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Antón Castro

RAFAEL LOBARTE: CINCO POEMAS

Rafael Lobarte es un estupendo traductor de Keats o Shelley, pero también de Ezra Pound o Yannis Ritsos. El próximo miércoles, en el Teatro Principal, en compañía de Luisa Miñana, presentará su poemario ‘Los negros soles’ (Olifante. Papeles de Trasmoz: La Casa del Poeta): poesía medida y ceñida, de ritmos trabajados, rica en imágenes y sensaciones, poesía clásica y serena, que explora sensaciones, instantes, la felicidad y el dolor. Por ejemplo, hay una elegía dedicada a su padre, otra a un niño de seis años, un soneto al cuerpo, pequeñas desazones y desamores, como sucede en ‘La niña con trenzas’. El libro tiene una factura elegante. Rafael Lobarte me envía, a petición mía, una selección de cinco poemas.

 

 

 

Por Rafael LOBARTE 

 

EL VELADOR

 

Cuando los negros soles se hundieron en las copas,

salí con mi levita y mi bastón agudo.

El verde de la noche gemía iluminado

como una flor abierta por el cuello de Osiris.

 

Teas que se engarzan en brillante corona

refleja sobre ónix la escondida corriente.

Muchedumbres se cubren de blancura los rostros

abocadas sin límite a un abismo rotundo.

 

Por si acaso amaneces he bajado a la orilla

que calan de penumbra las arquerías ciegas,

para envolver en lodo la oquedad de mis manos

y elevar horizontes y praderas y nubes.

 

Traspasé el umbral de espejos quebrados

donde tiembla la voz y las poses se fijan

en mueca estudiada de perfectos contrastes,

amatista o coral sobre nieves de armiño.

 

Camareros borrachos custodiaban la sombra

ornándose de vidrios y de húmedos trajes,

nadadores intrépidos que añorasen los peces

por una tierra hendida transitada de velas.

 

Tu recuerdo callado, el velador antiguo,

la rota claridad que aún me estremece.

Hojas suaves y enormes se poblaban de ausencia

y la música ardía poderosa y distante.

 

La ira desbordaste agolpada en mi boca.

Tu cuerpo se tensó como un arco preciso.

Ancho cauce atrapado entre llamas furiosas

donde yace confusa multitud de guerreros.

 

La avenida sucumbe en su danza maldita

de rincones perdidos y temibles sirenas.

Bajo los sucios porches no se muestran los astros

y el vómito irrumpe como antílope intruso.

 

Desnuda madrugada de cobrizos cabellos

su ebrio hálito esparce con pesarosa brisa.

Hílax ladra de nuevo por los grises confines.

Mas el rosa desmiente un turquesa indeciso.

 

 

 

ORIENTAL

 

  Omar, Omar, Omar.

  Largo balcón abierto.

  Caracola de mar.

 

  Blancas banderas y altos estandartes

  galopaban, Omar, sobre tu pecho.

  Pero la negra luna,

  ceremoniosa y grave,

  alzó por el Oriente inmarcesible

  cien mil jinetes persas

  y aljabas califales.

 

  Samarra: laberinto.

  Fortificada rosa

  en la lengua con púas del desierto.

 

 

 

JÚBILO

 

Es una criatura tan hermosa,

que ya puede llenarse de ramos y caminos

la oquedad de la luna, y poblarse

del candor tembloroso con que miran los pájaros.

 

Porque por donde pasa,

se derrumban enormes los bloques del silencio

y encuentran su camino las caravanas ciegas.

Porque por donde ondea,

dulcísimas aroman las arpas del banquete

y brota el fresco lirio de la dicha.

 

 

 

SONETO INSOMNE

 

La noche deja por mi triste boca

gusto acerbo de liras enlutadas.

En mis sienes dos lumbres apagadas

ángel sin sueño en su dolor coloca.

 

Alza la eternidad escudo y roca

al paso de las horas desoladas,

y tiemblan como esquirlas las espadas

de un cielo que el alba apenas toca.

 

No estás aquí, que estás del otro lado

doliéndome en los bordes escondidos,

doliéndome de ansia en el costado,

 

doliéndome con dardos encendidos,

doliéndome de azul iluminado,

doliente en la raíz de mis sentidos.

 

 

EPITAFIO SENTIMENTAL

 

Ya se desvaneció tu pequeña figura

con un leve gemido.

 

Tu pequeña figura de diversos colores,

de colores tan vivos, luminosos y tiernos.

 

Con un leve gemido se ha quebrado el murmullo

de tu voz incesante.

 

Ahora, diminuta y verde ave celeste,

te alejas de esta lluvia de otoño que no es tuya.

 

Vuelas al escondido lugar donde frecuentes

aleteos afines que requieran tu canto.

 

Será un amanecer de trópicos y palmas.

 

Aquí ya sólo encuentro tu cuerpecillo inerme.

Se apresta a devorarlo la tierra y sus raíces.

 

Aquí ya sólo encuentro este débil susurro

que apenas rozará el breve umbral del aire.

 

 

*Todas estas fotos son de la fotógrafa norteamericana Louis Dahl-Wolfe (1895-1989), que trabajó mucho en moda para 'Harper's Bazaar'.

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