MARTÍNEZ DE PISÓN: ENTREVISTA Y LECTURA DE SU ÚLTIMA NOVELA
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) acaba de ganar el Premio de las Letras Aragonesas de 2011 por unanimidad. Autor de títulos fundamentales en la narrativa española como ‘Carreteras secundarias’, ‘El tiempo de las mujeres’ o ‘El día de mañana’, en 2005, después de más de veinte años con el sello Anagrama, se pasó a Seix Barral con un libro que conmovió a mucha gente. El propio Mario Vargas Llosa, tras leerlo, quiso conocer al autor. Publiqué por entonces una entrevista extenso sobre este libro que ha supuesto un punto de inflexión en la trayectoria de Ignacio. La traigo aquí de nuevo. Y abajo, coloco la crítica de la novela ‘El día de mañana’, que publiqué este mismo año en ‘Heraldo de Aragón’. Quizá sea la novela más redonda y ambiciosa de Ignacio con ‘El tiempo de las mujeres’.
I
Enterrar a los muertos. Seix Barra. Barcelona, 2005
UNA ENTREVISTA
1.-¿Cómo ha llegado a ti esta historia y que te atrajo tanto de ella?
A finales de los setenta se publicó un libro de un argentino, Héctor Baggio, sobre John Dos Passos y la guerra civil. Fue ahí donde por primera vez supe de la existencia de Robles. Pero Baggio no desarrollaba el episodio de la muerte de Robles. Luego, casi siempre por casualidad, fui encontrando alusiones a Dos Passos y a Robles, y la historia iba tomando cuerpo en mi cabeza. Tomaba notas, pensaba en escribir algo pero todavía no sabía si un artículo o un libro... Más tarde descubrí que Miggie, la hija de Robles, vivía en Sevilla, donde se había instalado después de un largo exilio. La llamé, fui a hablar con ella, y entonces supe que el libro saldría adelante.
2--¿Quién fue José Robles Pazos, que es el gran protagonista del libro?
Robles era un hombre culto y progresista, amante de la buena literatura y escritor aficionado él mismo, buen dibujante, amigo de las tertulias de café... Un gallego nacido en Santiago. Robles era también un ferviente republicano, y eso acabó costándole la vida.
3.-Explícanos la trayectoria de Dos Passos, brevemente, y su vinculación española.
John Dos Passos llega por primera vez a España a finales de 1916, y su enamoramiento de nuestro país es inmediato. Le entusiasman las tradiciones y costumbres españolas, la pintura del Greco y de Velázquez, la literatura de la generación del 98. Sus viajes a España serán frecuentes a lo largo de las dos décadas siguientes, y en ellos encontrará inspiración para varios libros de tema español. Escribió por ejemplo un interesante reportaje sobre la II República. Tras la sublevación militar del 36 montó una productora cinematográfica que debía realizar películas de propaganda republicana. Sólo tras el viaje que realiza en abril de 1937 decae su interés por España y lo español, y de hecho pasarán veintitantos años antes de que vuelva a poner los pies en nuestro país.
4.-El libro es, sobre todo, la historia de una gran amistad. ¿Cómo fue esa relación, sostenida desde 1916 de manera definitiva en correspondencia, encuentros…? ¿Qué le sedujo tanto a Robles de Dos Passos y viceversa?
Tenían ambos muchas cosas en común, pero por encima de todo eran buenos amigos de sus amigos. Por eso el asesinato de Robles tuvo tantas consecuencias en la vida de Dos Passos: le enfrentó con el comunismo, provocó la ruptura de su amistad con Hemingway... A pesar de todo, Dos Passos siempre echaría de menos la antigua camaradería que le había unido a Hemingway.
5.-Es muy importante en tu trabajo y en esta historia el libro “Manhattan Transfer” de Dos Passos, cuyo traductor fue Robles Pazos.
“Manhattan Transfer” es probablemente el más importante de los libros de Dos Passos, al menos el más influyente. Incluso en España: “La colmena” de Camilo José Cela debe mucho a la novela de Dos Passos.
6.-De repente Robles, profesor en Estados Unidos, decide regresar a España durante la Guerra Civil y es nombrado traductor del Ministerio de la Guerra en Valencia.
En realidad, Robles estaba ya en España cuando se sublevan los militares, porque la familia tenía la costumbre de pasar en Madrid las largas vacaciones universitarias. Robles no dudó en ponerse al servicio de la República y su conocimiento de idiomas hizo que lo nombraran intérprete de uno de los principales consejeros militares soviéticos...
7.-Ahí aparece un personaje fascinante como Vladimir Gorev, que también será víctima de sus propios compañeros.
Gorev pasa por ser uno de los héroes de la defensa de Madrid. Su prestigio como militar ha sido reconocido por los principales militares republicanos. Pero mientras él y otros como él luchaban por defender la república española, en Moscú se estaba gestando una sangrienta purga dentro del ejército. Muchos, muchísimos de los militares destinados en España fueron poco después llamados a Moscú, condecorados por Stalin e inmediatamente ejecutados. Gorev fue uno de ellos.
8.-Robles Pazos desaparece en diciembre de 1936 y poco después es fusilado. ¿Por qué exactamente?
Las causas concretas son difíciles de precisar. En mi libro propongo varias hipótesis. Su asesinato es, en todo caso, una especie de prólogo a esa purga de los militares soviéticos.
9-Se llegó a decir que era un espía fascista y también que se le fusiló para que no hablara. ¿Qué cosas tan graves o tan inconvenientes para el poder comunista de la II República sabía?
Su condición de intérprete de Gorev le facilitaba el acceso a importantes informaciones secretas. Entre estas informaciones estaba por ejemplo el propósito de Stalin de acabar con los anarquistas españoles. Finalmente no conseguirían eliminar al sindicato anarquista, la CNT, pero sí al POUM, el partido de los comunistas disidentes. En cuanto a lo de que Robles era un espía, no es más que una calumnia con la que se quiso justificar su asesinato.
10. -¿Quiénes mataron en realidad a Robles Pazos? Ese es otro tema fundamental en la obra.
En mi libro doy algún nombre. Pero la cuestión de quién apretó finalmente el gatillo puede resultar secundaria. Lo fundamental es que la orden la dio la NKVD, la policía política soviética.
11. -El autor, tú, no interviene en la obra. Cuenta hechos, lee libros, extrae una reflexión tranquila y nada maniquea, pero es una feroz crítica de algunos comportamientos contra la moral totalitaria de la izquierda.
No quería ser yo quien contara la historia. Quería que la historia se contara a sí misma. Y la historia es por sí misma un alegato contra los totalitarismos: contra el totalitarismo estalinista, que asesinó a Robles, y contra el totalitarismo franquista, que condenó a muerte al hijo de Robles sólo porque se había alistado como soldado raso al ejército republicano.
12. Resulta conmovedora la obsesión de Dos Passos por esclarecer el asesinato de su amigo, cueste lo que le cueste.
Curiosamente, cuando Dos Passos llega a España no tiene ni idea de lo que le ha ocurrido a su amigo Robles. Y quien le informa no es otro que Coco, el hijo de éste, que entonces trabaja en la Oficina de Prensa Extranjera, el despacho por el que todos los periodistas y escritores extranjeros tienen que pasar para acreditarse. La consternación que le provocó la noticia es fácil de imaginar. No sólo luchó entonces por esclarecer lo ocurrido y defender la memoria de su amigo muerto, sino que acabó convirtiéndose en una especie de protector de la viuda y los huérfanos. Un ejemplo: Robles tenía contratado un seguro de vida en los Estados Unidos pero, como su cadáver nunca apareció, la casa de seguros se negaba a pagar, y fue Dos Passos quien pagó las cuotas del seguro para que la viuda, que seguía en España, no perdiera sus derechos.
13. ¿Cuál sería la conclusión general del trabajo? Parece inevitable concluir que este es un libro sobre las víctimas republicanas del comunismo, de la visión estalinista del mundo.
A estas alturas no creo que nadie se sorprenda de los extremos criminales que Stalin llegó a alcanzar. Lo que algunos todavía se resisten a aceptar es que Stalin trató de exportar a la España republicana algo del terror que por esas mismas fechas imperaba en Moscú. Robles fue la primera víctima española de esa barbarie, y Andreu Nin la más conocida. Lo curioso es que, en el exilio mexicano y debido a los matrimonios de las hijas de ambos, Robles y Nin acabarían emparentando póstumamente.
II
EL DÍA DE MAÑANA. Seix Barral, 2011.
UNA LECTURA
El día de mañana. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral: Biblioteca Breve. Barcelona, 2011. 382 páginas.
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es un novelista metódico y talentoso. Y de una constancia imperceptible: se aplica a sus libros sigilosamente, con vehemencia, con una lucidez tranquila y con una especial conciencia del oficio. No quiere deslumbrar a nadie: es un novelista de fondo, realista, natural, el forjador de un estilo casi cinematográfico, tan paciente como invisible. Siempre hace muchas cosas: investiga el misterio y la muerte de José Robles Pazos, escribe guiones como ha hecho en ‘Las trece rosas’ o ‘Chico y Rita’, redacta novelas de excelente factura como ‘Dientes de leche’, ‘El tiempo de las mujeres’ o ‘Carreteras secundarias’. O incluso ordena una antología de cuentos sobre la guerra civil española en ‘Partes de guerra’. Pisón es un parsimonioso pugnaz: obsesivo, perfeccionista, discreto. Al quite y sin obsesión alguna por el desquite. Y es, ante todo, un auténtico novelista, heredero de Pío Baroja y de Sender, de John Cheever y de Patrick Modiano, de Mario Vargas Llosa, por citar algunos ejemplos.
Lleva en Barcelona alrededor de 30 años y ahora ha decidido rendirle un homenaje a una de las ciudades más literarias de España con ‘El día de mañana’, una novela que cuenta la vida de un personaje como Justo Gil Tello que será emigrante a la deriva, superviviente, pícaro, delator e iluminado. A través de una especie de casa con muchas ventanas, de un caleidoscopio del recuerdo, a Justo Gil Tello lo irán dibujando quienes lo conocieron, quienes lo ayudaron, quienes sufrieron algunos de sus desmanes y sus muchas deslealtades o aquellos para quienes apenas era un loco, un enamorado que soñaba, como don Quijote, en construirle una mansión o un refugio a una dama que solo era tal en una de sus más extrañas e imprevisibles quimeras.
Ese Justo Gil Tello, de origen aragonés y procedencia rural, llegó a Barcelona a con una madre enferma, a la que cuidará, a la que lavará, a la que sacará a paseo este inicial buen chico. Aquella era una España sórdida: de mentiras y miedos, de delaciones, de amores urgentes y de queridas a las que se conquistaban con perfidia y flores, y de hambre atrasada. Justo, en medio de una selva de hechos, de personajes (como aquella Ju-Ju, mucho más alta que él, tan sensual, tan rebosante de carne y belleza que le hinchaba la falda), intenta encontrar un camino. Va de trabajillo en trabajillo, de afán en afán, de chapuza en chapuza y secreteo, de estafa en estafa, y poco a poco se convierte en confidente de la policía política del régimen. Pisón cuenta todo eso con una fluidez imperceptible: sus criaturas rezuman verdad, verdad literaria y verdad vital, y colaboran en resolver un pequeño enigma: “¿Cuántas cosas se pueden contar de un personaje?”. Un personaje que vivía “en un constante estar alerta”, un personaje que se va haciendo acreedor a epítetos que no honran a nadie: idiota, paleto, “el peor de los confidentes”, que cobrará 4.000 pesetas al mes, capaz de matricularse en Derecho y de zambullirse en círculos nacionalistas, en las noches de Bocaccio o de leer a Jaime Gil de Biedma.
El procedimiento narrativo de Martínez de Pisón es el del ‘quest’: doce seres, con su propio latido y con su propia biografía, recuerdan a Justo. Entran y salen de su vida y de la novela. En cierto modo, Pisón emplea la estética de la mancha de aceite controlada, el mapa de las emociones. Esos doce seres entran y salen en diálogo con el lector, en diálogo con Barcelona y con una época abonada a la marginalidad, a la miseria, a la represión y a la impostura permanente. Justo Gil Tello es un impostor sin escrúpulos, y quizá se corriese el peligro de que la aventura de ese ser repulsivo y antipático pudiera interesarnos algo menos. Sin embargo, ocurre lo contrario: los personajes que cuentan se alzan una y otra vez, como ocurre con Carme Román -que es una mujer noble que se reinventa a sí misma y encarna la capacidad de aprendizaje, de rebeldía y de evolución de muchos españoles-, con Mateo Moreno, con Elvira Solé, con esa Loreto que decide cambiarse el nombre y ser Chantal, casi una diosa cotidiana a la busca del placer y de la libertad, con el periodista Manel Pérez, que escribe de la ultraderecha catalana, con el joven Noel. Esta es una novela de personaje y personajes, de vida y destino, de contexto social, una novela de una ciudad, y es el retrato de un desalmado que se anuda y desanuda a la fatalidad.
Pisón ha manejado mucha documentación y ha desempolvado muchos periódicos y las crónicas de Xavier Vinader. Y traza una paradójica existencia, dibuja numerosas tramas, recrea episodios y personajes –la protesta de los curas, el encierro de Montserrat, el entierro posterior de Carlos Barral, en un viaje al futuro, la evocación de Gil de Biedma…-, mira de frente al pasado (el franquismo y el principio de la Transición), y se permite numerosos detalles de humor (por ejemplo, aquellos “pedos vaginales” de Fina, una novia fugaz de Justo) y da rienda suelta a una vieja obsesión suya: la asociación de escritores de palíndromos, que llegan a reunirse en Sos del Rey Católico y dejan perlas del tipo “Eva usaba rímel y le miraba suave”.
‘El día de mañana’ es una novela compacta, muy bien hilvanada con sus voces y sus elipsis, dotada de una extraordinaria fluidez, una novela que prueba que Ignacio Martínez de Pisón conoce las respuestas más definitivas de los seres humanos, explora el camino del corazón y lo exhibe, sin retórica, en toda su belleza, en todo su dolor y en toda su complejidad.
2 comentarios
javier -
gonzalo villar -