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Antón Castro

MATHIAS ENARD: UN DIÁLOGO

Mathias Enard (Niort, Francia, 1972) es uno de los principales escritores franceses de la última hornada. Fue premio Goncourt en 2010 con ‘Habladles de batallas, elefantes y reyes’ (Mondadori, 2011. Traducción de Robert-Joan Cantavella). Fue profesor de árabe en la Universidad de Barcelona, ciudad donde reside desde el año 2000; está casado con una catalana. Se formó en Irán, Egipto y Siria. Y ha firmado novelas como ‘El manual del perfecto terrorista’ (La otra orilla, 2007) y ‘Zona’ (La otra orilla, 2008). Aquí habla de su nuevo libro, centrado en un viaje imaginario de Miguel Ángel a Constantinopla en 1506, y de otros asuntos como la muerte de Bin Laden o los conflictos sociales y políticos en Oriente. Mathias Enard, a quien conocí el pasado jueves en Cálamo y El Hemisferio (allí le rodamos para ‘Borradores’) es un hombre cálido y con gran sentido del humor.

 

Usted ha sido profesor de árabe y ha vivido en Oriente Medio. En primer lugar, ¿qué opinión tiene lo que de está ocurriendo en lugares tan literarios y conflictivos como Siria, Libia, Egipto?

 Fue para mí una gran sorpresa y una inmensa alegría. Nunca habría podido pensar que Ben Ali y Mubarak caerían tan rápidamente. Gadafi es otro problema, igual que (pero de forma distinta) Bashar el Asad. El régimen sirio está acostumbrado a la violencia política; se aguanta desde hace 30 años gracias a la represión, la masacre y la tortura y si no hay un cambio (hasta ahora, difícil de imaginar) en el ejercito, es casi imposible que cambie de rumbo. Pero crucemos los dedos.

 

¿Se ha encendido un volcán? ¿Cuál debiera ser el lugar de Europa?

 

Más que un volcán, son muchos volcanes. Todos estos países son muy distintos. Cada uno tiene sus particularidades que hacen que una visión política global de lo que llamamos “mundo árabe” sea muy difícil, hay que tomar los casos uno por uno. Pero lo que sí han demostrado Túnez, Egipto, Siria o el Yemen es que pueden inspirarse de lo que pasa en los países vecinos para sus propias reivindicaciones. Europa tiene un papel muy difícil que jugar, por varios motivos. Primero, porque ha sido el soporte principal de las dictaduras árabes durante décadas (sólo hay que recordar la, penosa, última visita de Gadafi a Europa para darse cuenta de ello) y dos, porque su capacidad de proyección político-militar depende no sólo de su propia unidad, sino también de sus relaciones con Estados Unidos, Rusia y las demás potencias de la zona. Todo esto hace que sus reacciones sean muy lentas, o poco eficaces (como se ha visto ahora con Siria).

 

Una persona que ha reflexionado tanto sobre la guerra, pienso en dos libros como 'El manual del perfecto terrorista' y 'Zona', ¿cómo ve la muerte de Bin Laden? ¿Le parece correcto lo que se ha hecho o es una barbaridad o una insensatez?

 

Ni una cosa ni la otra. Se trata de un asesinato político en un país (en teoría) aliado de Estados Unidos, y eso obviamente plantea problemas jurídicos, pero no es lo más importante. Osama Bin Laden, más que un terrorista activo, era un símbolo, el símbolo de un pensamiento yihadista al cual se habían emparado muchos activistas para sus propias organizaciones locales, como AQMI en el Magreb, por ejemplo. Y no se mata un símbolo. A lo mejor se puede cambiar su sentido, pero no se puede matar. Entonces, francamente, no creo que la muerte de Bin Laden en sí cambie muchas cosas en el terreno de la lucha contra la violencia ciega de estos grupos.

 

¿Piensa que se ha dicho toda la verdad o que hay demasiados lugares oscuros?

 

La verdad en estos asuntos es desgraciadamente siempre relativa. Creo que nadie tiene interés en que salga todo a la luz en este asunto; ni los Pakistaníes, ni los Americanos, ni los propios miembros de Al Qaeda. Y visto que son los únicos que tienen las informaciones, es muy improbable que sepamos todo lo que pasó allí si no cambia nada en este conjunto. Pero tampoco creo que sea muy relevante lo que podamos aprender allí. 

 

Usted ha meditado mucho sobre la violencia. ¿Es posible que el mundo se desembarace alguna vez de la violencia?

 

¿Por qué no? Esto es como cuando usted tira su basura orgánica en el contenedor verde: lo hace porque cree que esto sirve de algo. Es, más o menos, un acto de fe. Y sirve de algo. En una parte mínima, infinitésima, influye sobre el medioambiente. Creo que con la violencia pasa lo mismo. Si no pensamos que algo pueda cambiar, si no actuamos (mínimamente) en esta dirección diciendo “es que no va a cambiar nada nunca” pues segurísimo que no nos vamos a desembarazar de la violencia. Cuesta poco intentarlo.

 

El mundo oriental sigue siendo una obsesión para usted, ¿Qué le llevó a citarse con Miguel Ángel, con Constantinopla y con el siglo XVI?

 

El azar. Descubrí la anécdota de la invitación del Sultán a Miguel Ángel en la biografía de Giorgio Vasari por casualidad y casi inmediatamente me dije: esto es una historia para mí. 

 

La novela tiene diversas lecturas. ¿Ha querido escribir una historia sobre los misterios de la creación o una narración de amor?

 

No lo sé. No creo. Quería intentar imaginar los días que pasa Miguel Ángel en Estambul en la primavera 1506. Eso me llevó a hablar de amor, de arte, de las relaciones entre la política y la creación, es cierto, pero sobre todo quería describir ciudades desaparecidas en el tiempo y cosas que nunca llegaron a ser reales.

 

Insisto un poco más. En ‘Habladles de batallas, de reyes y elefantes’,  se cruzan varias historias de amor: la de Miguel Ángel con la hermosa andaluza, tan decisiva en el final del relato, la de Mesihi de Pristina, el poeta enamorado. ¿Qué lugar ocupó la pasión en la vida del pintor? Dice usted: “Miguel Ángel busca el amor. Miguel Ángel teme al amor como teme al infierno”.

 

Intenté no inventar demasiado en cuanto a la personalidad de Miguel Ángel. Los biógrafos en los que me apoyo no están siempre de acuerdo y, a menudo, se contradicen. Así que tomé el partido de no decidir, de dejar las dudas que nos ha dejado la historia. Lo único que sabemos seguro sobre la vida sexual (por llamarla de algún modo) de Miguel Ángel, es que nunca se casó y escribió poemas de amor (muy castos, casi místicos) a hombres y a mujeres. Y nada más.

 

A Miguel Ángel lo llaman para construir un puente. En su cuaderno solo dibujaba “caballos, elefantes y astrágalos”. ¿Cómo era ese cuaderno, qué significaba para el artista, qué significa para la narración?

 

Cuando descubrí las páginas de sus cuadernos, como la que se reproduce en la primera página del libro, me puse muy feliz. ¡Cuántas listas! ¡Cuántos esbozos y bocetos, detalles arquitecturales, versos de poesías, todos juntos! Imaginé mi novela así: como un cuaderno de capítulos muy breves, como dibujos, listas y miniaturas que el lector va pasando, uno tras otro.

 

El episodio es sustancialmente real. ¿Cómo iba a ser aquel puente? ¿Por qué el artista dilataba una y obra vez su ejecución?

 

Me gustan les palabras “sustancialmente real”. Eso significa que le he dado realidad. Lo único que está atestado en las fuentes de la época es la invitación del sultán. Lo demás… Lo demás no lo sabremos nunca. Lo que imaginé, es que Miguel Ángel, como el gran arquitecto que será diez o quince años más tarde, no dibuja un puente así como así. Tiene que integrarse en una ciudad, en las dos orillas que va a unir, y esto requiere tiempo. Necesita entender un poco el lugar donde se va a construir. Por esto tarda un poco en empezar a dibujar.

 

Quería haber dicho que es “sustancialmente real” en la ficción, porque creo que Miguel Ángel nunca estuvo en Constantinopla. ¿Cómo se acerca el artista, que ya acaba de hacer el 'David', al mundo otomano, tan sensual, tan opulento, tan impredecible? Insiste usted muchas veces que vive “estremecido por la emoción”.

 

Creo que Miguel Ángel tiene una sensibilidad fuera de lo común. Tiene una mirada muy especial. Es lo que le permite, creo, entrar en el ambiente otomano. Esto y los guías que tiene…

 

Acaba de publicar 'El alcohol y la nostalgia'. ¿Qué nos puede avanzar sobre ella?

 

Es una “novela de viaje”, por así decir. Es una ficción que escribí primero para la radio francesa que se basa en un viaje que hice hace un año, en el Transiberiano entre Moscú y Novosibirsk. Cuenta la historia de tres drogadictos moscovitas… Es mi novela rusa, un homenaje a Tolstoi, Gogol, Tchejov, Mandelstam, a todos estos autores rusos que fueron tan importante para mí.

 

Me ha gustado esta frase: “La arquitectura es el arte del equilibro”. ¿Podría explicármela un poco?

 

¡Esto requeriría todo un tratado! Es más o menos una frase del gran crítico de arquitectura Argan, hablando de Miguel Ángel arquitecto, tema que se impone poco a poco en la parte final de la novela.

 

La novela es muy bella: está escrita en fragmentos cortos, en veces en forma de narraciones breves que serían micropoemas y hay varias voces. ¿Cómo definiría su novela? En cierto modo, por su atmósfera y por su estructura me ha hecho pensar en 'Seda' de Baricco...

 

Gracias. No sé si tiene mucho que ver con ‘Seda’. Pero lo que quería hacer era una novela, simple, corta, pero a la vez implacable. Como un cuaderno de dibujos, con capítulos breves, casi miniaturas. Pero que estas miniaturas lleven al lector, sin que se de cuenta, a un final potente e inevitable.

 

Lleva varios años en Barcelona. ¿Cómo vive la ciudad, qué piensa de ella? En algunos textos la acusó de ser desaliñada, poco respetuosa con su historia y con sus hombres ilustres como Manuel Vázquez Montalbán.

 

Estoy muy a gusto en Barcelona. Es la ciudad donde más tiempo he vivido con diferencia. Me gustan sus idiomas, sus vistas, su gente. (Sin nombrar al Barça…) Es un buen lugar para escribir, para mí. Me estimula. Es verdad que a veces mis personajes son muy críticos con ella, tal vez más que yo. Exageran. Pero obviamente no todo es perfecto en Barcelona, ni mucho menos: qui bene amat bene castigat, dice el cliché latín.

 

Cuando se habla de usted se le coloca al lado de autores como Celine, Burroughs o Pierre Michon. ¿Son ellos sus escritores más afines?

 

No exageremos, no se me coloca al lado de ellos. Los cito a menudo, incluso salen como personajes de alguno de mis libros. Son mis maestros… Me han dado mucho: placer y libertad a la hora de escribir. Los escritores que me han influenciado son tantos que la lista sería infinita: Thomas Bernhard, Javier Marías, Raymond Carver, Danilo Kis… y sobre todo el desconocido pero imprescindible Miodrag Bulatovic.

1 comentario

jorge -

El premio Goncourt en 2010 no fue Michel Houellebecq?