UNA BREVA DE ACERCANZA
UNA BREVA DE ACERCANZA
Mi madre, Carmen de Castro, se quedó coja unos meses antes de la muerte de mi padre. La cojera la lleva con idéntica proporción de pesar y de calma. Hay momentos en que dice: “Qué desgracia, esta pierna”. En otros momentos, cuando se sienta en una silla en la bañera y se lava sola, y suele hacerlo por la mañana y por la noche, comenta: “Podría haber sido mucho peor. Pero lo peor, lo peor fue la muerte de tu padre, el único hombre al que he querido”. Sale al pequeño jardín y busca desperfectos que arreglar: le molestan unas incómodas ramas, le molestan los pelos blancos de la perra Noa, diseminados por cualquier sitio. Siempre está haciendo algo, siempre está con la escoba en las manos. Es un manojo de nervios y de tareas aplazadas. Si no tiene faena, me pregunta: “¿Les has dado de comer a las perras hoy?”. Cuando le contesto, se sienta en las escaleras del porche y mira el cerezo, el guindo, la higuera. Entonces, yo salgo del estudio y le cojo una breva, se la pelo suavemente y se la doy con su exuberancia de miel. Ella me mira, con el bastón reclinado, y me dice: “¡Tantos años fuera de casa! ¡Nunca sabrás lo que habría dado yo por tu acercanza!”
*Fernando Valls, ese caballero de letras que pierde la cabeza por las palabras y por algunas mujeres bonitas (desde Gemma Pellicer a Yelena Isinbayeva, pongamos por caso), ha iniciado una campaña de defensa de la palabra acercanza. Esta ha sido mi contribución. En la foto del gran José Antonio Melendo (si no existiera deberíamos inventarlo), está mi madre, Carmen de Castro, con su nieta Sara. La foto corresponde al pasado martes, en Torre de los Abejeros, en Garrapinillos, el día en que cumplí 50 años. Melendo fue una de las sorpresas de la fiesta.
3 comentarios
mayusta -
Bicos...
(¡Cómo ha crecido Sara en poco tiempo...!)
Joaquin -
Saludos
Joaquín
Beatriz -
Un abrazo
Beatriz ("la que venía sólo los domingos")