ESCRITORES CONTRA LA LEY
La vida peligrosa de los escritores
José Ovejero publica ‘Escritores delincuentes’, que presentará la próxima semana en la Casa de América
En la literatura hay escritores estafadores, ladrones, malversadores de fondos, maltratadores y asesinos. Y la fascinación por los “fuera de la ley” ha llevado a José Ovejero a escribir un libro sobre un buen número de autores que han vivido peligrosamente y que han conocido la cárcel. Se trata de ‘Escritores delincuentes’ (Alfaguara), que hace un recorrido por un conjunto de autores entre los que se encuentran asesinos como William Burroughs, que mató a su segunda mujer, María Carolina Geel o Anne Perry; delincuentes como Jean Genet, O. Henry, Jeffrey Archer o Hugh Collins, que clavó un cuchillo en el corazón de un joven de una banda rival, o gentes que han pasado por la cárcel como el costarricense José León Sánchez, que se hizo famoso a la sombra donde pasó treinta años; revisado su caso de cadena perpetua, lo declararon inocente.
Dice José Ovejero: “Los escritores que he seleccionado no son interesantes solo por su biografía. Lo verdaderamente interesante es la relación entre su biografía y su obra, cómo en ambas se entrelazan temas como la culpa, las injusticias sociales, la capacidad redentora –o no- de la escritura, la verdad en la ficción, la mentira en la autobiografía, la relación con la propia violencia, la mirada sobre la cárcel, sobre los jueces, sobre otros delincuentes, la tensión impresionante entre lo que dice y lo que callan”.
Entrados ya en harina, Ovejero presenta algunos casos de escritores que han pasado por la cárcel: González-Ruano, el gran cronista de la prensa española, que pasó de Madrid a Roma, y luego de Berlín a París; en 1942 fue detenido y encarcelado probablemente por vender “pasaportes en blanco”, comerciar con antigüedades, por llevar encima once mil dólares y un brillante sin montar. Fruto de esa estancia a la sombra nació su libro ‘Cherche-Midi’. Contar la experiencia de la cárcel es algo que han hecho muchos escritores, entre ellos el ya costarricense José León Sánchez, denominado ‘el monstruo de la Basílica’, que se hizo famoso en cautividad, Chester Himes, el escritor de narrativa negra y de pasado aún más oscuro que también estuvo entre rejas, Hugh Collins, que firmaría una ‘Autobiografía de un asesino’, o Miguel de Cervantes, nuestro preso más ilustre probablemente: permaneció cinco años cautivo en Argel, luego fue detenido en 1592 y excomulgado “por la venta ilegal de trigo que había decomisado en sus funciones de comisario encargado de obtener provisiones para la flota de Felipe II”. Volvió a la cárcel “cuando ejercía de recaudador de impuestos en Granada, y tuvo la mala suerte de depositar parte de lo recaudado en un banco que quebró”. Eso sí, Cervantes asimiló la jerga y el mundo de los delincuentes y ensanchó su imaginación. Un escritor como Jack London pasó treinta días en la cárcel y el joven André Malraux, que se desviaba hacia el hurto de arte oriental, fue sorprendido con su esposa mientras arrancaban relieves en Camboya y condenados a tres años de cárcel que no cumplieron.
Otro caso de encarcelado especial es el de Álvaro Mutis, el escritor colombiano, íntimo de Gabriel García Márquez, que está en posesión del premio Cervantes. Ovejero recuerda que estuvo en la cárcel por “defraudar dinero a la Standard Oil y gastárselo con sus amigos artistas”. Mutis nunca ha explicado muy bien qué ocurrió y sus amigos –que empiezan en García Márquez- siempre lo han protegido en este caso. Entre los delincuentes, rebeldes y desasosegados, están algunos de los miembros de la ‘beat generation’, con Neal Cassady a la cabeza, que inspiró en parte libros como ‘En el camino’ de Jack Kerouac y ‘Aullido’ de Allen Ginsberg, dos delincuentes también. Ovejero resume la historia de Cassady como un caso habitual de delincuencia, drogas y literatura, no muy alejado, quizá, del del “fugitivo” Jean Genet, que conoció varias cárceles de Europa y firmó una especie de memorias de su experiencia con el título ‘Diario de un ladrón’, un libro de culto que mereció los elogios de Sartre.
En el libro hay varios asesinos: las jóvenes Anne Perry y Pauline Parker, que mataron a la madre en Nueva Zelanda; el caso de María Carolina Geel (seudónimo de Georgina Silva), que mató a su amante y luego diría: “Era lo que más quería en la Tierra”; o Remigio Vega Armentero que mató en 1888, de cuatro tiros, a su mujer Cecilia Ritter Mathis. También la escritora chilena María Luisa Bombal estuvo a punto de matar a un viejo amante de varios dispares, él se slavó y ella conoció la cárcel. Quien si mató a su segunda mujer fue William Burrough, el autor de ‘Yonqui’ o ‘El almuerzo desnudo’, que llevó una doble vida: era homosexual y a la vez se casó varias veces. A su segunda esposa Joan Vollmer la mató practicando “nuestro número de Guillermo Tell”. Años después, confesaría: “Apunté con cuidado desde seis pies de distancia a la parte superior del vaso” que llevaba Joan en la cabeza. Eso sí, este crimen, que fue presentado como un accidente, le trajo el éxito inmediato: en poco tiempo vendió más de 100.000 de ‘Yonqui’.
*En las fotos, Burroughs y Pauline Parker y Anne Perry.
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