ÁNGEL GUINDA: VISIONES, AFORISMOS, PENSAMIENTOS, MANIFIESTOS*
Odiseas Elytis, en Antes que nada la poesía, se refiere al yo poético con esta consideración: “No es el Poeta quien se conforma en el mundo, es el mundo el que se conforma en el Poeta.”
El ser del poeta es el de un niño adultado, también el de un anciano infantil. El mundo es, para su mundo, un gran laboratorio de experimentación hacia la experiencia.
En medio de ese viaje a la oscuridad en que consiste la aventura del ser humano, el poeta es un condenado a la claridad y al canto. Canto a la materia desde la clarividencia del espíritu.
El poeta es un inadaptado. Su inadaptación al mundo real se manifiesta en una vertiginosa evasión hacia dentro que consolida su distintivo lírico y acarrea el riesgo del ensimismamiento.
El poeta posee hipersensibilidad sensorial. Vista, oído, olfato, gusto y tacto funcionan en él como radares de absoluta precisión. No así su sentido común. Cuando sus percepciones son llevadas al filo de lo real o se radicalizan hasta el tuétano del caos más armónico, el poeta roza la visión y genera sinestesias o confusiones sensitivas: así ve voces o escucha sombras.
La mirada del poeta no se queda en las cosas por sus ojos miradas, admiradas; las atraviesa y sigue: continuidad de un viaje, extático, camino del misterio.
El poeta es el sí rotundo de todo el universo.
Ante la belleza, el poeta es la boca de la sed. No tiene ojos para tanta luz, no tiene brazos para tanto aire, no tiene oído para tanta música, no tiene pecho para tanto amor, no tiene vida para tanta muerte.
Las manos del poeta son llamarada, llamada, acercamiento entre su mundo y el mundo de las cosas. Manos que son la piel de la caricia, acogedor anticipo del abrazo.
El alma del poeta es como su palabra: una casa en la que habita la realidad otra, el mundo otro que su mundo ha creado.
El poeta atesora una extraordinaria capacidad para el asombro, frontera de la sublimación, cómplice del prodigio.
El poeta se atreve con la belleza, con el silencio, con el grito, consigo mismo, con las multitudes, con la soledad, con el abismo, con el imposible, con el sol sangrante, con las tinieblas, con la libertad.
Vivimos inmersos en una época de consumismo hostil que puede convertir la poesía en mercancía y al poeta en mercenario. Aun a pesar de que la poesía como producto de mercado no es un bien de alto consumo, no tienta a quien la edita y menos a quien la escribe por el beneficio económico que pueda generar; y acaso sea éste uno de los motivos del frecuente transfuguismo desde dicho género hacia la narrativa entre nuestros escritores.
Para una mayor y más asequible difusión de la poesía hacia quienes no la leen, proponemos, más allá del poema estático en soporte libro o en cartel, la aparición súbita, intencionadamente casual, del poema cinético caminando en pantalla-cinta instalada en calles, parques, transportes públicos, centros comerciales.
Antes que la nada la poesía.
[*Trinidad Ruiz-Marcellán me envía fragmendos de "El Poeta en el mundo. El mundo del del poeta" (Olifante). Selecciono algunos y le busco una foto adecuada. Ángel Guinda lleva 22 días sin fumar. Me ha gustado mucho esta foto de Ilse Bing, y aquí se la cuelgo a los textos de Ángel, tan fieramente humano].
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Luisa -
Fernando -