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Antón Castro

ENRIQUE CEBRIÁN: DOS PROSAS Y DOS POEMAS

ENRIQUE CEBRIÁN: DOS PROSAS Y DOS POEMAS

[En el Concurso de Literatura Joven de la DGA de este año, el escritor Enrique Cebrián Mazurca ha ganado el primer premio en la modalidad de prosa y narrativa, y un accésit en la modalidad de poesía. Pronto saldrán los libros donde se recogen los galardonados, entre ellos Juan Luis Saldaña, músico de Nubosidad Variable, presentador de radio y televisión a través del Maquinista de la General y poeta y narrador. Aquí están cuatro textos de Enrique Cebrián de prosa y verso.]

 

 

I. PROSA

 

SICILIA

A Elena, que me contó cosas de la isla antes de visitarla yo,

 y me hablaba de cuando Sicilia era aragonesa

 

 

Este sol de miles de años, las colinas abrasadas de esta Sicilia que hoy visito, un calor sagrado de humedad antigua subiendo del asfalto de las mal asfaltadas carreteras de esta isla –mientras conduzco y tú estás a mi lado– me recuerdan al viejo Salina camino de su recreo en Donnafugata. Últimas pompas ofrecidas, esforzadas complacencias para un príncipe de un tiempo que marchita.

En la radio escuchamos los compactos que trajiste de España y éste que hemos comprado esta mañana al abandonar Palermo; es de canciones populares sicilianas. Folclore autóctono para turistas despistados. Acabará estallando este coche alquilado como sigas girando la rueda del aire acondicionado. Acabaremos cogiendo una pulmonía. En agosto y con las brisas insólitas que llegan de África tan cercana.

Acabarán estallando los caballos exhaustos de este carruaje de Salina. Tendrías que cambiar para que pudiéramos seguir tan felices como siempre, me dices. Hemos programado este viaje porque creemos ingenuos que abandonar un país es rectificar un mundo.

No vayamos al interior de la isla, es una hoguera. Cambia de dirección y marchemos a las playas aristocráticas de Taormina.

 

Hoy encuentro esta vieja foto y te veo surgir de las aguas del Jónico –como un Etna de espuma– con la piel estallada de una diosa de sal.

                                            

LECCIONES DE COSAS

A mi madre

 

Unos zapatos de aguja son la prueba de que estuvo allí hace muchos años. Nadie los ha tocado, nadie los ha movido del sitio donde ella los dejó –tirados en el suelo– hace ya muchos años, cuando volvió de aquella fiesta en la que todos y todas –sin excepción, con delectación– la desnudaron con los ojos. Un mural de ojos lascivos y ella que coge la copa pausadamente mientras me espera y yo que no voy que no llego nunca y ella que funde todos los relojes y ella que bebe y bebe más. Y ella. Y yo. Y yo que no voy que no llego nunca.

 

Unos zapatos de aguja son la prueba de que estuvo allí hace muchos años. Los dejó tirados en el suelo y me esperó desnuda tendida en la cama. Los restos de la noche por la alcoba. La fiesta en la que quiso estar sola mientras me esperaba y yo que no voy que no llego nunca. Los pendientes de perlas y ese brazalete que le regalé al volver de un viaje a no sé dónde. Era bonito el brazalete. Pero ese día no vuelvo. Quizás aún no haya ido nunca, a ningún sitio.

 

Unos zapatos de aguja son la prueba de que estuvo allí hace muchos años. Se tuvo que marchar. Pero los dejó, quietos, tirados en el suelo. Dispuestos estratégicamente como en una forzada reconstrucción de los hechos. No podía dejar de verlos. Ella sabía que cuando llegara a su habitación al cabo de los años yo los vería sin duda. Ella sabía tantas cosas y se las contó todas a los zapatos y luego las supe yo, porque me las contaron ellos.

Cuando llegué, descorché una botella del champán más caro y la bebí vertiendo su espuma en los zapatos. La bebí entera y le besé en los labios.

 

II. DOS POEMAS

 

30 DE OCTUBRE

Para María,

este regalo de cumpleaños.

 

 

Los años te han sentado muy bien,

hoy te has levantado

especialmente guapa,

te digo mientras desayunamos

–tostadas y dos cafés con leche

antes del trabajo–.

 

Tú sonríes a mitad de camino

entre la nostalgia y la alegría,

reconociendo la juventud serena

de tu rostro en el espejo,

los sueños de tu infancia

ya cumplidos,

los que aún faltan por cumplir.

 

Amar tanto la vida presenta,

en ocasiones, sus servidumbres duras,

sus peajes incómodos,

los atascos camino del trabajo

cruzando por las venas

de esta ciudad llena de zetas

cuyo nombre, a veces, nos cuesta pronunciar.

 

Cuando se tranquilicen

los semáforos,

me invitarás a cenar en ese restaurante

que tanto nos gusta,

te desafinaré una canción de cumpleaños

mientras soplas feliz las velas

de los deseos que aún faltan por venir.

 

                 

BANDERAS BLANCAS

 

A la memoria de Francisco Umbral

 

Ordenando la casa

el azar nos devuelve trozos de memoria

que creímos perdidos. La carta

de esa novia

que se fue con el frío

y con otro,

la entrada de un concierto

con la que entré también

en una cama, las fotos

de una noche.

 

Inquietos aparecen,

ordenando la casa, esperando su turno,

los poemas antiguos que creímos perdidos,

inquietantes, bilis como preguntas

de una comisaría, marchados para siempre pensaste.

Hacen muecas forzadas y tratan

de parecer amables, mueven banderas blancas

y has de admitir que a veces

te causan la sonrisa.

 

Encuentro, como un beso robado que provoca

y huye,

aquellos versos que decían la noche oscura

y suave de dos cuerpos.

Me asalta, niña rubia perdida

en la noche del agua,

aquel poema que se abría

con una cita de Fernando Sanmartín

y que hablaba

de un siete de espadas clavadas en la arena.

O aquella habitación en Santander,

ascética y triste

como la sopa de un convento.

 

Encontrarme con ellos. Reconocer

su aspecto

como alguien presentado en una fiesta antigua,

familiar e insólito,

como el hombre que,

con un plumero en la mano,

y rodeado de cientos

de libros y de trastos,

se mira en el espejo.

*Un cuadro del gran artista Dino Valls (Zaragoza, 1959), uno de los grandes intérpretes actuales de la denominada "Nueva figuración".

3 comentarios

Enrique -

Y muchas gracias también a Alex Nortub, cuyo blog acabo de descubrir y me parece espléndido.

Enrique -

Mil gracias otra vez, Antón. Un fuerte abrazo, Enrique.

Alex Nortub -

Nada había leído hasta ahora de Enrique Cebrián. Ha merecido la pena leerlo aquí y saber que uno puede seguirle la pista. Muy sugerente la pintura de Valls