GRAN FUNCIÓN DE MARIANO ANÓS
Hoy ha sido un día especialmente intenso. Esta mañana he estado en Tauste. Presenté, con Trinidad Ruiz-Marcellán, el libro ‘Vivir del aire’ (Papeles de Trasmoz: Olifante) en la Biblioteca. Fue una presentación breve de unos quince minutos. Leí tres o cuatro poemas, y luego firmé algunos ejemplares: alrededor de una veintena. Había muchos amigos y muchas mujeres del Club de Lectura, varias de ellas me dijeron que eran seguidoras de ‘Borradores’. Por allí andaban, entre otros, Mario de los Santos y Óscar Sipán, siempre llenos de proyectos y de novedades, Victoria Picó, Míchel Suñén y Fernando Jiménez Ocaña de Onagro, Joaquín Casanova recién retornado de Buenos Aires (me dijo que vio a Aloma fugazmente pero que no se saludaron al final), la pareja Miguel Ángel Pallarés y Montse de Vega, que han hecho dos libros juntos, uno sobre el Canal de las Bardenas y otro sobre los pueblos del Matarraña. Dos libros extraordinarios, de veras.
Comí con Manuel Borrás, Juan Marqués y Susana, David Mayor y Blanca, Fernando Sanmartín, y algunos amigos más. Fue una comida estupenda, llena de literatura, de poesía, de pasión por los libros. Luego, tomé un café de mediatarde con Joaquín Sicilia, el arquitecto, que me trajo un magnífico regalo: el último disco de Bigott, tan atractivo y personal como todos los suyos, con unos arreglos muy cuidados. Ya lo he escuchado una vez. Y más tarde, hacia las nueve fui al Teatro Principal, donde Embocadura escenificaba ‘El vientre del mar’ de Alessandro Baricco (el texto pertenece a su novela ’Océano mar’, publicada aquí por Anagrama), con Mariano Anós como único intérprete: un doble monólogo donde encarna dos personajes: el del médico Savigny y el de un marino, ambos navegaban en ‘La balsa de la Medusa’, el marino pierde en la travesía a muchos compañeros y a su amada Teresa. El trabajo de Mariano es extraordinario: contenido, sobrio, de una admirable seguridad. Un montaje de cámara, pequeño e intenso, medido en la dicción, en la luz, medido en la intensidad. Mariano se aleja de cualquier efectismo para realizar una función de apenas una hora, elegante y dura, que explora el afán de supervivencia, la tragedia, el miedo, la presencia de la muerte. Luis Merchán dirige este trabajo admirable, donde Mariano Anós se prueba a sí mismo y prueba el poder de la palabra, de la poesía, del arte de contar sin despilfarrar un solo gesto. La pieza, a la que quizá le sobren esas cámaras y esas pequeñas pantallas de televisión (es un rasgo de modernidad que, creo, no aporta nada sustancial), es todo un ejercicio de expresividad y de exactitud. No es fácil encontrar en el teatro aragonés actual una voz así, un sentido del ritmo y del fraseo tan límpido: Mariano Anós, que se hubiera merecido más público, mide las palabras, las repeticiones, el humor, el desgarro sin aspavientos, y explora la desolación y la soledad con algo más que oficio: con hondura y con naturalidad. Esta tarde, a las 19.00 horas, representa la segunda y última función: conmueve asistir a una función así en la que se ve, se oye y se adivina a un actor en estado de gracia. En plena madurez.
Salí del teatro con Jorge Gay, que acaba de hacer el cartel de la Feria del Libro de Madrid. Jorge pensaba lo mismo: la labor de Mariano Anós es todo un ejercicio de virtuosismo y de depuración interpretativa.
6 comentarios
manuel contreras -
Mariano Anós -
Rocalla -
Mariano Anós -
Lolo -
gonzalo villar -
saludos desde el otoño.