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Antón Castro

RAÚL ARIZA: UN CUENTO CORTO

El escritor de Castellón Raúl Ariza, especialista en narrativa breve y autor de ’Elefantiasis’, me ha manda un cuento corto casi a modo de bienvenida en este blog al nuevo año.

 

 

LA VIEJA CASA DEL PUEBLO

Por Raúl ARIZA


Todo comenzó hará un mes, cuando descubrí un ligero desconche en una de las paredes del salón. Una pequeña calva en la pintura que tan solo reflejaba la edad de la edificación, el desgaste por el uso y el descuido en estos últimos años, en los que ya no servía ni como vivienda de temporada.

La casa del pueblo era de la robustez y la envergadura que le recuerdo a mi padre. De paredes gruesas y techos altos. Tras mi separación, mis padres me la dejaron en uso porque no podía pagarme una de alquiler. Realmente fue mi madre quien terció por mí, porque con mi padre hacía varios años que no me hablaba y apenas nos veíamos. Siempre nos quisimos pero, o bien dos caracteres encontrados o bien una cabezonería compartida, lo cierto es que el distanciamiento, agravado desde que hace un par de años me casé con quien hoy ya es mi ex, era un hecho.

Lo de la casa comenzó, como he dicho, con una cuestión estética sin mayor trascendencia, sin embargo, en poco menos de un par de semanas el problema se agravó de repente, apareciendo, inesperadamente, enormes e inquietantes fracturas por todas partes. Primero fue en el largo pasillo, que tiene la grisura del carácter que he heredado de mi padre, donde una mañana encontré una grieta que, como una gran falla, cruzaba de este a oeste una extensión de casi seis metros de largo. Después fueron la cocina, en la que cayeron varios azulejos y se descompensaron los armarios, y los dos baños, que acabaron inundados tras la rotura de sus cañerías. Por último, el dormitorio conyugal presentó de un día para otro un estado ruinoso, amenazando desplome en cualquier momento. Su techo amaneció rajado en sentido longitudinal, la pared maestra sucumbió un par de centímetros al menos, y parte de la moldura que circundaba la estancia cedió, llenándolo todo de cascotes. Por miedo a quedar soterrado bajo una pila de escombros, tuve que cambiar de habitación y volver a la que ocupaba de crío cuando veraneábamos aquí. Anoche, mientras trataba de dormir entre tanto crujido amenazante, pensé y luego soñé con el viejo.

Esta mañana no me ha dado tiempo ni a desayunar. Tras un extraño ruido, algo así como el sordo crujido de una rama al partirse, la casa se ha escorado hacia la derecha como el casco viejo de un barco que hace aguas. Ha sido tan brusco el azote, que apenas me ha dado tiempo de coger las cuatro pertenencias que he podido y de salir medio desnudo a la calle. Un par de minutos después, la casa se ha desplomado frente mí.

Al conectar el móvil para llamar a la familia y contar lo sucedido, he comprobado que tenía varias llamadas perdidas de mi hermano mayor. Papá ha fallecido. Me ha dicho. Por lo visto, andaba desde hace más o menos un mes con algún que otro achaque sin demasiada importancia, pero no ha sido hasta estas dos últimas semanas cuando su progresivo deterioro se ha hecho manifiesto y alarmante, hasta que, después de estar un par de días hospitalizado, hoy, con el primer sol de la mañana, su corazón se ha derrumbado.

 

*Arriba, retrato de Raúl Ariza. Y luegos dos retratos de León Riesener: Una de su mujer, otra de Delacroix.

1 comentario

Flower -

Este relato de Raúl me impresionó... La verdad es que me impresionan casi todos sus relatos.

Saludos,