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Antón Castro

FRANCISCO M. LÓPEZ SERRANO: CUATRO POEMAS DE SU NUEVO LIBRO

FRANCISCO M. LÓPEZ SERRANO: CUATRO POEMAS DE SU NUEVO LIBRO

Francisco M. López Serrano, nacido en Épila (Zaragoza) en 1960 es traductor (de Christina Rossetti y Thomas Hardy, entre otros), poeta, cuentista y novelista. Ha publicado una veintena de libros y es candidato al premio Setenil por su libro de relatos ‘Los hábitos del azar’ (Renacimiento). Ha recibido numerosos galardones: es un escritor que se distingue por su sentido de la ironía, la imaginación, el sentido de la transgresión y una escrupulosa conciencia del oficio. Acaba de publicar un nuevo poemario, ‘El último hombre sobre la tierra’ (Devenir), y ha tenido la gentileza de mandarme un avance de cuatro poemas.

 

CUATRO POEMAS DE FRANCISCO M. LÓPEZ SERRANO

 

 

EL CAMINO DE VUELTA

 

 

La dicha se asemeja demasiado

 a un lugar ameno al que se accede

atravesando un paso peligroso, escalando

una pared abrupta, afrontando el peligro

de caer al vacío. Uno se tiende sobre

la fragante hojarasca, entre constelaciones

de estelarias, y escucha

el rumor deleitoso del arroyo.

Mas en ningún momento

se distrae, nunca olvida

el camino de vuelta. 

 

 

LA LUZ DEL DINERO

 

 

El Dinero.

Su singularidad cósmica.

La velocidad con que fluye espectral por canales de fibra óptica, convertido en impulsos eléctricos, descompuesto en partículas elementales, reducido a pura espiritualidad.

Dinero vaporoso, sublimado.

Partículas virtuales precipitadas hacia el campo de fuerza que las hará reales.

El Dinero es la fuerza de los muertos.

Es la luz, la resurrección y la vida.

Su omnipresencia, su omnipotencia, su justicia, su bondad.

La teología del Dinero.

El dolor del Dinero.

El Dinero brilla como una llama en el corazón del hombre y quien lo recibe de otro recibe con él una parte de su espíritu.

El niño que muere sin tocar el Dinero, sin que el Dinero le toque a él.

El niño que muere en el borde, en la Orla del Dinero.

La muerte del Dinero crucificado a manos de la tecnología.

El ruido de fondo del Dinero.

Su radiación de fondo.

El intrincado ideograma que el Dinero traza cuando circula en el mundo.

La palabra del Dinero.

Su redención.

El infinito amor del Dinero.

La luz del Dinero. 

 

 

 

GENEALOGÍA DE LA MUGRE

 

 

 

 

Soy la orgullosa Mugre.

La costra del mundo que se adhiere a la piel como los moluscos al casco de un galeón hundido en el fondo de un mar tenebroso.

La Mugre que es el roce, la caricia y el beso fangoso del mundo. La frazada que arropa al ser como una madre.

Soy el desierto portátil en el que el místico y el profeta urbano se retiran y meditan.

Soy hija del comercio entre los fluidos íntimos y el mundo. De la silenciosa y feroz cópula que perpetra el hombre con la tierra.

Hija de la glándula que engendró el humor que engendró la grasa que engendro la legaña, el moco y el sudor.

Hija de la piel que engendró la descamación que engendró la exfoliación que engendró el polvo.

Hija del alimento que engendró la fermentación que engendró la descomposición que engendró las heces y la orina.

Hija del oxígeno que engendró la oxidación y la reducción.

De la contaminación engendrada por todos sus espurios padres.

De la inmundicia que fue engendrada por el alimento que fue engendrado por la carne que fue engendrada por la sangre.

Hija del sol que sin amor lo coció todo.

Mi genealogía se remonta al Mugriento Origen del Cosmos, a la Mugrienta Gran Explosión.

Soy la orgullosa Mugre.

 

 

LA NOTICIA

 

A veces, la noticia de tu finitud te llega no del modo habitual, abstracto, del que logras distraerte, sino en la forma de un sentimiento celular. Como la radiación de microondas, esa sensación parece llegar de muy lejos, desde un universo primitivo y remoto a años luz de tu tiempo, de tu inaprensible ahora. Esa señal, sin embargo, a pesar de su inimaginable distancia, establece una relación de largo alcance entre ese lugar remoto del universo y un lugar sin sede de ti mismo, la parte del universo primitivo que perdura en ti y en la que está ya escrita la memoria del principio y del fin del universo, la certeza del aciago destino del mundo. Durante un instante vislumbras la magnitud de la distancia de la que procede esa sensación. E imaginas que tu existencia en el cosmos se halla asociada a una hoja que pende de un árbol que se alza majestuoso en un planeta fértil de una galaxia remota. Ves la hoja pendulante ejerciendo su ultima resistencia a la gravedad, desprenderse y caer desplazada por una ligera brisa de nombre desconocido en la dirección contraria en la que tú mismo, a millones de años luz, te encuentras. La breve y silenciosa caída de esa hoja remota que simboliza tu presencia en el universo, cifra el principio y el fin de tu existencia y constituye un claro determinante de la relatividad y de la miseria de tu tiempo vital frente al cosmos. Y sin embargo esa hoja remota, que se desprendió del árbol remoto en el momento de tu nacimiento y alcanzará el suelo a la hora de tu muerte, milagrosamente aún sigue cayendo.

 

*Las fotos son del japonés Daido Moriyama. El retrato de Francisco M. López Serrano me lo ha enviado él desde Madrid.

1 comentario

Alexandro -

CHUPAME LA PIJA AMIGO LA CONCHA DE TU MADREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE