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Antón Castro

'LA CANTANTE': UN POEMA DE 'EL PASEO EN BICICLETA'

[Mañana domingo, 17, a partir de las 11 de la mañana, más o menos, acudiré a firmar mi último libro a la caseta de Olifante: ‘El paseo en bicicleta’, un libro que ha constituido una de las experiencias creativas más bellas de mi vida. Más bellas, más luminosas y más apasionadas: salía cada mañana, en solitario o acompañado, a conquistar la naturaleza y el agreste aroma de las higueras. El libro nació a principios de verano de 2010 y se cerró a principios de enero de 2011. El volumen, en verso y prosa, contiene 26 poemas. Todo el mundo tiene sus preferidos: desde ‘La torre del Abejar’ a ‘El ciclista del mar’, desde el texto de la luna de miel de los Curie hasta el poema de amor a Zaragoza, con el que se cierra el volumen. A mí hay uno que me gusta especialmente: este, dedicado a la música, a las mujeres que cantan, a las mujeres que he amado a través de las canciones. Aquí están algunas de ellas: desde Kate Bush y a Patti Smith a Eva Amaral, desde Marianne Faithfull a María del Mar Bonet, que fue una melodía imprescindible de mis primeros cuatro o cinco años en Zaragoza.

Estaré por la mañana hasta las dos en Olifante, con David y Reyes (y creo que con ángel Guinda) y por la tarde, a partir de las 19.30; mañana juega el Garrapinillos con el Montecarlo, a las cinco. Y será un partido complicado: ellos son los segundo por arriba,  pugnan por ascender, nosotros los cuartos por la cola. Pero este es un equipo de gestos entrañables: Jorge Blasco, uno de los capitanes, que está en Tarragona, tomará mañana el AVE con Mariví, su mujer, a la que le acaban de trasplantar un riñón, y viene a jugar. Me encantaría que les pudiésemos dedicar la victoria a los dos. Mientras sueño con la victoria, dejo aquí este poema de ‘El paseo en bicicleta’.]

 

 

 

 

 

LA CANTANTE

 

 

Tu voz es un tesoro inagotable.

Lo sé desde que era un adolescente,

desde hace siglos, desde antes de conocerte.

Tengo anotados en mi cabeza

todos los detalles, todas las anécdotas,

todas las puestas de sol: cómo te conocí,

qué pájaros cruzaban el cielo, el suspiro

de los árboles al verte pasar por la plaza,

tu timidez casi infinita y aquella mochila

llena de discos, de melodías, de dibujos

y de piezas que modelabas en arcilla

con la pureza glacial de un desnudo o un beso.

Iba siempre a esperarte, cuando salías del aula,

cuando volvías de las clases de batería

o cuando cerraba el pub donde servías copas

y ponías la mejor música de Janis Joplin, de Kate Bush,

o de aquella K. D. Lang indómita que tanto te gustaba

porque veía, desde el aire, la tierra, la noche y el mar. 

Recorríamos la ciudad a pie o en bus, recorríamos

sus porches y sus parques, sus calles ancestrales

donde los gatos asomaban a los balcones

y el viento esculpía la bohemia en cada rincón.

Nos íbamos al río y en la ribera, bajo los sauces,

soñábamos poemas, gritos y melodías inconfesables.

Cuánta vida teníamos entre los dedos y los labios.

Cuánta sed de belleza y de ritmos. Qué locura de amor.

Ahora todo ha cambiado, pero quizá no tanto.

Vivimos en otra ciudad, en pisos separados

por un parque con lago, terrazas y cisnes.

Todo ha cambiado, pero son idénticas las emociones,

el deseo de verte: aún me muero por oírte.

Tras el yoga y el taichí de las diez salgo hacia el estudio.

Imagíname: salgo a buscarte, con mis cascos

y la bicicleta de paseo. Casi como entonces: temblando.

Tu voz es un tesoro inagotable. El canto y el cántico,

el surtidor de la luz, el rumor imprescindible de mis días.

Salgo a buscarte y te encuentro como anhelo:

ante el pentagrama, abrazada a la guitarra

y la armónica, y dispuesta a seguir cantando

una melodía abrasadora y perfecta, una tras otra.

Estás en el centro de la tormenta y eres la tormenta,

la lluvia, el cierzo y el temblor de los manantiales.

Saco mi guitarra acústica, la afino y te acompaño:

es cierto, lo reconozco, desfallezco cuando cantas

y resucito minuto a minuto mientras te amo.

 

 

Las cantantes que salen aquí son Marianne Faithfull, Kate Bush, Patti Smith, K. D. Lang y Maria del Mar Bonet. Abajo, Eva Amaral. Esta forma de dialogar con el objeto del poema, con el sujeto, aparece varias veces en el libro, casi a modo de monólogo dramático.

 

1 comentario

mayusta -

"El paseo en bicicleta" es uno de los más bellos libros que he leído. Enhorabuena por todo, Antón.