UN DICCIONARIO DE FOTOGRAGÍA: LOS ARAGONESES
Siempre me han gustado los diccionarios. De todo. Hasta los de criminales o de ufología. “Del daguerrotipo a la Instamatic. Autores, tendencias, instituciones” (Trea, Gijón, 2007) de Juan Miguel Sánchez Vigil no advierte de su condición de diccionario o de enciclopedia, pero lo es. Es un alfabeto de la fotografía desde 1839 hasta 1970, con vocación de totalidad, pero tampoco pretende ser completo. Cada diccionario es un mundo: una forma de elegir, de ver, un modo de entender y valorar el conocimiento. Lo que me ha sorprendido de este trabajo de más de 600 páginas es la presencia de los fotógrafos aragoneses o afincados aquí, como Gustavo Freudenthal, que solía firmar “Fotógrafo de la Casa Real”, o aquel Pascual Marín que acabó sus días en San Sebastián. Entre los seleccionados están el pionero Mariano Júdez, o aquel Enrique Beltrán, que era especialista en miniaturas y en “cartes de visite”. También figura la familia Coyne, con entradas para Anselmo María, Ignacio y Manuel. Del farmacéutico Compairé se recuerda que “durante una década se dedicó a recorrer los paisajes oscenses con una cámara de gran formato, documentando (...) monumentos, vistas y tipos”. Se habla del más bien olvidado Lucas Cepero, reportero de HERALDO y “pionero de la fotografía aérea”, que fue asesinado en noviembre de 1924. Jalón Ángel y Aurelio Grasa ocupan el mayor espacio: el primero retrató al general Franco y a sus generales para el álbum “Forjadores del Imperio”, y el segundo publicó “782 fotografías” en este diario desde 1910 a 1917. En un libro repleto de inmortales, Aragón tiene presencia y figuras. Y algunas ausencias.
*¿Habrá inspirado esta foto el libro El columpio de Cristina Fernández Cubas? La foto, ¿es aragonesa o norteamericana?
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