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Antón Castro

FERNÁN VELLO: UN POEMA FUNDIDO

Recibo de Miguel Anxo Fernán Vello (Cospeito, Lugo, 1958) un poema y algunas imágenes de la pintora Isabel Pintado, su compañera y su musa y su amor. Miguel Anxo es un amigo muy entrañable, es como un hermano y ha sido mi editor de ‘Vida e morte das baleas’ (Espiral Maior, 1997), un libro de relatos en gallego que luego fue ensanchado y rescrito en ‘Golpes de mar’ (Destino, 2006), uno de mis mejores libros, completamente agotado ya. Este poema pertenece al libro ‘Diccionario do estremecemento’.

 

 

 

FUNDICIÓN

 

                                                                      

Talvez, pensou, ela era un molde perfecto 

para disipar a soidade,

prototipo ideal para un experimento,

a unión feliz que perseguen os cánones,

porque o corpo precisa, tal marcado destino,

esa extrema alianza.

É condición da especie domesticar as formas

do desexo,

estreitar os sentidos até unha indiferencia

ou limitar o brillo que está escrito na carne.

A dimensión do acto é común, un costume

que xa vén avalado polo remoto eco

do animal,

xeometría interior dunha tensión

e un pálpito mecánico golpeando no ser.

 

A fundición dispón das súas regras tenaces,

baleiro e simulacro, fabricación de espasmo,

asombro nodular, enfriamento lento.

E todo se substancia nese empeño,

na condición do ardor, porque a soidade clama

por posuír o astro, a cámara, o crisol,

a bóveda inflamada, a escuma que despunta

na súa desolación.

 

Talvez, pensou, ela era un molde perfecto,

soleira para afinar a chama e respirar no fondo

contra a dor.

Nada sabía do sopro da cinza

e da devoración profunda dos ácidos

que morden a sede,

as hélices queimadas do tempo,

a zona de fusión que de repente é fenda

pola que foxe a vida e o pracer,

antes de que o metal deseñe definitivamente

o silencio.

 

FUNDICIÓN

 

Quizás, pensó, ella era un molde perfecto

para disipar la soledad,

prototipo ideal para un experimento,

la unión feliz que persiguen los cánones,

porque el cuerpo precisa, tal marcado destino,

esa extrema alianza.

Condición de la especie es domesticar las formas

del deseo,

estrechar los sentidos hasta una indiferencia

o limitar el brillo que está escrito en la carne.

La dimensión del acto es común, una costumbre

que ya viene avalada por el remoto eco

del animal,

geometría interior de una tensión

y un pálpito mecánico golpeando en el ser.

 

La fundición dispone de sus reglas tenaces,

vacío y simulacro, fabricación de espasmo,

asombro nodular, enfriamiento lento.

Y todo se substancia en ese empeño,

en la condición del ardor, porque la soledad clama

por poseer el astro, la cámara, el crisol,

la bóveda inflamada, la espuma que despunta

en su desolación.

 

Quizás, pensó, ella era un molde perfecto,

umbral para afinar la llama y respirar profundo

contra el dolor.

Nada sabía del soplo de la ceniza

y de la devoración profunda de los ácidos

que muerden la sed,

las hélices quemadas del tiempo,

la zona de fusión que de repente es hendidura

por la que huye la vida y el placer,

antes de que el metal diseñe definitivamente

el silencio.

 

*La foto de Miguel Anxo es de La Voz de Galicia; abajo un cuadro de Isabel Pintado. Las tres fotos centrales son de Ralph Gibson.

 

 

1 comentario

Angéline -

Qué bello el poema. Conocía dos de las fotos de Gibson pero nunca había leído a Fernán Vello. Sí lo he visto mil veces por Coruña e incluso durante una época comíamos frente a la misma barra de una cafetería en Zalaeta. Me gusta la frase "la zona de fusión que de repente es hendidura", una grieta por la que puede escaparse esa intensidad antes de que el silencio lo selle todo. Feliz año, Antón. Un abrazo.