CALVOMOÑACO / 12. AL MODO DE DUBUFFET
Mormeneo es un tipo obsesivo. Cuando descubre una música la pone una y otra vez, cinco o diez veces seguidas, es como si una interpretación, una melodía o una determinada voz le pautasen la vida y su estado de ánimo. Le ocurre con ‘El soplo en el recuerdo’, el nuevo álbum de Adela Martín, le ocurre con el primer álbum de Gary Geld and The Dead Monegros, esa mezcla de rock y folk country que desarrollan Yann Leto, Cecilia de Val y su banda. Antes oyó hasta el aburrimiento a Quique González, La Bien Querida, Russian Red o Javier Ruibal. Y antes o después oyó a Igor Stravinski y a Carlos Núñez, y los fados tranquilos de Carlos do Carmo. Escucha a todas horas a Enya, que es una banda sonora de lo céltico, de la delicadeza y casi un subrayado inadvertido de sus horas ante el ordenador o mientras trabaja con el photoshop con algunas de sus fotos. Lo último que ha descubierto es Zenet, que le recomendó Esteban Villarrocha, anoche mismo antes de acostarse. Y le gusta mucho Alondra B. Bentley. El último envío de Alberto Calvo, a la manera de Dubuffet, le ha hecho pensar en ella. Por más vueltas que le da, no acierta a decir por qué. Ha escrito en unos de sus cuadernos de campo: “Siempre me han gustado las alondras. Casi tanto como los ruiseñores en la noche de los amantes imposibles. Creo que se lo debo a un poeta cántabro, Gerardo Diego, o a Shakespeare. ¡Qué sabe nadie!”.
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