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Antón Castro

SAN MATEO, 1-GARRAPINILLOS, 3

SAN MATEO, 1-GARRAPINILLOS, 3

Como decía aquel Vujadin Boskov ya inolvidable “fútbol es fútbol”. Claro que sí. Pero a veces en un partido se amontonan pequeños detalles, recuerdos, gestos. El Garrapinillos jugaba en San Mateo: allí, el año pasado, cuando nos jugábamos el descenso, contamos con un espectador de excepción: Félix Romeo. Ganamos 2-3 con mucho esfuerzo, y al terminar nos fuimos a la casa que compartía con Lina Vila, donde completamos una tarde muy bonita. Para mí el de hoy era un partido muy especial: íbamos bien, queríamos recordar a nuestro amigo (a la vez jugaba el Real Zaragoza, que acabaría venciendo por 2-0), y le recordamos antes del partido: leíamos fragmentos de su prólogo de ‘Cuentos a patadas’ y también leímos un texto de Víctor Juan Borroy sobre ‘El gol de Nayim’.

De entrada, el Garrapinillos formó con: Luis; Mateo, Jorge Beltrán, Javi Lacabe, Pequerul; Alberto Luna, Kike Alcubierre, Diego; Jorge Rodríguez, Pirri y Eloy. En el banco esperaban Óscar, Jorge Blasco, Néstor, Alberto Rubio y Jesús Ángel. De entrada, el Garrapinillos se hizo dueño del choque: mandó, generó ocasiones, lanzó varios córners, provocó dos jugadas que bien podrían haber acabado en penalti (en una de ellas, las más clara, el árbitro le sacó tarjeta a Jorge Rodríguez, tras un derribo que pareció bastante claro. El menudo exterior volvió a desbordar, a triangular y a lanzar muy buenos saques de esquinas), y acabamos la primera parte sin goles. El San Mateo, un equipo joven, peleón y honesto, apenas había generado otro peligro que lanzamientos largos, pero no había trenzado jugada alguna. En la primera parte, construyeron una muralla y se defendieron con nobleza bajo la dirección de su capitán, el número diez que acudió a socorrer a los defensas y jugó durante muchos minutos como un defensa escoba, más que como medio centro que parecía su demarcación.

En la segunda parte, el Garrapinillos pareció tomar el mando en los cinco primeros minutos, aunque pronto estiró sus líneas el equipo blanquiazul, logró más profundidad y atacó con vehemencia e intención al contragolpe. En una de esas jugadas infaustas, Luis, nuestro arquero, recogió el balón, y se le escapó. Gol: el mundo se venía abajo en una inesperada tarde de sol y dudas. El San Mateo se colocaba por delante, y parecía más entero. Más seguro de sus fuerzas. Contaba con el respaldo de su público. Y generó algunas ocasiones nuevas. Incluso reclamó un penalti: uno de esos contactos donde el delantero sale a trompicones. El Garrapinillos, con Jorge Blasco en el campo y lanzado al ataque con su considerable envergadura, empató. También entrado Óscar, que sigue pugnando por recomponer su tobillo. San Mateo seguía trabajando y marrando algunas oportunidades clarísimas; al menos dos. Y en ésas estaba el partido, vibrante, de área a área, tenso e intenso, cuando a la salida de una falta, acosó Eloy y un defensa local metió el balón en propia meta. Y cuando avanzaba inexorablemente el tiempo, Diego Rodríguez realizó una de sus jugadas habituales, desbordó a varios contrarios y cedió a Alberto Rubio, que firmó un espléndido gol. Era el 1-3. Cuando mejor había jugado el Garrapinillos no marcó, fue eficaz luego, cuando se habían torcido las cosas.

La respuesta del equipo fue correcta. Más eficaz que bella. Fuimos de más a menos y, con el marcador en contra, fuimos capaces de remontar. Hubo algunos fogonazos de suerte: el San Mateo tuvo dos goles clarísimos con el uno a cero, uno de los nuestros sacó el balón de la línea. No hay nada que reprochar a nadie: el rendimiento ha sido sólido por parte de todos. No hemos jugado con brillantez en la segunda, con las transiciones que ensayamos en los entrenamientos, con el juego fluido que buscamos, pero hemos tenido constancia, sentido de la oportunidad, fortuna, ambición, voluntad de triunfo. Me hacía mucha ilusión vencer. Era una forma de recordar al amigo que siempre, anduviera por donde anduviera, me escribía: “¿Cómo han quedado los críos?”, decía Félix. Cuando se daba cuenta de que ya no eran tan críos, rectificaba: “Amiguito, que no nos has contado cómo ha quedado el Garrapinillos...” Hoy, con Félix como talismán de nuevo, el Garrapinillos ha ganado su quinto partido consecutivo. Él pensaba que el fútbol de los domingos trabajaba por la felicidad. Y hoy su Real Zaragoza también ganó con goles del portugués Helder Postiga.

Son los pequeños detalles que, a menudo, se ocultan en la maraña de emociones invisibles de un partido de fútbol. Como quería Félix, alguno quiso ser Nino Arrúa y Carlos Diarte. O aquel Nayim, ‘el elegido’, que batió a Seaman una noche de París de la que todos, todos, tenemos el recuerdo.

 

*En la foto de Aloma Rodríguez, vemos a Eloy Mateo a punto de batir al arquero de San Juan de Mozarrifar con la derecha.

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