ROSENDO TELLO: MAR, MÚSICA Y LUNA
De entre los poetas aragoneses vivos, Rosendo Tello ha logrado una rara unanimidad en los afectos: son muchos los que consideran un excelente poeta. Un poeta de la música, de la memoria, el poeta que escucha en la noche “el mar del silencio y la luz que golpea contra el acantilado”. Nacido en Letux, entre páramos, guitarras de rondas y trinos de ruiseñor desvelado, pronto descubrió la poesía anudada al paisaje. Luego, se trasladó al seminario de Alcorisa y se sentó al órgano. Más tarde, entró en una estancia solitaria y vio un piano: creyó que tenía la potencia y la belleza de un desnudo de mujer. Pronto se convirtió en profesor, del colegio Santo Tomás primero y de varios institutos luego, y por aquí y por allá ejerció su magisterio: hablaba de los secretos del lenguaje y de su aspiración a “salvarse por la palabra”, contaba historias de Aragón, creaba revistas, frecuentaba tertulias, embrujaba a escritores en ciernes como Jesús Moncada y, sobre todo, sin prisa, redactaba su poesía, basada en la imaginación, en la naturaleza, en la beldad. Así fueron naciendo sus libros, y así se revelaba como un estudioso de Juan Gil Albert o de Luis Cernuda. ‘El vigilante y su fábula’ (Prames, 2005. Prólogo de Luis Felipe Alegre) reúne su lírica, que mereció el Premio de las Letras Aragonesas de 2005. Hace poco Rosendo Tello se vio asaeteado por una enfermedad inesperada que le hizo más vulnerable. Esta semana se ha desarollado un ciclo de homenajes en distintos sitios –Miguel Ángel Yusta y José Luis Corral y la Asociación Aragonesa de Escritores son sus promotores- a su figura, a su obra, a su humanidad. Rosendo Tello, Rosendo de las alondras y de las jotas del campo (“El campo alzaba al cielo azul su voz en humareda”, escribió él), pronto volverá por donde solía: al jardín de la palabra, al vergel de los versos.
*Esta foto está tomada del blog de Manuel Vilas, que le ha dedicado a Rosendo Tello un artículo muy simpático en 'Heraldo'. Arriba: Rosendo, Lorenzo Oliván y José María 'Cuchi' Gómez; abajo, Carlos Marzal, Patricia Esteban y Manuel Vilas.
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