en los senderos tenebrosos que jamás pisa nadie. La noticia se extendió de inmediato y comenzaron a llegar forasteros que excavaron en las rocas con picos y palas, e hicieron explotar grandes cantidades de pólvora. Se abrieron minas y pozos, se modificaron los cauces naturales de los ríos... Después de dos meses de búsqueda agotadora nadie había podido dar con el oro; los más afortunados sólo habían descubierto alguna que otra mina de wolframio. Entre los buscadores había un cantero joven –alguien afirmó que procedía de Mondoñedo o, tal vez, de los bravos montes de Incio; otros decían que era extranjero, dublinés-, que se esforzaba a diario en la extracción del mineral. Luego recorrió el país trabajando en la construcción de casas, alzando muros, ermitas y puentes, restaurando iglesias, chimeneas y pazos, y alcanzó cierta fama y acumuló modestas riquezas. Al cabo de algún tiempo, volvió a Baladouro, pasada ya la fiebre del oro y agotadas para siempre las minas. Compró tierras en el fondo del valle, ante los robledales de Marburgo, y edificó una casa inmensa y bonita, en la que combinó la piedra y la madera. Se casó con Iria, hija de un campesino de la zona, que pronto le dio dos hijos. Fue un amor a primera vista con un noviazgo de apenas siete semanas. El cantero vivió en Baladouro hasta que llegaron mensajes de Irlanda o ruegos del arzobispo de Canterbury, esto nunca lo he sabido con total seguridad, para que se hiciera cargo de un antiguo convento que amenazaba con desplomarse cualquier día. Con el paso de los años contrajo compromisos a perpetuidad y siguió trabajando en la isla. Alexandre y Clara crecieron entre el paisaje más exuberante. Un día Alexandre marchó al encuentro de su padre. De nuestro padre...
Clara enmudeció. Yo ya había oído contar antes ese episodio. Mi propio padre me lo había contado en una cela de fraile devoto en Galway. Y fue así como aquel relato familiar había adquirido caracteres legendarios, pero oírselo de nuevo a ella suponía un gozo incomparable por la dulzura y la pena que derramaba en cada frase, por su sentido de evocación intemporal…]
*Mañana, para la prensa, se presenta en Madrid "Golpes de mar". Incluyo aquí un fragmento del cuento más largo del libro, "El jardín después de la lluvia", la historia de una familia y, especialmente, de dos hermanos: Clara y Alexandre, que acarician el incesto. La foto es de Elliot Erwitt.
7 comentarios
Jesús -
Magda -
¡Enhorabuena!
Chema -
Javier -
Querido Antón:
Triunfarás en Madrid y dondequiera que vayas.
Golpes de mar como un tsunami...
Abrazos
ENRIQUE -
Fernando -
Luisa -