SUDEK: EL FOTÓGRAFO DE PRAGA
[Mi querido y admirado Jesús Marchamalo me envía un artículo dedicado a uno de mis fotógrafos más queridos, y sé que son muchos: Josef Sudek (1896-1976). Un poeta de la imagen. Un hombre que tenía una percepción delicadísima de la realidad y que componía con belleza, con magia, con pura poesía, con un aire diáfano de luz envolvente. Y que era, además, con su cámara al hombro, un personaje espectral. Vi su exposición en el Círculo de Bellas Artes y me encantó. Me recuerda a grandes maestros como André Kertesz, creo que entre ambos hay una vinculación especial, y también con otro gran artista: Emmanuel Sougez, Pitu. Copio aquí el texto de Jesús Marchamalo, ese sabio de casi todos: de libros firmados, de bibliotecas, de pintura, de autores de aquí y del mundo, un hombre al que hace mucho que no veo y que rezuma literatura, invención, palabras de carne y de tinta y un gran sentido de la paternidad por todos los costados.]
EL FOTÓGRAFO DE PRAGA
Por Jesús MARCHAMALO
Debía resultar una figura imponente, algo irreal, fantasmagórica, con su abrigo oscuro o un capote militar, a veces, caminando por la brumosa Praga, con la cámara al hombro. Una antigua Kodak de caja de madera, cuyo trípode utilizaba como contrapeso, sujetándolo con su único brazo.
Durante la Gran Guerra, la explosión de una granada en el frente italiano, en julio de 1916, le amputó el brazo derecho. Así, cuando volvió a casa, debió dejar su trabajo como encuadernador y la fotografía, a la que se había dedicado como afición, se convirtió en su oficio.
Durante años, recorrió las calles con su cámara, captando imágenes de la ciudad, "El fotógrafo de Praga", lo llamaban.
Pero durante la ocupación nazi, se encerró en su estudio, apenas un cobertizo de madera donde fotografiaba naturalezas muertas -flores, vasos, botellas-, o las vistas a través de la ventana de su estudio: la rama de un manzano, las fachadas de los edificios colindantes, una nevada...
El caminante se convirtió en un paseante interior, en un observador de lo cotidiano, que fotografiaba de forma obsesiva, desde distintos puntos de vista, o utilizando distintas iluminaciones.
Cuando murió, el estudio donde trabajaba quedó abandonado, y gran parte del material -papeles, fotografías, libros- se perdieron en un incendio.
Siempre me gustó esa foto suya: un florero con rosas casi marchitas junto a una caracola, ante el cristal empañado, cruzado verticalmente por las gotas, de su estudio.
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Agustí Cabeza -