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Antón Castro

USE LAHOZ: DIÁLOGO SOBRE SU NOVELA 'LOS BALDRICH'

USE LAHOZ: DIÁLOGO SOBRE SU NOVELA 'LOS BALDRICH'

[Hoy, cuando andaba por Buñuel y por Tudela con Eduardo Laborda y con mi hija Aloma, me ha llamado el joven escritor Use Lahoz, hijo y nieto de aragoneses. Su madre es de La Almolda y su padre de Hoz de la Vieja. Publica la novela Los Baldrich en Alfaguara con un intenso lanzamiento. He aquí una breve ficha: Use Lahoz nació en Barcelona en 1976. Publica en medios como El Periódico de Catalunya, El Viajero de El País o Qué leer. Es autor de la novela Leer del revés (2005), distinguida en el Festival du Premier Roman de Chambery, y del libro de poemas Envío sin cargo (2007). El propio autor me envía esta entrevista realizada por el gabinete de comunicación de Alfaguara, con Rosa Junquera al frente. La foto de Use Lahoz es de Óscar Carriquí.]

 

PREGUNTA: La primera pregunta es inevitable. ¿Existieron de verdad los Baldrich?

Los Baldrich no han existido más que en la ficción, pero a menudo, después de tantas horas con ellos, de tan ficticios que son me parecen más reales que el autor. Posiblemente estaban dormidos en mi interior, y como en casi todas las historias, en esta hay una pequeña parte endógena y una gran parte ficticia.

Para mí, lo más importante de una novela es la historia, y que esta sea lo más fascinante posible. Quería hacer una novela de personajes que abarcara parte de la historia última de España y que se emparentara con la quimera de un personaje emprendedor y brazo derecho de sí mismo. Me interesaba poner en juego a unos personajes en situaciones que puedan arrancar la conciencia del lector y que generen preguntas y sentimientos contrariados. Creo que Jenaro Baldrich, en ese papel de magnate y patriarca de una familia que no puede dominar, promueve muchas interrogaciones. A Jenaro se le puede admirar y se puede odiar al mismo tiempo. Me gustan los personajes arrepentidos, que no se van a tiempo y que se arrepienten y tienen que vivir con ello. Baldrich es un personaje camaleónico, con mucha personalidad, que nunca muestra debilidad por el desmembramiento familiar, ni mucho menos que sufre por las cosas perdidas. En ese sentido quería hacer una saga clásica, pero con un narrador poco clásico.

 

P: ¿Por qué un narrador tan ajeno a la familia para contar la historia de los Baldrich?

Como en casi todo en la vida, en literatura también son importantes la distancia y el tiempo, por eso el narrador de Los Baldrich es un personaje ajeno a ellos. Gracias a eso vive con pasión e intensidad la vida de una familia que no es la suya, pero que paulatinamente va asumiendo. Nunca se dice de donde viene porque eso no importa, es lo de menos.

 

P: La historia de la España de la segunda mitad del siglo xx acompaña en todo momento a la familia. ¿Se trata sólo de un marco en el que ubicar a los protagonistas o es un personaje más?

La historia del último siglo en España es trágica, pero tiene un punto fascinante y perfecto para enmarcar una historia. Desde los años cincuenta hasta los noventa los cambios y los avances tecnológicos, políticos, sociales, artísticos son muchísimos. Es un marco propicio para poner en juego a unas generaciones que sueñan pero que enseguida renuncian a lo soñado. Me interesa ese espacio en el que se pasa de ser un país auténtico, espontáneo, a un país de nuevos ricos, seducido por “lo razonable”.

 

P: Los Baldrich es la historia de una ambición, la de Jenaro,  un hombre que se vale de la amistad y de la confianza para lograr el éxito empresarial y que impone una tensión familiar asfixiante. ¿Coincidía con los patrones de la época?

Jenaro es un tipo que se desdobla en su propia necesidad de controlar todo y a todos, le traiciona el hecho de ser demasiado conservador con su revolución interna. La historia de Jenaro Baldrich debe mucho a la ilusión de querer dar forma a su quimera, ya que tan pronto descubre que su sueño es real, se deja llevar por “los pies en la tierra” y “la sangre”, y eso le lleva a despreciar el sentido de la amistad. Yo creo firmemente que se arrepiente en su fuero interno de muchas cosas, pero nunca lo dirá ni se le notará. Con el tiempo, Jenaro pasa con más facilidad de la que imaginaba, y con una absoluta falta de memoria, de la ambición a la avaricia desmedida. El sueño del cosmopolitismo lleva a Jenaro Baldrich a tener muy claro lo que quiere y a tratar de conseguirlo al precio que sea, absorbiendo grandes dosis de cinismo. La Barcelona de la época era muy propicia para gente como Jenaro, sin escrúpulos y con dinero, pero sobre todo con un proyecto. En ese aspecto, por supuesto que coincide con los patrones de la época, puesto que Jenaro sabe relacionarse, manejar sus intereses, y a golpe de inventio y estraperlo, se hace un hueco con su atrevimiento y con su independencia y, dicho sea de paso, “adelantándose” al régimen franquista.

 

P: El propio Jenaro, con su affaire con Francesca, acaba traicionando el buen apellido de la familia. ¿Es Sagrario la única que permanece hasta el final en el lugar que le ha sido asignado?

Francesca es producto de su conquista, de su cosmopolitismo. Es ella quien le hace sentir como a él le gusta en privado, es lo desconocido que atrae a los cobardes con poder. 

Sagrario es víctima de su condición humilde. Y eso es algo que no le deja crecer. Por tanto, el lugar que se le ha asignado es ese, el de la señora de, lo que pasa es que en realidad ella no se atreve ni siquiera a serlo porque se avergüenza de sí misma y puede que sepa que ese universo no debería de haberle correspondido.

 

P: El fútbol ocupa en la vida de los personajes un lugar tan importante como los negocios…

El fútbol es pasión y acompaña a esos personajes toda la vida. Para Mateu es algo más, lo ha vivido desde pequeño y muchas de sus ilusiones de niño se han proyectado en su equipo. En cambio para Jenaro es una distracción, un ambiente adecuado para generar más relaciones sustanciosas. Podemos decir que Mateu siente los colores de su equipo, Jenaro siente los colores del dinero.

 

P: Tal vez Jaime, el hijo mayor de Jenaro, sea el personaje más desvalido emocionalmente, no acaba de encajar en ningún lado…

Jaime no forma parte de lo razonable, es capaz de sentarse al lado de un campesino y entablar conversación, por lo tanto no es un Baldrich como su padre pretendía.

En realidad, Jaime Baldrich es un personaje que transita por los márgenes de su apellido. Siente que no le pertenece. Es el primer hijo de Baldrich y en él se proyecta la frustración de un padre que no lo acepta pero jamás lo desprecia. Jaime no quiere querer a su familia, pero no tiene más remedio que quedarse con ella. Tiene un peso fundamental en la novela porque representa la debilidad, la fragilidad del ser humano, la incertidumbre. Es un personaje lleno de preguntas, perdido en el laberinto de su estirpe, que no encuentra su lugar, y en ese sentido es muy contemporáneo. Es el contrapunto a su padre porque no ven la vida de la misma manera.

Ahora bien, es probable que si Jaime hubiera sabido la verdad, y se la hubieran sabido transmitir, no hubiera pasado lo que pasa. Además, Jaime tiene un trastorno mental al que nadie se enfrenta y sobre el que todos pasan de puntillas. No obstante, la incomunicación entre Jaime y su familia es total. Su mayor problema es que cada vez que encuentra cómplice se le acaba yendo, primero es Roger, después Nati y finalmente Ignacio Párbole, con cuya marcha ya no puede lidiar, ¿para qué?

 

P: El otro hijo, Rodrigo, parece representar la gran esperanza para Jenaro. ¿En qué momento se tuerce esa relación?

Rodrigo avivaba los sentidos delante de su padre, pero era incapaz de pedir que le echaran una mano, y así acabó siendo leña. La relación se tuerce cuando Jenaro descubre que su hijo es más de recoger los frutos que de sembrarlos. Jenaro es un tipo emprendedor, visionario, muy trabajador. Su padre le supo transmitir esa dedicación, pero él tiene dificultades para hacerlo con los suyos.

 

P: Nati es la única que consigue alcanzar un modelo de familia en el que priman la amistad, el amor y la comprensión. ¿Ha caducado el modelo de la familia tradicional española?

La familia tradicional permanecerá siempre, pero en la vida actual hay otros tipos de familia. La gente se mueve mucho, vive fuera de casa, en otros países, y tiene la necesidad de hacerse sus otras familias en otros lugares. Es normal.

En muchas familias ocurren situaciones absurdas, casi surrealistas, en las que primos y hermanos que no se soportan, o que ni si quiera se conocen porque no tienen nada en común, tienen que comer juntos el día de Navidad, por suerte, hoy en día, tienen la oportunidad de hacerlo con la tele puesta, lo cual ayuda a evitar daños mayores. Ese tipo de familia está condenada a extinguirse. Puede parecer un tópico pero es cierto, la familia es una imposición y los amigos no. La propia Nati Baldrich acaba teniendo dos familias y convive con ellas.

 

P: Resulta muy interesante la forma en que se describe la evolución de la fisonomía de Barcelona con el paso de los años. ¿Es muy diferente la Barcelona de hoy?

Sin duda es muy diferente. Es una ciudad donde todo el mundo tiene su parcela. Barcelona ha cambiado mucho en los últimos treinta años. Sigue siendo una ciudad fantástica, pero es víctima de su propio éxito. Ha conseguido convertirse en un hotel de lujo. Me interesa esa Barcelona de Los Baldrich, la Barcelona como miscelánea mediterránea, puerto de ilusiones emprendedoras, negociante,  exportadora de sí misma, como el propio Baldrich.

 

P: Hablando de ciudades, ¿Madrid y Barcelona son un marco o más bien un personaje?

Son las dos cosas a la vez. Madrid se presenta como ese espacio propicio a las casualidades, que va absorbiendo gente sin preguntar de dónde vienen. Madrid es la ciudad en la que todo es posible. Y cuando vives en ella, te das cuenta de que es cierto. En la novela hay una casualidad que sólo es creíble en Madrid, porque las relaciones humanas son mucho más directas, más de contacto físico que de teléfono.

Por su parte, Barcelona es fundamental en el desarrollo de Jenaro Baldrich y en la formación de su personalidad. Los dos van creciendo juntos.

En cierto modo sí que es un homenaje a dos ciudades con formas de vida diferentes pero complementarias, que son marco y personaje a la vez. La historia de Los Baldrich de ninguna manera podría darse en otras ciudades que no fueran estas.

 

P: No obstante también hay sitio para Argentina…

Sí, el Buenos Aires de las cartas de Ignacio Párbole es un universo completamente distinto al de la Barcelona de Sagrario. Son lo opuesto. Luego se gira la tortilla y mientras uno recupera la dignidad el otro está siendo fulminado. La dictadura militar del cono sur fue algo tremendo, salvaje. Barcelona acogió a muchísimas familias de exiliados argentinos y uruguayos en los finales de los setenta y principios de los ochenta. Yo mismo crecí en Barcelona con compañeros de clase argentinos, que siendo niños contaban traumatizados, pero sin saber conscientemente lo que contaban, episodios durísimos cuyo recuerdo los hacía llorar en el patio a las primeras de cambio. Luego viví mucho tiempo en Montevideo, donde hice grandes amigos uruguayos que habían vivido el exilio en una Barcelona que les recibió muy cordialmente y que no había manera de que olvidaran.

 

P: Jaime, Roger Segura e Ignacio Párbole comparten una intensa afición por la música. ¿Es ésta  un modo de escapar de la realidad que los rodea?

Es difícil entender la vida sin música, es evidente. En esos años formaba parte del presente y futuro de la propia personalidad de cada uno. Cada disco se diseccionaba y se compartía, les hacía sentir, pensar, compartir y también fantasear, claro que sí.

 

1 comentario

Gonzalo Fanlo -

Muy Buenas,

No hace mucho leí una entrevista al escritor Use Lahoz en la que hablaba de su relación con Aragón, y de sus veraneos en el pueblo La Hoz de la Vieja.
Resulta que mi madre es de dicho pueblo y de muy niño cuando yo veraneaba allí, Use y yo éramos vecinos y amigos aunque perdimos el contacto hace muchísimo tiempo; agradecería si me puedes enviar su dirección de mail para saludarlo, pues nunca volví a saber de él.

Gracias por anticipado

Un abrazo

Gonzalo