PEPÍN BELLO: AMIGOS Y DISTANCIAS. POR ISMAEL GRASA
Leyendo “La desesperación del té (27 veces Pepín Bello)” (Pre-Textos. Valencia, 2008), he tenido momentos de disfrute que me hacían pensar en los que tuve viendo la película-conversación “La silla de Fernando”, en la que durante hora y media Fernando Fernán Gómez habla sobre unas cosas y otras. “La silla de Fernando”, de David Trueba y Luis Alegre, se pudo ver hace unas semanas en Huesca; “La desesperación del té”, de José Antonio Martín Otín, conocido como Petón, se presentaba el martes en la librería Los Portadores de Sueños de Zaragoza.
Uno de los presentadores fue precisamente Luis Alegre, que habló del libro junto al periodista Mario Ornat. De este libro sobre Bello, que ya nombré en esta sección, me ha gustado el hecho de que vaya más al hombre que al “testigo”, es decir, a José Bello que al joven que acompañó en sus inicios a Lorca, Buñuel y Dalí. Los testimonios y anécdotas sobre estos tres creadores ocupan una parte muy reducida de este libro-entrevista. El Bello que aparece es un cultivador profesional de la amistad que desarrolla a lo largo de su vida un criterio sobre cuestiones de pintura y literatura. Inevitablemente, hay momentos en el libro donde Bello se muestra distante o disconforme con algunas figuras célebres, una disconformidad que deja ver toda una filosofía sobre la vida: dice que no le gusta la prosa de Juan Benet, a quien conoció y por quien, por otra parte, muestra afecto y admiración profesional como ingeniero; no le gustan las bravuconadas de Cela, como cuando se despachó de Lorca diciendo que era un “maricón”; de los autores del 27, que tanto admiraba y conocía, y con quienes practicó una relación íntima –este sí que es uno de los ejes del libro–, se muestra desdeñoso con Cernuda, a quien admira como poeta pero no como persona; Bergamín es uno de los que salen peor parados en el libro, con unas oscilaciones ideológicas y una inestabilidad que acabaron convirtiéndole en alguien peligroso (uno de los pasajes más terribles del libro es cuando Bello, acompañado de Bergamín y Alberti, visita la checa que había en el palacio de Heredia-Espínola con el miedo latente de no salir de ahí, aunque tuviese al lado a sus supuestos amigos); Alberti aparece como uno de los grandes amigos de Bello, hasta el momento en que este poeta se junta con María Teresa León y comienza su deriva comunista; la captación comunista da lugar a otras decepciones en Bello, casos tristes como el del zaragozano Juanito Vicens, muerto en China cuando hacía proselitismo del partido; y, por poner fin a esta lista, podemos nombrar a Unamuno, que aparece en el libro como alguien ensimismado e incapacitado para el humor y la charla, más allá de algún episodio de carácter escatológico, como el Taponal que le vendió un farmacéutico una vez que pasaba por Barbastro, y que él citaba inoportunamente como anécdota de comedor.
El libro está lleno de pasajes y personajes oscenses: la descripción del Casino, los buitres de Alfándiga –fuente de la atracción vanguardista española hacia lo putrefacto–, el paludismo monegrino, los paseos por el embalse de la Sotonera, la residencia de Almudévar donde se le murió un sobrino cuando iba en bicicleta, Carmen Coarasa, novia de su hermano Manuel Bello, el Manuel Ara de la escuela de vuelo sin motor de Monflorite, con quien Antonio Bello daba la vuelta a España en avión, la Huesca de Sender y el diario “La Tierra”… Bello se lamenta de no haber conocido a Sender, teniendo tantos amigos comunes como tenían. Dice que a Sender no le dieron el Nobel “porque no solía llevar pistola”, y cuenta cómo Sender se enfrentó a Cela cuando este mostró desprecio por los Estados Unidos. Igual que sucede con la amistad, los buenos libros llevan a otros libros.
El escritor Ismael Grasa, autor de Días en China o Trescientos días de sol, publicaba el pasado martes en su columna de Heraldo de Aragón de Huesca esta nota sobre el libro de José Antonio Martín Otín, Petón, uno de los propietarios del Huesca y uno de los mejores narradores orales de historias de fútbol de la radio. He actualizado el texto para el lector de él por primera vez; Ismael lo ha colgado en su página web. En la foto, tomada de Fernando Anaya, están Fernando Anaya, José Bello Lasierra y el propio Petón.
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