PACO GAUDIOSO (JAVIER CERCED) ESTRENA BLOG
[Paco Gaudioso también es Javier Cerced. Javier Cerced también es Paco Gaudioso, un viejo-joven amigo de la familia: de Carmen Gascón y sus hermanas, de mis suegros Isabel y Leoncio, que falleció hace más de dos años. Hace muy pocos días, perdían a una amiga de juventud: Maribel, madre de un niño de diez años. Paco, es decir Javier Cerced, cogió su coche y condujo al funeral en Irún en compañía de las hermanas Gascón y de otra amiga de entonces: Ascen. Recorren los buenos días, rieron, lloraron, recontaron una y mil historias de la vida, y Javier Cerced, es decir Paco Gaudioso, les contó a Carmen y sus hermanas –que sí, es cierto, tienen algo de personajes de Woody Allen- que acudía a talleres literarios con Julio Espinosa, el poeta chileno, y que había empezado a redactar sus primeros textos. Paco ha creado el blog: El canto del jilguero, cuya ruta de acceso es http://el-canto-del-jilguero.blogspot.com.
Copio aquí uno de los últimos textos de Paco Gaudioso, que ha dedicado a la finada y llorada Maribel.]
EL DÍA EN QUE YO QUISE DESPEDIRME DEL MUNDO
Un día. El día en el que yo quería despedirme del mundo. Ella estaba allí. A mi lado. Cogimos el coche y estuvimos recorriendo las calles y las carreteras sin rumbo fijo, hablando, o más bien hablando yo y escuchando ella. En mi huida llegamos a los montes de Torrero, a los más altos desde donde se divisa todo Zaragoza. Se veía pequeña, compacta y sobresalía, iluminada por las luces pálidas, de la noche oscura. Era como una mancha que resplandecía en medio de la nada. Salimos del coche. Yo, apoyado sobre uno de sus laterales me puse a contemplar con ojos vidriosos aquella mancha. Ella se colocó delante de mí y apoyó su espalda contra mi pecho. Me tomó de las manos e hizo que la abrazara. Después cruzó sus brazos sobre los míos. Yo la abrazaba a ella y ella se abrazaba a sí misma y, de alguna manera, me abrazaba también a mí. Estuvimos así largo rato, callados, apenas sin respirar. La ciudad nos ignoraba por completo. Poco a poco mi ánimo se fue serenando. La mancha empezó a parecerme más dorada, más humana. Detrás de cada puntito de luz surgieron en mi imaginación personas. Personas alegres y tristes. Jóvenes que iban a las discotecas y otros que iban a los hospitales o tal vez a los dos sitos alternativamente. Parejas que se amaban en aquel instante y parejas que se lanzaban insultos. Hombres con corbatas serias que se sentaban detrás de las mesas de dirección de los bancos y hombres con cartones que dormían en las entradas de los mismos en las noches de invierno. Personas con suerte y otras sin ella. Niños que no dejaban dormir a sus padres con sus llantos primerizos. Personas que nacían. Personas que morían.
Lo que en mi ánimo aparecía como una despedida se fue convirtiendo en un... ¡esperadme!
Salimos de aquella contemplación, volvimos a entrar en el coche y regresamos a casa. No recuerdo que habláramos nada en el camino. Al despedirnos simplemente le dije: “Gracias”. “De nada” contestó ella.
Para Maribel (In memorian)
*La foto corresponde a Bruce Weber.
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