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Antón Castro

JESÚS RUBIO RESCATA LOS CARICATURISTAS DEL TEATRO

JESÚS RUBIO RESCATA LOS CARICATURISTAS DEL TEATRO

Jesús Rubio Jiménez es un estudioso incansable capaz de editar a Gustavo Adolfo Bécquer y de analizar la trayectoria pictórica del poeta y su familia, rescatar las cartas de Galdós y Clarín, escribir por extenso del teatro universitario en Zaragoza o presentar la pintura de Ricardo Baroja. Quizá por ello a nadie le sorprenderá uno de sus últimos trabajos: ‘Retratos en blanco y negro. La caricatura de teatro en la prensa (1939-1965)’ (Centro de Documentación Teatral, CDT), que se presentaba ayer en la Asociación de la Prensa de Madrid. Jesús Rubio explica que esta obra, que incorpora un CD, surge una vez que el CDT hubiese digitalizado “varios miles de caricaturas teatrales y del mundo del espectáculo, en concreto 107.111, a partir de folletos, publicaciones periódicas, prensa, etc. Éste es como un ensayo para abrir boca; para terminarlo ha sido decisiva la labor de la documentalista Lola Puebla”. Rubio considera que la “caricatura teatral aporta una visión importante de este género, que no fue en modo alguno marginal ni secundaria, especialmente en la primera mitad del siglo XX”. El autor reflexiona sobre la ‘caricatura escénica’ que “invita a ver las escenas como cuadros y el teatro como pintura en movimiento”.

Jesús Rubio realiza un estudio introductorio que le permite repasar la historia de una disciplina que alcanzó prestigio y maestría en Francia, y que luego tuvo en Goya, a través de sus ‘Caprichos’, al primer caricaturista moderno. Posteriormente, la gran eclosión se produciría en los años 20 con figuras de primer nivel, que el autor analiza, y alude en varias ocasiones a la importancia que tuvo HERALDO en la difusión del “caricaturista como pintor de la vida moderna”. Recuerda que ya en 1902 se publicaron caricaturas taurinas; posteriormente, aquí realizarían sus trazos y sus retratos ágiles, a vuela pluma, que seleccionan un perfil o acentúan un defecto, grandes artistas como Ugalde, Bon, Ricardo del Arco, Sileno. Todos ellos, junto a Antonio Mingote, adquieren un gran protagonismo en la caricatura y viñeta teatral de posguerra, y lo abordan todo: retratos de actores, apuntes sobre la temporada teatral en los duros años del franquismo, cuadros de grupo o ‘galería de celebridades’.

El caricaturista más representado en el volumen, repleto de ilustraciones, es el turiasonense Francisco Ugalde Pardo (Tarazona, 1903-Madrid, 1978), autor de series como ‘Siluetas del Paseo’ y de una espléndida colección de caricaturas teatrales de Zaragoza, que llamaron la atención de la Juan Ignacio Luca de Tena, que le contrató para ‘ABC’ y ‘Blanco y Negro’. En 1957, cuando recibió un homenaje en Tarazona, dijo que habría realizado más de 70.000 caricaturas, y aún le restaban más de veinte años de vida. En 1956 decía a HERALDO que de “un modelo que no tenga ningún defecto físico, se puede conseguir una buenísima caricatura. Lo que sucede es que cuando una caricatura se nos niega, acostumbramos a decir: perdone; pero usted no tiene caricatura, con lo que el interesado se queda tan contento. Y es que muchas veces las caricaturas se empeñan en no parecerse a las originales”. Manuel del Arco comenzó en estas páginas, y consiguió la fama en Barcelona: retrató (con sus líneas rápidas y con sus preguntas sorprendentes) a todo el mundo con un estilo muy personal. “En la presentación en Madrid quiero reivindicar la importancia de la caricatura aragonesa, a través especialmente de Ugalde, que fue un gran amigo de Paco Martínez Soria y un talento incesante, y de Ricardo del Arco, también un gran entrevistador”. También cita a Bayo, “puede ser Manuel Bayo Marín”, y al aludido Sileno, cuyo verdadero nombre era Pedro Antonio Villahermosa Borao (Zaragoza, 1870-Madrid, 1945), vinculado a Prensa Española, que lo mismo realizada comentarios gráficos de los grandes hechos del momento que viñetas de humor teatral. Jesús Rubio dice que llegó a ver una increíble maleta de dibujos de Ugalde, que la tuvo entre las manos.

En el libro, aragoneses al margen, se citan una pléyade inmensa de grandes caricaturistas que, poco a poco aunque jamás del todo, sería suplantados por la fotografía. Esta caricatura es de Manuel del Arco.

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