LA GUERRA CIVIL EN LECHAGO
[El pasado sábado estuve en Lechago en la presentación de ‘El Pairón’. Comí en una peña, volví a jugar al guiñote quince años después y dormí en casa de Luis Alegre. El domingo por la mañana me llamó la atención un detalle: la madre de Luis, Felicitas Saz, escribe todo los días una cara o dos con sus recuerdos (a veces le escribe a su marido Alberto Alegre, fallecido hace cinco años), con notas de lo que pasa, con el recuerdo de algunas conversaciones. Hace algún tiempo, Felicitas escribió este artículo sobre la Guerra Civil y Lechago. Abajo, una instantánea de soldados italianos en el conflicto español.]
Algunos recuerdos
de la Guerra Civil en Lechago
Por FELICITAS SAZ
Cuando yo tenía once años comenzó la Guerra Civil aquí, en España. Una guerra en la que se pelearon hermanos con hermanos. Eso es una cosa que por muchos años que pasen no se olvida.
De esa guerra tengo muchos recuerdos. Murieron algunos familiares y amigos. Mis padres tenían un hijo en el frente (mi hermano Cristóbal) pero, gracias a Dios, no le pasó nada.
Ya mi edad era para sufrir. Cuando venían los aviones –nos decían que venían los rojos- pasábamos mucho miedo. Mi padre en aquella época fue alcalde de Lechago. Era una época muy mala. Mi padre era un gran hombre: le pidieron que denunciara a los rojos del pueblo pero él no quiso de ninguna manera. Mi padre dijo que, para él, no había nadie malo en el pueblo como para que le encerraran. Eso no les gustó nada a algunos de las derechas del pueblo.
A Lechago los rojos no llegaron pero estaban muy cerca.
Por nuestra casa pasaron algunos italianos y gallegos que descansaban allí hasta que tenían que ir al frente.
Mi madre, que no por decirlo pero tenía un gran corazón, les hacía la comida a los soldados. Hasta hace poco aún teníamos la sartén con la que les hacía patatas con carne.
Uno de los italianos era zapatero y no iba al frente. Dormía en el granero que teníamos al lado de nuestra casa. Era muy buen chico y lo teníamos como uno más de la familia. Estaba casado y todos los días le escribía a su señora. Era muy cantador. Arreglaba los zapatos no sólo de los italianos sino de todos los demás soldados.
En el pajar que teníamos detrás de la casa dormían otros italianos. El motivo por el que dormían allí es que conocían al zapatero.
Hasta la guerra me parece que en Lechago pocas veces habíamos comido macarrones. Pero los italianos los hacían muy a menudo. Aún recuerdo la mesa de nuestra casa en la que los amasaban. También hacían café. Desde entonces, nos acostumbramos a tomar café y macarrones con frecuencia.
En una paridera del barrio bajo había una cocina donde hacían la comida los mismos soldados para los otros soldados que venían de paso.
De los gallegos puedo decir que les tocó pasar en el pueblo el invierno que más frío hizo. Los soldados eran frioleros pero también es verdad que fue un invierno malísimo. La calle estaba tan helada que los burros que llevaban se caían.
En fin, que una guerra como fue en nuestra España no se la deseo a nadie.
*En la foto, la segunda por la izquierda es Felicitas Saz Gil; a su lado está su hijo Salvador; los flanquean dos amigas. Están en la puerta de la iglesia de Navarrete.
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