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Antón Castro

TONI CATANY O EL ESPÍRITU DEL MEDITERRÁNEO

TONI CATANY O EL ESPÍRITU DEL MEDITERRÁNEO

 Toni Catany ofrece una antológica de su obra, desarrollada a lo largo de 40 años, en la salas de la Diputación de Huesca bajo el título “El artista en su paraíso”. Las fotos respiran belleza y la épica salada del Mediterráneo y sus mitos.

Catany o el espíritu del Mediterráneo 

He pasado algunos de los mejores momentos de mi vida, como visitante de exposiciones, en Huesca. Especialmente en las salas de la Diputación. Ésta puede parecer una confesión interesada y acaso innecesaria, pero es escrupulosamente cierta. Quizá sea la revelación del paleto que ha viajado poco más allá de sus narices. Llegué al arte demasiado tarde, y ahí, cerca del violento y colorista mural “Elegía”, vi a grandes artistas (Brossa, Viola, Ramón Acín, Félix Lafuente, Viola, Isidro Ferrer, Carrera Blecua, pongamos por caso), y vi a algunos de los mejores fotógrafos del mundo: desde los pioneros y Robert Capa hasta nuestros días. Hace unos días, volví a ese espacio casi mágico para mí, tan entrañable, de piedra fecundada en el tiempo. Habíamos concertado una cita con el fotógrafo del Mediterráneo Toni Catany (Mallorca, 1942), Premio Nacional de Fotografía en 2001 y seleccionado por la revista “Life” entre los 100 mejores fotógrafos del mundo. Ahí es nada.

Catany ya desde niño sintió una especial atracción por las revistas ilustradas, por los álbumes, por esas imágenes coloreadas que mostraban viajes, instantáneas de familia, lances fascinantes de la vida. Pronto pidió una cámara, y un tío recién llegado de Colombia le trajo un aparatoso cajón Kodak, ideal para los retratos. Por aquellos días, se marchó a Barcelona a estudiar químicas. Realizó un curso por correspondencia, empezó a colaborar con el gran reportero Dimas Mas –compañero de otro fotógrafo que vive ahora en el abatimiento más absoluto: Horacio Seguí-, y colaboró en “La Vanguardia” y en la revista “Destino”. A finales de los años 60 realizó su primera mirada hacia las Baleares menores, y contó con un guía y un compañero de excepción: el ya famosillo escritor Baltasar Porcel. En esas fechas, Catany realizaba una fotografía próxima al documento social tipo Mario de Biasi y Mario Giacomelli, si pensamos en Italia, tipo el primer Carlos Saura, Ramón Massats e incluso Ortiz Echagüe, si pensamos en España.

Desde entonces, Catany ha desarrollado una obra singular, de gran belleza formal, marcada por un insaciable apetito de perfección o de excelencia, y una carga emotiva indiscutible. Y todo ello, más o menos resumido en sus series capitales, se recoge en la muestra antológica “Toni Catany. El artista en su paraíso”, un proyecto concedido por Pierre Borhan.
La muestra recoge una imagen inolvidable, portical en su trayectoria: la de Ibiza de 1967, con una mujer centenaria, su hija y un joven rapado, que bien podría ser uno de los niños de los cuentos de “Cabezas rapadas” de Jesús Fernández Santos. Borhan ha seleccionado piezas de sus famosos calotipos, iniciados hacia 1976 (Catany es un artesano de la fotografía, un amanuense de la técnica, un poeta de la sugerencia, un investigador formal); las series de sus naturalezas muertas, en blanco y negro y en color; esos viajes alrededor del Mediterráneo, sus monumentos, sus ruinas y una atmósfera salobre de leyenda e historia; los desnudos masculinos, caracterizados por el movimiento y la sensualidad. Otras dos de las aportaciones fundamentales de la muestra son sus retratos, realizados en Polaroid, que poseen una fuerza inusitada, y esa amplia serie de travesías por el Magreb y Oriente. Catany la resuelve con un color muy trabajado, compone piezas de gran hermosura que plantean un bello enigma: son fotos que parecen soñadas o irreales, fotos robadas al delirio, pero que en el fondo solo revelan la capacidad de mirar del artista, de mirar y de ver en las luces intensas del mediodía o en los desvaídos fuegos del crepúsculo. Ahí Catany logra lo que desea: atrapa una imagen existente, casi paradójica, que parece un espejismo y que plantea un viejo axioma: la realidad, incluso en fotografía, supera a la ficción. 

[Pepe Melero se ha trasladado, en una renovada luna de miel con Yolanda y con el Cantábrico, a Santander. Escribió, leyó y adquirió Heraldo. Cuando no sería su sorpresa cuando vio que le habían dado la edición de Huesca, donde aparecía mi colaboración de todos lo viernes.]

3 comentarios

Gemma -

Buenos días Anton,
que quieres decir con: Horacio Seguí vive en el abatimiento más absoluto?
Colaboro con el hace un par de años y te aseguro que no he visto persona más dinámica y vital que él a sus 86 años.

Fernando -

me parece extraordinario, lo ví en borradores...y era muy bueno..abrazos.

toni envidiady -

Ay, quién fuera Toni Catany!