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Antón Castro

RETRATO DE JESÚS TENA, CON DIARIO

Esta mañana, a las doce, en el Centro Cultural de Urrea de Gaén se presenta el nuevo libro de JesúsTena; sus memorias. Me pidió un pequeño prólogo y aquí. Jesús es uno de esos seres entrañables de la localidad bajoaragonesa, cuyo padre también escribió sus ‘Memorias’.

 

Un cuadro de Urrea de Alex Mirasol.

 

HISTORIAS SENCILLAS PARA SIEMPRE

 

Los Tena siempre han sido un poco especiales: se han sentido arraigados en la vida popular, en la tierra y en el paisanaje, y siempre han querido dar cuenta de sí. Contarse y contar lo que ocurría a sus hijos a través de palabras sencillas, transparentes como un hilillo de agua, emocionantes como una tormenta en la primavera florida del río Martín. El abuelo paterno Ángel Tena dejó su testimonio a sus hijos y nietos; lo mismo hizo Bautista con su libro de recuerdos y confidencias, ‘Ni novela’, que era como un diario y un cuaderno de notas a lo largo del tiempo donde hablaba de las historias menudas del pueblo, de la familia y de sí mismo. Jesús Tena Pérez, hijo de Bautista y nieto de Ángel, ha hecho lo mismo: ha querido anotar día a día, mes a mes, año a año, esos acontecimientos minúsculos o no tan minúsculos que han conformado su existencia y la de los sus vecinos: los urreanos. Y no solo eso: también se afirma y se desnuda, como se ve en la confesión de su fe espontánea y en su defensa sin estridencias de los homosexuales.

Conozco a Jesús Tena desde mi llegada a Urrea de Gaén en agosto de 1991, prácticamente. Y siempre me ha parecido un hombre especial: dulce, afectuoso, de convicciones, uno de esos ciudadanos que pasaba por la vida con intensidad, disfrutándola en todas sus dimensiones: en la intimidad, en la cofradía, con el grupo de amigos, en la taberna, en el campo y en la mina. Podríamos decir que Jesús Tena era un hombre de su tiempo y a la vez un hombre inscrito en una buena porción de tradiciones: las romerías, la Semana Santa, los secretos del campesinado como la dula o el ador, e incluso la política. En uno de los fragmentos de su memoria recuerda cuando era concejal de Urrea de Gaén y el viaje que hizo con su corporación al Palacio del Pardo para darle una distinción al general Franco: la emoción, la tensión y el silencio se cortaban con el aliento.

Jesús Tena Pérez empieza el libro de una manera casi inesperada: relatando la historia de ‘Los zapateros’, dos personajes muy peculiares que pertenecía a la Brigada 32 del ejército republicano, que orinaban a través de una caña y que participaron en la vida cotidiana de Urrea de Gaén hasta que apareció un cazador de maquis. Y a partir de ahí evoca al maestro Ángel Gargallo, que era como un segundo padre, afectuoso y próximo, y a la señora Pabla, la maestra de párvulos que les llenaba aquella infancia inicial de cuentos de hadas. La jota ocupa un lugar importante, y entre los joteros, y hay muchos en el libro, está Alfonso Zapater, procedente de Alcañiz, creador de la jota de Albalate y campeón de campeones; Jesús, que siempre lo ha guardado todo, recuerda que tiene en sus manos una poesía de su hijo Alfonso Zapater Gil, escritor y periodista, y la rescata. En ese viaje por la infancia, hay prodigios, historias de personajes pintorescos, bromas y veras, juegos, notas sobre la matacía y sobre algo más insólito: las técnicas para “encorrer buitres”. Más que una técnica quizá fuera una travesura de críos.

Jesús le da libertad al carrete de la imaginación y de la memoria, y realiza un inventario de sucesos y azares como la llegada de aquellos húngaros y titiriteros que traían osos y monos y proyectaban el cine ante una fachada bien encalada. Narra su primer viaje a Zaragoza, y el deslumbramiento que le produjeron las calles y el Pilar; y ya puesto, Jesús, que está en ese momento en que la vida se expande con  auténtico vértigo, recrea sus primeros viajes a Albalate del Arzobispo.

El libro está lleno de criaturas insólitas, de fiestas, de diversos hechos cruciales (como la llegada de la luz a Urrea de Gaén, pongamos por caso), pero hay notas que son verdaderamente jugosas. Recuerda Jesús que en el pueblo había muchos pastores y labradores, pero quizá ninguno tan especial como Tomás ‘el Chirón’, que no solo se iba por aquí y por allá con los rebaños durante el día sino que aprovechaba los días de plenilunio para arar la tierra. Este detalle tan bonito refuerza una idea del libro: se cuentan historias populares, de seres de carne y hueso, de gente que se esforzaba para vivir y para sacar adelante un jornal complementario para los suyos. La última parte del libro está llena de protagonistas así: transidos de humanidad y de ternura, un poco raros también, pero fascinantes. Entre ellos, por ejemplo, aquel campeón de carreras pedestres llamado El Royo de Urrea.

También es un libro sobre cómo se desenvuelve la existencia: las huidas de casa, la pesca, el impacto de la guerra civil y, sobre todo, de la posguerra, la llegada del primer tractor al pueblo o la existencia de un perro blanco, llamado Pegaso, que murió de puro viejo tras dejar una huella indeleble; fue un gran animal de compañía que contrasta en el libro con la descripción de un perro feroz.

Cuando rondaba los 40 años, Jesús Tena, merced a la sugerencia de un familiar, decide entrar en las minas subterráneas que tiene Endesa en Ariño. Cuenta cómo fue la experiencia y cómo supo compatibilizar siempre la mina con la agricultura, con la huerta, con la música, con la pasión por las historias. Cuenta también cómo llega el primer ordenador a su casa y a la de su esposa, María Luisa, el amor de su vida y la madre de sus cinco hijos. Por cierto, Jesús cuando era niño tuvo una novia: un día él dijo que Dolores era su novia y a partir de entonces era acogido en su casa con seis o siete años como si realmente lo fuera. Le daban conversación, dulces y lo que hiciera falta. Ahí asoma ya otra virtud del libro: el candor, la mirada humanista, la ternura, un punto de humor y de confidencia muy sincera. Algo que también se vislumbra en la devoción hacia el personaje más importante nacido en Urrea: Pedro Laín Entralgo, que fue agasajado en la localidad en 1996; con aquella visita se rompió un malentendido. Cuando contaba 83 años, Jesús Tena le mandó una bonita carta de felicitación, que transcribe.

El libro revela algo casi primoroso: Jesús Tena se preocupa de sí mismo, de los suyos, pero también de los demás. Aquí hay muchos paisanos, conocidos y amigos, porque este libro es también la crónica de un pueblo y de sus gentes. Urrea de Gaén. Esa villa que se refleja en la corriente del río Martín y en la historia.

2 comentarios

pili grao -

parami que boi a decir es una persona im
nmejorable tanto el como su familia un abrazo

Jesús -

Te escuche en las entremixtas de TEA Y en la Nube de radio 3.Siempre un placer Antón cuando tomas la palabra.Además ayer retomé tu libro Arquitecturas imaginarias para ver el castillo de Mesones de Isuela.Saludos.