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Antón Castro

SERGIO DEL MOLINO, HOY, EN CÁLAMO

SERGIO DEL MOLINO, HOY, EN CÁLAMO

Sergio del Molino (Madrid, 1979), escritor y periodista de variados registros, salió un día de paseo y en la Feria del Libro Viejo y de Ocasión encontró “un buen fajo de panfletos de propaganda nazi (…) que procedían de una biblioteca particular de Zaragoza”. El librero no quiso darle más información, pero el escritor halló ahí un tema donde saciar su curiosidad. “Soy, así, obsesivo y cotilla”, dice. A partir de entonces, redactó una nota en su blog y rápidamente un amigo historiador le puso tras una pista que acabaría siendo el filón que busca: los alemanes del Camerún que llegaron a Zaragoza en 1916 y permanecieron aquí hasta 1956, aunque sus antepasados siguen viviendo en la ciudad y cultivando el arsenal de los recuerdos.

A lo largo de tres años, el periodista de ‘Heraldo’ y autor del volumen de relatos ‘Malas influencias’ (Tropo, 2008), realizó infinidad de pesquisas, y lo que podía haber sido un cuento extenso o una novela ha acabado siendo “un reportaje largo” que se lee como una novela donde interviene el autor y el investigador. Esas pesquisas le llevaron a Albert Einstein, claro, al cónsul Gustavo Freudenthal, a Alfonso Kurtz, el fabricante de salchichas, a los jefes nazis que hubo en Zaragoza, al arquero y suicida Erich Noak y a Peter Recknagel, que fundó una empresa puntera: la limpieza en seco de Tinte de los Alemanes.

En los dos primeros capítulos, Sergio del Molino viaja al mundo colonial de Camerún y a la presencia alemana, bastante apacible hasta que se produjo la I Guerra Mundial y fueron expulsados, tras estupendas peripecias que le invitan a glosar ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad. Acosados por sus enemigos, se refugiaron en la embajada de España, que era país neutral, en Guinea Ecuatorial. Y de allí viajaron en barco y en tren hacia Pamplona, Alcalá de Henares y Zaragoza, adonde llegaron 347 alemanes. Algunos de ellos, eran tan pintorescos como Paul Bieger, que se paseaba por la ciudad con un vestuario de colono y con un nativo negro, Nsango. Aquellos alemanes pronto organizaros sus orgías en el Royal Concert, suscitaron admiración y recelo, y poco a poco fueron dejando su huella. Ante su poderío económico, los periódicos incluso llegaron a redactar la publicidad en español y alemán. Trajeron el fútbol al nuevo ‘Campo de los Alemanes’, crearon un equipo correoso e invencible, en los primeros años, fundaron el Colegio Alemán e incluso un pequeño Barrio Alemán en el entorno de la calle Cervantes. Y en su pequeño cementerio, donde se enterrarían algunos soldados caídos de la Aviación Cóndor, solían jugar los domingos, y abrigar a sus muertos, antes de la merienda que ofrecía Alfonso Kurtz, un personaje enigmático que estuvo preso en Siberia, según él dijo. El trabajo está lleno de matices, de grandes personajes (como Albert Schmitz, Gustav Seeghers, Wilhem Canaris, vinculados al nazismo y al espionaje, o el ya citado Bieger, cuyo nieto ha ayudado a Sergio y le ha revelado que quiere escribir una novela sobre él), de juegos de espejos, de información y de pasión por el oficio de contar. Sergio del Molino desvela un insólito episodio de la historia de Zaragoza, lleno de recovecos, de episodios muy variados y de historias secretas. El libro, como se puede intuir, es un hermoso canto al periodismo.

 

Soldados en el jardín de la paz. De Sergio del Molino. Presentación esta tarde, a las 20.00 en Librería Cálamo. Intervienen: Javier Rodrigo, Paul Bieger (nieto del Paul Bieger del libro, aquel alemán que paseaba con traje blanco de colono y criado de color) y Chusé Aragüés, editor de Prames.

1 comentario

juanroyo -

que buena pinta! a ver si me lo pillo!