JJ. ORDOVAS PRESENTA NUEVO LIBRO
Julio José Ordovás publica un nuevo dietario, ‘En medio de todo’ (Eclipsados), su libro más personal y más desgarrador. Un autorretrato donde habla de sí mismo, de sus lecturas, de sus filias y fobias, de la amistad y de un puñado de amores: amores que vive, amores que huyen, amores tumultuosos que oye en la habitación de al lado. Julio José Ordovás, crítico literario, presenta ‘En medio de todo’ el próximo lunes a las 20.00 en la librería Antígona, de Pepito y Julia. Estará acompañado por Eva Puyó, autora de ‘Ropa tendida’ (Xordica) y bibliotecaria, y por su editor Nacho Escuín. Le he pedido unos fragmentos de Julio José y estos son los que me ha mandado. El escritor busca su propia escritura, pero siempre ha reconocido afinidad con José Carlos Llop, Andrés Trapiello, Miguel Sánchez-Ostiz, Fernando Sanmartín y José Luis Melero. Cita con mucho cariño, también, entre otros, a José Antonio Labordeta.
¿QUÉ queda adherido a las páginas de un diario? Jirones. Limaduras. Barreduras. Residuos. Nada más. Un diario es el filtro del desagüe por el que se nos va la vida.
LOS cielos amarillos del Oeste son los cielos de mi infancia, en los que nunca se ponía el sol.
SE ha ido dejando hecha la cama. Me meto dentro como si me introdujera en un ataúd. Estiro las piernas. El dedo gordo de mi pie izquierdo detecta una presencia extraña. Son sus bragas. Las huelo. Las estrujo. Y sonrío: no ha sido un sueño.
LE he robado el helado de un manotazo. El niño se me ha quedado mirando, pasmado, con la boca abierta, hasta que al verme tirar el helado a un cubo de basura ha roto a llorar. He salido de allí corriendo. No por temor al padre. Me doy mucho más miedo yo mismo.
SE ha hecho de noche y han dejado de cabalgar. Preparan fuego. Se pelean por la mujer que les acompaña. Comen algo. Beben café. Luego se tumban a dormir, recostados en las sillas de montar, y cada uno se tapa con su manta. Yo me tapo también con mi manta, y desde el sofá veo las mismas estrellas y la misma luna que ellos ven. La ventaja es que yo no tengo que preocuparme por los apaches y puedo dormir con los dos ojos cerrados.
NO he podido reprimirme. Cruzaba el paso de cebra y ha sido ver el caballo del escudo y soltar uno de esos escupitajos verdes que te salen de las entrañas sobre la carrocería resplandeciente. El conductor, un imbécil engominado, ha amagado con salir del coche, pero se lo ha pensado dos veces. Mejor. Quizá no fuera tan imbécil como parecía. Con el semáforo en ámbar ha pisado el acelerador del Porsche y casi se lleva por delante a un viejo despistado y a su perro. El perro tenía tres patas. Como los perros negros que se arrastran por mis sueños.
LA ciudad tempranamente anochecida y, por primera vez, el puente sin nadie. Corriendo solo y a oscuras sobre el río me he sentido ligero, fuerte, casi feliz. Como un ángel con las alas desplegadas, a punto de alzar el vuelo.
SI escribo este diario es porque necesito compartir todo lo que tengo, todo lo que soy. Mis mendrugos de pan y mis galletas favoritas, mis migrañas y mis lágrimas de felicidad, mis disfunciones eréctiles, mis dolores de muelas y mis extravíos. Es una forma de engañar a la soledad, y quiero creer que también un acto de amor.
*El desnudo es del fotógrafo Thomas Doering y el retrato de Julio José Ordovás lo realizó Hilario J. Rodríguez.
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