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Antón Castro

PEDRO RÚJULA EDITA EL ATLAS DEL MARISCAL SUCHET

PEDRO RÚJULA EDITA EL ATLAS DEL MARISCAL SUCHET

El atlas de guerra del mariscal Suchet

 

[La Institución Fernando el Católico, bajo la coordinación de Pedro Rújula, publica en edición facsímil la colección de mapas del general francés y próximamente editará sus “Memorias”]

 

 

El general Louis-Gabriel Suchet, Duque de la Albufera, llegó a Zaragoza en el invierno de 1808: venía a colaborar en el I Sitio. Había nacido en 1770 y era hijo de un sedero de Lyon. No era lo que se dice un militar de carrera, de hecho iba a seguir con el negocio paterno, pero se había curtido en distintas campañas napoleónicas en Suiza, Italia, Polonia y Alemania, y decidió quedarse en el ejército. Poco antes de venir a España, se había casado con Honorine, sobrina de José Napoleón y del alcalde de Marsella. A partir de la primavera de 1809, cuando partía hacia Burgos, sería nombrado general del III Cuerpo del ejército francés, futuro Ejército de Aragón y Cataluña. Se quedó en España hasta 1812.

El historiador Pedro Rújula (Alcañiz, 1965), que ha estudiado su figura a fondo en los archivos franceses, en particular su diario, dice: “Suchet posee una característica especial: es el único de los generales que permanecerá en España todo el período de la guerra de la Independencia. Permaneció seis años en España y sus ‘Memorias’ son la mejor historia de la contienda desde el lado francés”. Esas ‘Memorias’ aparecieron en 1828, a los dos años de su muerte, en una tirada de 1.500 ejemplares; en 1834, se publicó una segunda edición. “Su esposa Honorine, que sería su testaferro y la guardiana de su memoria, quiso que la nueva edición se mandase gratis a los mariscales y que saliese relativamente barata. La mandó traducir al castellano y al inglés. Las ‘Memorias’ de Suchet son un testimonio histórico sobre el arte de la guerra, pero también querían ser un homenaje a todos los hombres que habían combatido con él en España”.

Pedro Rújula indica que el libro estaba pensado para la lectura de los militares y para el gran público: “Es un libro pionero. Refleja el gran momento de las guerras napoleónicas. El texto es de una gran modernidad expresiva, de frases cortas y directas, y un lenguaje muy cartesiano”. Ahora, prepara la edición de las más de 800 páginas del volumen, que saldrá hacia noviembre o diciembre en la Institución Fernando el Católico.

 

El escenario bélico

Las dos ediciones, la de 1828 y la de 1834, llevaban un “Atlas” de 16 mapas de sus campañas en España, y la Institución Fernando Católico acaba de realizar una edición facsímil en un cuidado estuche, basada en un ejemplar encuadernado y cuidadísimo de 1834, que poseía el arquitecto y bibliófilo José Manuel Pérez Latorre. En el prólogo al proyecto, que reproduce los mapas a tamaño original, explica Rújula: “Para Suchet los mapas eran la base, la superficie imprescindible sobre la que se construye la acción militar, el tablero en el que se jugaba la partida de las armas y la vida. ¿Cómo entender lo que había significado Zaragoza, Lérida, Peñíscola o Valencia sin antes conocer el terreno y las circunstancias en que tuvieron lugar las operaciones? La cartografía era una forma de racionalizar el espacio, de convertirlo en un conjunto de accidentes cuantificables y medibles, de transformar la orografía en cálculo, el fundamento de la estrategia y de la intendencia, piezas claves para conquistar y dominar el territorio”. Suchet siempre tuvo en la cabeza la idea de acompañar la narración de la “aventura española” con un conjunto de mapas que reprodujesen el escenario bélico.

La elección se inicia con un plano general del teatro de operaciones del ejército francés de Aragón, que arranca en Zaragoza en dirección al Mediterráneo y sigue toda la línea del Ebro; el segundo es de los alrededores de Zaragoza, con planos de la batallas de María de Huerva y de Belchite. Y así, en dirección al mar, se va organizando este viaje gráfico, la crónica de una expedición: Lérida, Mequinenza, Tortosa, Tarragona, Sagunto, Valencia y Peñíscola, entre otros lugares. El propio Suchet se ocupó de obtener reducciones a escala de los mapas del ejército para adecuarlos a la publicación; para ello contó con ingenieros militares e incluso con un capitán de artillería que participó en el Sitio de Valencia. Luego, el grabador trasladaba la complejidad y la riqueza de los planos al aguafuerte. La impresión corrió a cargo de Firmin Didot et fils, y también intervinieron los impresores Chardon y Adolphe Bossange.

 

La dignidad de los aragoneses

Recuerda Pedro Rújula que Suchet solo conoció dos derrotas en su estancia en España. Una inicial en Alcañiz, en mayo de 1809, y otra en 1810 en Valencia. Cuando en 1812 conquistó la ciudad, dejando Teruel y sus sierras y altiplanos a su espalda, se quedó fascinado: descubrió un mundo maravilloso de naranjos, de luz, de jardines, de embeleso. Para él Valencia era la promesa del mar. La cadena de victorias, y en particular la conquista de Tarragona, le supuso el nombramiento de mariscal. “Los mapas fueron el instrumento adecuado para reivindicar su condición de estratega, de buen administrador, de hombre culto, racional y sereno que había capaz de sobreponerse y superar las dificultades de la empresa hispana –dice Rújula-. En sus ‘Memorias’ cabía casi todo: la administración, las costumbres, los ambientes, el libro de viajes, a veces incluso presenta ribetes sociales. Intenta ser ecuánime, y más que insistir en los méritos de las victoria, habla de las medidas para pacificar el territorio”. Suchet siempre tuvo Aragón como centro de operaciones y es el corazón de sus memorias, por eso insiste una y otra vez en que “los aragoneses, tras desarrollar una heroica defensa, mantienen la dignidad desde el momento en que asumen la derrota. Es un gran profesional que muestra su admiración por los españoles”.

 

DOS APÉNDICES

Un congreso internacional

sobre la guerra de ideas

 

Se celebrará en Zaragoza en noviembre y participarán 21 especialistas de universidades nacionales y extranjeras

 

 

Pedro Rújula, en colaboración con Peña Verón, prepara la publicación de las “Memorias” del mariscal Suchet con el deseo que estén editadas para el congreso internacional “Guerra de ideas. Política y cultura de la Guerra de Independencia”, que se va a celebrar en Zaragoza entre el día 27 y 29 de noviembre, en la Institución Fernando el Católico y en la biblioteca María Moliner. Participarán una veintena de especialistas de universidades de París, Milán, Lisboa, Poitiers, Valencia, Barcelona y, por supuesto, de Zaragoza. Entre los nombres figuran Pierre Serna, Antonino de Francesco, José Tengarrinha, Annick Lempérière, Richard Hocquellet, Ricardo García Cárcel, Jordi Canal, Emilio de Diego y, entre otros, los aragoneses Ignacio Peiró, Carlos Forcadell, Gustavo Alares o el propio Pedro Rújula, que es el director científico de esta cita. “El objetivo de este congreso es analizar las ideas y el contexto social europeo en que se dieron, los protagonistas sociales (liberales, afrancesados y contrarrevolucionarios, las elites y las clases populares), los medios a través de los cuales se propagaron las ideologías y la política: los libros, la prensa, los folletos, la calle, etc., y por último también queremos analizar las representaciones, tanto las conmemoraciones como los monumentos”.

Rújula recuerda que Zaragoza celebró en 1908 el gran congreso interpretativo de lo que había significado la Guerra de la Independencia. “En este bicentenario, da la sensación de que nos hemos conformado con la popularización de aquella interpretación, y creo sinceramente que, desde la Universidad, no podemos conformarnos con eso. Desde el punto de vista histórico, tenemos que realizar una nueva conceptualización del pasado a la luz de las nuevas investigaciones. Creo que es por aquí por donde debemos ir. Los grandes congresos ya se han celebrado en otros lugares: Madrid, Tudela, etc. Pero quedaban estos aspectos tan decisivos: durante la guerra de la Independencia, las ideas adquirieron un valor crucial”.

 

 

 

Casamayor, el cronista prolijo

y la revista “Jerónimo Zurita”

 

Otro de los proyectos que coordina Pedro Rújula es la edición del diario de Faustino Casamayor: Años políticos e históricos de las cosas más particulares ocurridas en la Imperial, Augusta y Siempre Heroica ciudad de Zaragoza”, del que ya se han publicado tres tomos en el sello Comuniter en colaboración con la Institución Fernando el Católico. “Se trataba de convertir en legible la crónica que Faustino Casamayor inició en 1882 y concluyó en 1833, es decir, son 51 años del día a día de Zaragoza. Es la labor de una vida, un proyecto literario casi sobrehumano, minucioso, pero está plagado de abreviaturas, está mal puntuado, con topónimos que no se ajustan los de hoy, etc.”

Los tres volúmenes corresponden a 1808 y 1809, que presenta el propio Rújula, donde se narra la revuelta estudiantil, el motín popular y la resistencia a las tropas del mariscal Lannes; el segundo tomo, 1810-1811, editado por Herminio Lafoz, aborda la vida del Zaragoza bajo la ocupación francesa, con un notable número de prisioneros y heridos, y el tercero, analizado por Carlos Franco, se centra en el periodo 1812-1813, bajo la dirección del mariscal Suchet, que Planificó la evolución urbana, dio trabajo a los parados y alimento a los mendigos pero no convenció a todos sus habitantes”; poco después los franceses dejarían Zaragoza. “Se publicarán 28 volúmenes, cada uno de ellos a cargo de un especialista o un erudito, y ya hemos encargado otros dos: uno a Antonio Peiró y otro a Conchita Sánchez, que ha escrito una biografía de Faustino Casamayor. Sinceramente, no conozco una aportación tan interesante como ésta”.

Por otra parte, Pedro Rújula acaba de asumir la dirección de la revista de historia, “Jerónimo Zurita”, que edita la Institución Fernando el Católico. Con portada de Cano, en su número 82 ofrece un monográfico sobre la “Edad Media, instrucciones de uso”, en el que colaboran el finado Juan José Carreras, Esteban Sarasa, Dieter Berg o Ignacio Peiró, entre otros. La publicación, que estrena diseño, también publica una “Historia socio-cultural” de Jesús Martínez Martín, un artículo de Pere Anguera sobre “Las cuatro barras” y varias reseñas de libros.

 

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