IRENE SÁNCHEZ CARRÓN: TRES POEMAS
Siempre me gusta descubrir poetas. Ayer me llegó un poemario de Irene Sánchez Carrón (Navaconejo, valle del Jerte, Cáceres, 1967), que ya fue premio ‘Hermanos Argensola’ en 1997 con Porque no somos dioses. El libro se titula Ningún mensaje nuevo (Hiperión. XII Premio Internacional de Poesía ‘Antonio Machado en Baeza’), y podríamos decir que es un poemario de amor: un intento constante de diálogo con el otro, de exaltación de la memoria y de lo cotidiano. Posee una atmósfera nítida y veraz, y un lenguaje transparente, matizado de juego, de duende y de ironía.
Esta mañana, el volumen rosáceo nos acompañó a la parada a Sara y a mí. Leímos primero un cuento infantil de una vaca que quiere ser otra cosa –Qué presumida eres, Paca, una edición aún inédita de Blanca BK y Jesús Aznar-, y uno de los textos de Irene Sánchez. Al terminar de leerlo, Sara me dijo: “Ah, pero eso era poesía, ¿no?”. Era poesía, es poesía.
Transcribo algunos poemas:
TRUCOS
Y también si dudar
Me los dejó en un plato y se fue a tientas.
Ángel González
Tras lavarte la cara, te has sentado frente al espejo
y con un algodón empapado en un líquido misterioso
te has borrado los ojos y las pestañas.
Después he visto cómo retirabas la nariz de tu rostro.
La boca te ha costado despegarla,
pero al final lo has conseguido.
Por último, te has sacado los ojos
y, a tientas,
has regresado al mundo.
VINISTE
Y SALIMOS AL BALCÓN
A VER LA LUNA
Los dos vemos la luna.
La tuya está muy lejos,
a miles de kilómetros del suelo.
La mía se pasea
por todos las orillas de la Tierra.
La tuya está compuesta
de no sé qué metales, me comentas.
La mía es miel helada,
fría plata, dolor, desasosiego.
Tu luna es un satélite
que gira solitario en su sistema.
La mía es una diosa
que agita el corazón y las mareas.
Tu luna está en el cielo,
con cráteres, océanos, desiertos.
La mía está en tu cuerpo
con fuego, sal y sed, hambre y deseo.
MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO
Sentada en la piedra de siempre
te esperaba.
A la orilla del tiempo
escribía mis versos en el suelo
mientras atardecía el valle
y la línea de sombra
ascendía despacio
por la otra ladera.
Inmóvil deshojaba la solitaria flor del desaliento.
Vendrá. No vendrá.
Cuando lleguen las sombras a la casa,
cuando el último rayo acaricie la cumbre…
Y tú volvías siempre
con los bolsillos llenos de calor
cuando empezaba el frío.
*La fotografía es de Leonardi di Caprio y de Kate Winslet. Casi una historia de amor en el cine.
3 comentarios
Javier Figueiredo -
Niggerman -
Se agradece que le hablen a uno con sencillez y ritmo. Que no como otros sedicentes poetas de Hoy y de Aquí.
Los chicos son muy intuitivos para estas cosas: si le preguntas a Sara, igual obtienes, querido Antón, una interesante respuesta de qué es y cómo es la poesía. José María Valverde, por ejemplo, lo hizo con buenos resultados.
Saludos cordiales.
Miguel Ángel Yusta -