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Antón Castro

DE GOYA A NUESTROS DÍAS, EN IBERCAJA

 Dos siglos de arte español en Ibercaja

 

‘De Goya a nuestros días’, comisariada por Lola Durán, recoge una amplia selección de pintura, de escultura y grabado de creadores nacionales y aragoneses como Pradilla, Gargallo, Serrano, Broto, Saura, el grupo Pórtico o García Condoy, entre otros.

 

 

Son muchas las razones del coleccionista. Y quizá una de las más determinantes sea la del coleccionismo entendido como una experiencia emotiva, como una búsqueda y un encuentro, una cita con la creación y con el azar, como ha referido tantas veces Helga de Alvear. Si pensamos en Ibercaja resulta más difícil hablar de una emoción específica (más bien habría que hablar de rentabilidad, defensa del patrimonio, apoyo al arte, mejora de imagen pública), pero a lo largo del tiempo, a través de sucesivos responsables culturales, se ha ido adquiriendo un patrimonio, se ha creado una colección que cuenta, nada menos, con más de cinco mil piezas. Experta en la obra de Torres García, Picasso, Guerrero, Mompó o, entre otros, Pablo Serrano, está redactando el catálogo razonado para la fundación de Lalo Azcona, Lola Durán se ha zambullido en ese arsenal y ha seleccionado la muestra ‘De Goya a nuestros días. Colección Ibercaja’, que ofrece un recorrido desde el siglo XVIII hasta nuestros días, con una notable y mucho más que digna presencia aragonesa, como ahora veremos.

La selección abarca pintura, escultura y grabado. Goya participa con piezas pequeñas pero importante: Antonio Saura dijo que “Goya ilumina nuestra época” y quizá nadie como él encarnase el espíritu de la modernidad antes de la modernidad misma. Fue un pintor de pintores y varios pintores en un único pintor. Aquí, entre otras piezas, vemos un boceto pequeños de ‘El Dos de mayo de 1808 en Madrid o La carga de los mamelucos’ (1814) o ‘La Gloria o Adoración del Nombre de Dios’ (1771-1772), un óleo de medio formato que es un anticipo del fresco de la bóveda del Coreto. Ambos cuadros, tan antagónicos en apariencia, explican a la perfección la evolución de Goya, su convivencia con el monstruo, su mirada hacia la guerra. Su presencia se completa con grabados de todas sus series, entre ellos algunos tan emblemáticos como ‘Volaverunt’ o ‘El sueño de la razón produce monstruos’.

El itinerario sigue y nos lleva a la pintura religiosa, a la pintura histórica y a la pintura de paisaje del siglo XIX, ya en la esfera del Romanticismo y de los variados realismos. Ahí andan, entre otros, nuestro Marcelino Unceta, Santiago Rusiñol (el maestro de los jardines y los detalles cromáticos realiza una ‘Vista de Gerona II’), Muñoz Degraín, Aureliano Beruete (que pinta un mínimo ‘Paisaje castellano’ (1908) que es todo un primor de pincelada, de sutilidad y de vaguedades cromáticas). Ahí también está un osado cuadro de Mariano Barbasán, ‘La zampoña’ (1911), pintado en Italia, donde crea una nueva línea del horizonte y una masa de nubes dramáticas y acaso voraginosas. Es impresionante el retrato de mujer de Cecilio Pla, que posee un estilo suelto, un leve escorzo, una luz sonrosada que matiza un rostro un tanto enigmático y sereno, inscrito en un fondo oscuro.

Y aquí nos dejamos para el final el cuadro más conmovedor de todos, más que Goya probablemente: ‘Niebla de primavera en Italia’ (1907) de Francisco Pradilla, una obra de formato medio que es todo un elogio de la pintura. Es un cuadro magistral, de pintor excelso que buscaba un arte sincero, pintado del natural, con la luz de las once de la mañana, un cuadro de la serie ‘Pontine’ de escenas costumbristas en Roma donde se percibe cómo Pradilla intenta trascender la naturaleza con los valores intrínsecos de la pintura: composición, uso del color, caligrafía casi invisible del pincel y una magia inefable. Pradilla consigue crear un cuadro simbólico, cargado de referencias y de vida y de serena melancolía. Este cuadro merece ser visitado y revisitado en Ibercaja. Es una obra con ángel, con aura, con enigma: una refutación del arte de pintar, de la artesanía de la genialidad sin estridencia.

Hay mucho más que ver. La muestra da un pequeño salto temporal y viaja por las vanguardias con Pablo Gargallo; la escultura se completará con Honorio García Condoy y Pablo Serrano. Y dentro de los nuevos ismos o movimientos de posguerra, están el grupo Pórtico –representado por Fermín Aguayo con un ‘Paisaje castellano’, el pintor era de Burgos, y por Lagunas con ‘Pescados’-, la ‘Escuela de Vallecas’, ‘El Paso’. Y nos detenemos aquí un instante porque están Saura con ‘Manda’ y Viola con ‘Voz del Moncayo’, y con ellos el Salvador Victoria más informalista. La lista, entre otros, abarca a Broto, Clavé, Guinovart, Martínez Novillo, Carmen Laffón, MenchuGal, Carlos Franco, Pérez-Villalta, Lucio Muñoz, etc. Y casi a modo de cierre hay un acrílico sobre tela de Juan Genovés, ‘Límites continuos’, que es un cuadro estupendo: un juego del ser y la apariencia, un laberinto de cromatismo sobrio que habla de la soledad, de la masa y del ritmo visual de la pintura.

 

*Tres cuadros: Goya, Eugenio Lucas y Francisco Pradilla.

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