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Antón Castro

JOSÉ AGOSTINHO BAPTISTA: TRES POEMAS

JOSÉ AGOSTINHO BAPTISTA: TRES POEMAS

ERES LA MADRE DEL SOL

 

Eres la madre del sol,

señora mía que tejes la alegría del hombre.

Tus agujas brillan sobre la nieve.

El alce de las montañas viene a beber a tu lado,

en el regato junto al alpendre donde estás sentada,

como si no pensaras.

Tus hijas bailan,

del otro lado del bosque,

mientras esperan los príncipes que durante el

sueño las amaban.

Sus tranzas se sueltan y se sueltan las hojas

leves

del árbol sin nombre.

Tú esperas que termine el día.

Tus dedos se mueven como las nubes que

pasan en los cielos de oriente.

A veces, cantas.

Y tu voz, llevada por el viento,

llega muy deprisa a la soñolencia de los pájaros.

Sobresaltados, ellos despiertan.

Sus alas perfectas

explican los sueños de Dios, la invención

del mundo.

Eres la madre de las aguas que corren,

señora mía que viajas en la cadencia de las

barcas.

Los remadores te aman como aman la

visión de los peces locos.

Por eso bendices los cardúmenes,

el milagro de los mares.

Por eso te arrodillas,

ahora que tus hijas regresan, sin

temor,

sanas y salvas.

El alce también regresa a la nieve donde tus

agujas brillan.

 

Y ENTONCES ÉL DIJO

 

Y entonces él dijo:

quiero ir de pie, en el último combés,

cuando el sol cae,

cuando la gran luz se apaga en el otro rincón

del cielo.

Quiero

que el albatros se pose en mi pensamiento,

que sus alas estén eternamente abiertas

en el aire.

Pero sólo la gaviota solitaria se acercó,

persiguiendo el cardumen,

gritando roncamente,

como si llamara.

Y entonces él dijo:

mar,

quiero que seas siempre azul,

mar profundo,

mar de adentro, mar de mi alma.

Pero el mar no me contestó.

La gaviota voló en picada sobre el combés y

ahí, hasta hoy, quedó

como una estatua pura, una estatua de sal.

Y entonces él dijo:

¿para dónde iré,

cómo podré navegar,

cómo podré secar estas lágrimas que bajan

por mi rostro,

cómo podré volar si no veo las alas de mi

amor?

Pero nadie contestó.

Y ahora hay quien lo vea, de pie, en el último

combés,

al lado de las plumas blancas, de la estatua pura.

 

LANZAD

 

Lanzad,

sobre mi cuerpo cansado del mundo,

los pétalos ya sin brillo de las flores de la

mocedad,

lanzad sobre mí las estrellas que vi antes del

exilio,

en el país de los días conmovidos,

escribid,

en la piedra blanca,

en el mármol pulido,

mi nombre traicionado

y todos los nombres que no amé, que no tuve,

y se apagaron en el humo de mis labios fríos,

coronad de rosas del cielo

mis cabellos que aún vuelan por

los caminos de la tierra,

mis cabellos que caen más cerca

del lodo y de las raíces,

cantadme una canción más,

pues sólo el lamento de los violines

podrá redimir mi pecado y mis sueños,

rasgando la sombra maligna,

los oscuros velos del norte,

su asombro,

dadme de beber,

una vez más,

el licor ardiente de los valles que duermen entre las

montañas del fuego,

dadme lo oculto de los cactos y del

cereal molido,

dadme las heridas de los mártires que en

los desiertos del amor

buscan,

año tras año,

un rostro amado y puro,

haced,

en el fondo de mi pecho,

un cofre de nostalgia y oro,

un lugar de cenizas donde el tiempo vuelve a

la secreta luz de las casas,

al pequeño sol de los candelabros,

encended,

en el relieve de mis hombros acostados,

las velas que arden más tarde,

junto a los moribundos,

con su olor de aceite,

con su llama trémula que alumbra los

retratos de los rostros perdidos,

dibujad,

en la cal de las paredes,

las extrañas trepadoras de la noche,

el bosque por donde caminan los niños del

otoño,

arrancando las plantas del silencio,

acechando la amenaza de la hiena y del tigre,

anunciad,

en las altas torres de las iglesias,

con campanas de profundo timbre y bronce,

la hora de la hostia,

la hora de mis versos antiguos, ardiendo.

 

Tres poemas del libro ‘Esta voz es casi viento’ de José Agostinho Baptista, que edita estos días Baile de Sol traducido por Celina Martins. La foto es de Pascal Renoux y la elegido porque me parece muy sugerente y poética con esa tensión entre el color de los digitales, el rostro desenfocado de la joven y el cielo.

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios

Niggerman -

Esto ya como que sí... En particular --pero es quizás tan solo cuestión de gustos-- el tercero.

Y no
no
otras cosas que
forasteras

con razón forasteras

salen por ahí
abajo.

Saludos.

Carlos Miragaya -

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No todo leídole he. Lo leeré máñana. Despacio. En mi Ab der Fisch. Mí ADF. Mi BÜRO. Con mi Café con Leche primero del día y 'mi' RP - Noticias de Düsseldorf y Región. Para amanecer al día, despertar.