ROMÁN LEDO: ADIÓS CON UN LIBRO EL DÍA DEL LIBRO
José Antonio Román Ledo (Huesca, 1943) era hijo de funcionario de Correos, y la familia residió en la capital altoaragonesa hasta 1950. Vivió una infancia de niño enfermo de bronquitis crónica, y en esa época se dio un atracón de lecturas: prospectos farmacológicos, cajas de cerillas, hojas de galletas Artiach, con un personaje de cómic como Chiquilín, y los autores clásicos: Julio Verne y Emilio Salgari, pero también devoraba tebeos. Una de sus primeras bibliotecas fue la llamada “casita de Blancanieves”, en el parque, muy cerca de las pajaritas de Ramón Acín. Y tenía una abuela que le arrojaba cuentos clásicos en su cerebro como un sortilegio con personajes irrepetibles.
Esa experiencia le llevaba a decir: “Me encanta contar historias y que me las cuenten. Yo tuve una abuela que me contaba historias sin cesar. La tradición oral es eterna”. Reconoce como referencias a Cervantes, el maestro de cajas chinas, o de cuento dentro del cuento dentro del cuento, Julio Cortázar, Augusto Monterroso, el primer Cela, Valle-Inclán, Poe, Lovecraft, el “Mendoza más divertido” y Francisco de Quevedo. Lo más curioso es que un libro como “Repertorio de engaños” (Huerga & Fierro, 2003) se había desgajado de un proyecto totalizador de más de 600 páginas, “El Encyclopaedion”, que narra la historia de seis personajes que se refugian en una bodega vinícola en el Moncayo –del cual el narrador ha escrito una guía para Júcar en 1995-, ante la inminente amenaza de ataque nuclear, y se entretienen contando historias, un total de 120 cuentos. Quizá por ello, Román Ledo (autor del volumen “La serpiente multicolor” (IFC, 1999), declare “letraherido que no escribe libros sensatos”. José Antonio Román Ledo fue biógrafo de Julio Alejandro de Castro, al que conoció al pie del Moncayo, entre Bulbuente y Veruela. Allí conversó con él horas y horas, y le entregó un bellísimo texto para un libro que aún no había escrito. Román Ledo lo colocó en su libro.
José Antonio Román era técnico cultural de la Diputación de Zaragoza. Hace dos años, se le descubrió un tumor de estómago. El 23 de abril, Día de Aragón, Día del Libro, a las ocho de la mañana, el autor de “Yogur griego” (Certeza, 2007; el libro que inaugura un nuevo diseño de la colección Cantela que dirige Javier Aguirre), cerraba los ojos para siempre. El pasado miércoles, Javier me traía un ejemplar y descubrí que me había dedicado el último capítulo de esa especie de “Decamerón” personal, breve y antojadizo donde habla de todo lo que le interesa: la vida y la literatura, la literatura que era su forma de ser libre en la vida.
*La foto es de José Miguel Marco, fotógrafo de "Heraldo".
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José Luis Gracia Mosteo -
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