TRES POEMAS DE XOÁN ABELEIRA
Hace unos días, el poeta, narrador, músico, artista y traductor Xoán Abeleira me envió tres poemas de su libro original en gallego: ‘As nosas sombras no Xardín de Serralves’, un poemario de amor y desesperación, de evocación y de homenaje a la amada que huye, o que deja de serlo, un libro que me leyó en su casa frente al mar en A Coruña y que me parece soberbio: un exorcismo, una búsqueda, una indagación en la materia de la pasión, de la vida y de los sueños, con la muerte al acecho. Cuelgo aquí tan solo la versión en castellano; Abeleira publicará en breve el poemario. El curioso o interesado en leer el original puede verlo en el excelente blog de Abeleira, él es un poeta del silencio, un poeta místico y metafísico, un poeta de la contemplación: http://xoanabeleira.blogaliza.org
TRES POEMAS DE XOÁN ABELEIRA
BLACKOUT
¿Cuánto dura ya
Esta noche de azogue
Esta luna abortada
Esta lámpara rota
Todo como un espejo vuelto
Hacia nada cara a su envés?
Ya ni siquiera recuerdo
Cuándo perdí los ojos
Ni dónde
Por qué
Voy tropezando así
Con esto que yo no era
Oscuro y ciego del todo
Solo y a trompicones
Solo y a tientas
Dando vueltas y golpeándome
Con la pared
En el pozo
Sintiendo los estallidos
De las alegrías ajenas
Deambulando en una negrura
Hecha de todas las negruras…
Debiste de ser tú
Quien convirtió el aire
En este ala interminable
De murciélago
Tú quien convocó
Esta marea penosísima
Esta otra maldición
Definitiva sí
Fuiste tú
El día en que huiste
De la casa
De la ciudad
Del país
Te volviste sin dejarme
Ni una sola mirada
Con la que poder alumbrarme
Y al irte apagaste
Lo mejor de nuestras vidas
Todas las luces del Tiempo
TU OLOR ANIMAL
Brede, Brede, tar gys my thie tar dyn ayms noght…[2]
En tu Casa de mil años todo olía
A vaca a silo a esquilmo
Desde la raíz de sus piedras y sus vigas
Hasta la costura de tus tejidos
Las páginas de tus libros
Tus primeros poemas
Rimados tus escasos juguetes
Todos olían
A leche a bosta a orina
Tú y tus hermanos encabronados
Intentabais en vano con litros de agua
Con pobres colonias arrancaros la costra
De una tufarada que sin embargo
A mí me fascinaba me encalabrinaba
Follar anonadado en el animal
Que eras tú cuando
Tú
Mi Señora de Nemi
LA TELA
Cuando entré en la Casa Vieja, tú estabas removiendo las brasas del lar, 1771. “¡A buenas horas, rapaz!”, exclamaron a la vez todos tus difuntos. “¡Quince años de retraso en tu turno de ordeñar!”, me echaron en cara. “Y ahora…”, comenzó uno. “Y ahora…”, continuó la Otra, “ya se pudrieron las ubres de las vacas… de las ovejas… y hasta de las almejas!”, desternillada.
Tu madre hundió la izquierda en la cacerola de cobre vacía, y sacó una taza grande, rebosante de caldo. Luego la derecha en la conejera del sumidero, y una rebanada de candeal inmaculado. Mojó el pan en el caldo nuevo y te lo dio a probar. Pero tú lo rechazaste asqueada, lo arrojaste al suelode un zarpazo. Los añicos de la taza, las gotas del caldo y las migas del pan se transformaron en maíz cuervo.[4]
La gallina se lanzó sobre los granos y los papó codiciosa. El zorro se lanzó sobre ella y papó a la gallina. La perra se lanzó sobre él y papó al zorro. El lobo se lanzó sobre ella y papó a la perra. Y todos los animales, uno en la panza del otro, se convirtieron en una topa de un centenar de quilos que huyó enseguida al fondo de la bodega.
“Ya que no doblaste el espinazo, al menos ve a buscar la topa”, me regañó tu abuela materna. “Y trae una jarra de vino, que hoy estoy... zarrioso”, me pidió tu padre decayéndose en la silla. “¡Pero que sea de la Casa! ¡Del que pisa tu mujer!”
“¡Mi amor, no vayas!”, me apresaste el brazo, me clavaste las uñas sin percatarte. “Allí hay… montones de ratas… y además…” Pero yo no quería que tus padres me tomasen por un blandengue, un quejica de la ciudad. “Entonces ve. Pero lleva esta vela contigo. Y si la llama se apaga, sal corriendo de allí, pues eso significa que ya no queda oxígeno…”
Cuando al fin la divisé, la topa había menguado a la mitad de su tamaño. Aprovechando el fuego, quemé la tela de araña en la que la pobre había quedado presa: la mayor que vi jamás. Tendida entre cuatro o cinco barriles. Goteando una grasa negra, como los jamones y los chorizos encima de mi cabeza.
Posada en el suelo, la topa devino en ti a los siete años, con el vestido de comunión y un collar de cerezas. “Venga, salgamos de aquí antes de que Ella vuelva”, me apresuraste nerviosa, abriéndome los ojos. “Esta vez seré yo quien te guíe.”
Asiendo con la izquierda tu diminuta derecha, y con la derecha el candelero a punto de extinguirse, te seguí por la escalera. “Ten cuidado que la mayoría de los escalones está carcomida. Lo sé muy bien…” Pero, al llegar tú arriba, te volviste de golpe, me escrutaste y me soltaste aterrada, como si yo fuese La Cailleach. Tu grito me aturdió. Me tambaleé y caí rodando hasta perder el conocimiento.
Al despertar y mirar por el sol, ya era noche cerrada.[5]
[2] En la antigua –y desaparecida, ay– lengua de la Isla de Man: “Brígida, Brígida ven a mi casa, ven a mi casa esta noche…” El nombre de la diosa celta Brìdget o Brede parece estar emparentado etimológicamente con la palabra inglesa bride: novia. En otros lugares era conocida como Brigantia…
[4] Una variedad de maíz gallego.
[5] El original entraña un juego de palabras: “ya niebla [m’era: mera] noche cerrada”.
*Todas las fotos son del gran fotógrafo checo, para muchos el fotógrafo de Praga, Josef Sudek.
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