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Antón Castro

MEMORIA DE LOS PRESOS DEL FRANQUISMO

Las mujeres de los cautivos de Franco

 

Irene Abad y Eva Abad presentaron en Zaragoza el documental ‘Fuimos mujeres de preso’, donde narran la vida, el miedo y la esperanza de trece compañeras de encarcelados políticos

 

Carmen Casas.

A veces parece que España hubiese cambiado del día a la mañana. Sin embargo, este es un país de humillados y ofendidos hasta hace cinco minutos o hace treinta y cinco años. Y eso lo prueba a la perfección el documental ‘Fuimos mujeres de preso’, un título que no teme a la obviedad. La idea nació de los trabajos y la tesis doctoral de Irene Buil Abad, que dirigió Alberto Sabio, y brotó de los conocimientos de cine de la joven realizadora Eva Abad y de Pablo García, que ha sido el hombre para todo: montador, responsable de fotografía... Este es un documental viajado y nada perezoso que cuenta la vida de trece mujeres que fueron las esposas, y muchas lo siguen siendo, de otros tantos presos políticos, algunos tan conocidos como el sindicalista Marcelino Camacho, o los comunistas Simón Sánchez Montero y Manuel Gil, entre otros.

Hemos dicho que es un documental viajado, como recordaba el pasado viernes Gracia Querejeta durante su presentación en la sede de la Delegación del Gobierno de Aragón, en un acto que organizaba la Fundación María Domínguez: los protagonistas y los directores de la película han estado en Barcelona, en Madrid, en Tarragona, en Burgos, en Canarias y, por supuesto, en la cárcel de Torrero, donde en el año 1969 ocurrió algo que parece de película: Esperanza Martínez y Manuel Gil se declararon apóstatas (de apostatar y apostasía: “Negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo”) y se casaron por lo civil ese mismo año y recorrieron la ciudad en un tranvía.

Todo el equipo viajó con sus personajes por los lugares del doloroso recuerdo para componer una película emocionante que reflexiona sobre la memoria histórica, el coraje, la doble vida de aquellas mujeres que “llevaban comida” a sus maridos, que portaban también consuelo, esperanza y amor y, en algunos casos, periódicos como ‘Mundo Obrero’.

Lo hacían desde una evidente sensación de esquizofrenia: jamás lloraban aunque fuera lo que más deseasen en el mundo (no había que dar más motivos de burla al enemigo), a veces no sabían muy bien quién era la víctima, si las ellas o sus presos, tal como dice alguien, y además iban y venían con el miedo en el cuerpo. Tenían clara su misión: sabían que estaban en “un camino oscuro con una luz enfrente que decía que había que seguir adelante”. Y siguieron. Siguieron hasta la excarcelación.

Irene, Eva y Pablo ordenan el documental de manera cíclica con Carmen Casas como hilo conductor. Ella va a un colegio y explica a los jóvenes su peripecia. Entra, reaparece y cierra la pieza: así, como recordaba Gracia, los jóvenes que la oyen embelesados representan también a los espectadores    que hemos seguido el documental con idéntica perplejidad con la que ellos han oído a Carmen. Todos los protagonistas tienen su voz y cuentan sus historias. Es difícil saber cuál es más conmovedora: si la de Josefina, la mujer de Marcelino Camacho, que recordaba una y otra vez a los carceleros que su marido no era un asesino, y percibía como mucha gente la miraba mal, y otros le decían tan solo: “Dale recuerdos”. Apostilla Josefina: “No te decían más”. El pánico habitaba en el ambiente; pese a ello, su frutero a menudo en vez de ponerle diez lechugas le ponía trece.

Otra historia muy cercana es la de Rosalía Sánchez que, de pronto, descubre que su novio era comunista y ya no sabía si casarse o no. Su relato es emocionante porque se ayuda de una carta que le escribió a su preso o de un texto que podía ser un fragmento de sus memorias. Lo cierto es que todas las vidas son realmente conmovedoras: la de Lola González, la de Maruja Cazcarra, hermana del traductor y líder comunista (que se sobrepuso, como las demás, “a la injusticia, a la indignación y a la rabia”), Esperanza Martínez, Carmela Campos, Vicenta García, Carmen Rodríguez, Rosa Morales… En el fondo, estas mujeres, con su arrojo y su entereza, “mantuvieron las vidas de sus hombres”. Fueron las heroínas que reclamaron sin descanso la llegada de la democracia y un nuevo horizonte de libertad.

 

Fuimos mujeres de preso. Dirección: Irene Abad y Eva Abad. Montaje, fotografía y cámara: Pablo García. DGA: Amarga Memoria. Zaragoza, 2011. 58’.

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