LA MOV: BELLEZA, ELEGANCIA Y VARIEDAD EN EL PRINCIPAL
Hubo un tiempo en que frecuentaba casi todos los espectáculos de danza que había en Zaragoza. Fue, especialmente, en los años de El Día de Aragón, que era una magnífica escuela de aprendizaje del periodismo; allí tenías la sensación de que debías aprenderlo todo y se daban las condiciones para ello. Asistí a muchos espectáculos de danza: Mats Eks y Ana Laguna, Maya Plitseskaya, Matilde Monnier, hasta vi un inolvidable espectáculo de danza-teatro de la inolvidable Cipe Lincovsky, Danat Dansa, Gelabert & Azzopardi, y por supuesto las producciones de bailarines y coreógrafos aragoneses: desde María de Ávila hasta Víctor Ullate, para acabar en el malogrado Mauro Galindo, director del Ballet de Zaragoza durante algunos años.
La siempre amable Elena Parra me insistió en que viese el espectáculo de la nueva compañía La Mov, que dirige Víctor Jiménez, una formación zaragozana llena de entusiasmo y de profesionalidad que ha ido depurando su primer espectáculo: El Trovador. Anoche, La Mov ponía en escena tres piezas muy distintas: ‘Ostinato’, ‘Nosotros, y ‘Lo que el cuerpo recuerda’. La primera es una obra de Antonio Ruz, responsable de la coreografía, con música de John Corigliano y con un pianista en directo: José Luis Franco. La escenografía, totalmente despojada, hasta el punto de que muestra las vísceras del propio Teatro Principal y algunas manchas y escorchones, ha sido elaborada por Daniela Presta. La obra está inspirada en la VII Sinfonía de Beethoven, y consta de dos partes o periodos. Se trata de una obra difícil e intensa, minimalista en algunos instantes, que tiende a la abstracción, y que propone un universo lleno de paradojas: la lentitud y el vértigo, el sosiego y el desorden, formas de oleaje, manos como pájaros, la tensión de los cuerpos, que arrancan convulsos o agarrotados. Hay una pureza esencial en la primera pieza: todo es contenido, sobrio, de una interpretación hacia dentro, y está resuelta con duetos y con movimientos de masa. El resultado final es una pieza de una extraña elegancia, inquietante por la danza misma y por esa música abrupta, como desgajada de una sinfonía., de ahí que resulte espasmódica.
La segunda pieza, ‘Nosotros’, es una creación de Davy Brun, tanto en coreografía como en escenografía. Se trata de una obra, subrayada por una efectiva música del Renacimiento francés, con ecos irlandeses o célticos en algún momento, en la que su autor realiza un ejercicio complejo que va de lo individual, o del paso a dos, a lo coral. Aquí el escenario es como una gran caja negra, que lo mismo evoca a Caravaggio que a Ribera, en la que se mueven los bailarines. Es éste un proyecto igualmente medido, más dinámico que el anterior, más ameno si puede decirse así. Los bailarines exhiben una gran variedad de recursos y parecen explorar un enigma de identidad o de relación entre ellos. ‘Nosotros’ es una coreografía dinámica y variada, llena de sutilidad y energía. Podríamos decir de ellas que es una apuesta por la plasticidad y por la comunicación inmediata con el espectador, y por tanto se caracteriza por su vena más clásica.
Víctor Jiménez es el director de La Mov y un excelente bailarín que ha trabajado con Víctor Ullate y con Maurice Bejart. Su repertorio es extraordinario: aún recordamos su diálogo corporal en El Trovador con la sílfide Rut Miró. Víctor Jiménez es el responsable total del tercer baile, coreógrafo luminoso y escenógrafo. ‘Lo que el cuerpo no recuerda’ es una pieza de carácter onírico que explora diversos sentimientos y relaciones entre los personajes. Habla de la soledad, de la pasión, del abandono, de la incomprensión, del dolor, efectúa todo un cántico de los límites imprecisos del cuerpo con elementos de misterio y de desgarro. Hay duetos espléndidos, lo más justo sería decir que todos lo son, quizá los dos últimos resulten los más rotundos: el penúltimo es delicioso, incluye un desnudo muy artístico, y el último tiene algo de torbellino. Jiménez ha creado una pieza brillante, muy variada estilísticamente, donde los bailarines dan la medida de su estupenda formación y de su ambición. La música de Bach y Palestrina es lo suficientemente expresiva para matizar este universo de sentimientos, de delirios, de sueños y de heridas.
En este espectáculo, cuidado y exquisito en muchos momentos, La Mov se revela como una gran compañía: seria, imaginativa, trabajadora, capaz de llevar a cabo importantes empeños. La Mov, por lo que hemos visto y por lo que vemos, no parece que vaya a ser flor de un día ni un capricho pasajero: hay cuerpo de baile, hay ambición y reflexión, hay sentido de la belleza y se percibe una apuesta por la investigación, por la calidad y por el compromiso con la danza. Queda función hasta el lunes, y un proyecto así merece espectadores, muchos más espectadores.
[La Mov está formada por: Víctor Jiménez (director); Silvia Aured (ayudante de dirección). Cuerpo de baile: Emma Garau, Cristina García Fonseca, Elena Gil Mas, Gabriela Gómez Abaitua, Ana Belén Sanz, Sergi Amorós, Samuel Déniz, Julián Juárez, Kenji Matsuyama Ribeiro. Coreógrafos invitados: Dani Brun y Antonio Ruz. Pianista invitado: José Luis Franco. El pintor Jorge Gay ha colaborado en el diseño de luces de la última pieza. El equipo es más extenso… Esta foto fue realizada por Oliver Duch para Heraldo de Aragón.]
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