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Antón Castro

LAURA FREIXAS: UNA ENTREVISTA

LAURA FREIXAS: UNA ENTREVISTA

[Laura Freixas presentaba el pasado martes, en Cálamo, su última novela: ‘Los otros son más felices’ (Destino, 2011), el relato de una joven manchega que va a pasar el verano con una familia burguesa y cultura de Cataluña. Esta foto es de Dani Duch, un estupendo fotógrafo de 'La Vanguardia'.]

 

“Toda familia tiene una gran

novela en potencia”

  

¿Cómo nace esta novela? ¿Qué relación tiene con sus orígenes?

EL punto de partida es autobiográfico, como en todo lo que escribo. Soy hija de dos familias, una castellana, pobre, de pueblo, y la otra catalana, burguesa y de ciudad. Pero eso es sólo el punto de partida; luego, los acontecimientos de la novela son inventados. E incluso he cambiado la región de origen: sustituí Castilla La Vieja, de donde son originarios mis abuelos (concretamente de la región de la Sierra de Gredos), por La Mancha, porque La Mancha tiene una doble connotación: evoca deshonra (‘mancha’) y a la vez ha producido la mayor obra de arte de la historia de España, el Quijote. Además, su paisaje es mucho más original que el de  Gredos.

 

¿Ha querido escribir una novela de formación?

En efecto. En cierto sentido todas mis novelas hasta ahora son novelas de formación; retratan el paso de la inocencia a la experiencia, de la primera juventud a la madurez, por caminos a la vez sentimentales, intelectuales y sociales.

 

Ha dicho que las personas que han condicionado su formación son tu madre, Franco y Simone de Beauvoir. ¿Podrías explicárnoslo?

Sí, es el título de una conferencia que suelo dar en el extranjero. Elegí ese título porque es pintoresco, pero también responde a la verdad. Mi madre, una mujer que estudió de mayor, que culturalmente se hizo a sí misma, y que es una gran lectora -no sólo porque lee más de cien libros al año sino por su criterio, su gusto, que es infalible-, me abrió las puertas de la literatura. Franco también, en el sentido de que la vida bajo el franquismo era  tan aburrida, gris, mediocre, hasta ridícula, que había que huir de alguna manera; Terenci Moix, Marsé o Maruja Torres soñaban con las películas de Hollywood, pero en mi casa éramos poco cinéfilos, no teníamos televisión, y en cambio devorábamos novelas francesas.

 

¿Y Simone de Beauvoir?

En una España donde no había modelos femeninos que valiera la pena imitar (no íbamos a tomar como referente a Carmen Polo, ¿no?, ni a Lola Flores...), Simone de Beauvoir era mi ideal. 

 

¿Por qué se tiende a creer que las otras familias son más perfectas que la nuestra?

En general no vemos a los otros como son, sino que proyectamos en ellos nuestros sueños, como en una pantalla de cine, y tendemos a creer que tienen lo que nosotros no tenemos.

La novela transcurre entre dos ambientes: uno rural, de escasa cultura, y otro más elevado, con una marcada presencia de la pintura y la creación. ¿Qué quería probar?

Me he movido toda la vida entre dos mundos, muy representativos además de lo que ha sido la Europa de mediados del siglo XX, tan marcada por los ascensos sociales y las migraciones interiores: el mundo rural u obrero y el burgués. Compararlos, evaluarlos, ver qué hay de positivo y negativo en cada uno de ellos, me parece un ejercicio muy enriquecedor. Lo sigo haciendo.

Hay un momento en que dice Áurea: “En mi casa no se hablaba de nada”. ¿De qué habla la gente modesta?

De nada, en efecto, o de nada interesante. Esa es su verdadera pobreza: el esquematismo con que perciben el mundo y a sí mismos; y la verdadera riqueza, para mí, de los ricos, la más valiosa, al menos de los ricos antiguos, es su riqueza cultural, la que les permite disfrutar de un cuadro o de un ópera, interpretar un paisaje o analizar los sentimientos.

La joven, cuando llega a la casa de la familia Soley, está leyendo ‘Jane Eyre’ y Marina, la hija de sus anfitriones, a Pla...

Pla es el escritor que mejor encarna y condensa cierto espíritu catalán conservador, con el que se identifican los Soley por mucho que jueguen a la bohemia. En cambio Jane Eyre es un modelo para Áurea -aunque ella haya elegido la novela por casualidad-: una mujer que no es ni rica, ni noble, ni agraciada, pero que gobernará su propio destino. 

¿Has querido contar, en cierto modo, el acceso de una joven al universo cultural y social de Cataluña?

Áurea vive una suerte de descubrimiento del país: accede al arte, a sus pintores, a los escritores, al propio lenguaje... Sí, yo quiero y admiro mucho a Cataluña, aunque sólo me siento catalana a medias, o tal vez por eso, digamos que la aprecio a medias desde dentro y a medias desde fuera. 

Áurea solo ve a los Soley en tres ocasiones. ¿Qué es lo que ejerce sobre ella esa fascinación?

Áurea se siente imantada no tanto por lo que los Soley son, sino por lo que representan: la libertad, el refinamiento, los viajes, el protagonismo social... Y Marina, concretamente, por ser mujer y de su misma edad, le sirve como un modelo o referente inmediato. Marina representa una cierta España del último cuarto del siglo XX: la progresía, la ‘gauche divine’, el pelotazo... No sé si todas las familias tienen un secreto doloroso, pero estoy segura de que toda familia es una gran novela en potencia; para escribirla sólo necesita un/a novelista.

Muchos y muchas han escrito que “el siglo XX ha sido el siglo de la mujer”. ¿Qué será el siglo XXI?  

La frase es bonita, es rotunda, pero sólo es cierta a medias. La lucha por la igualdad tiene muchos siglos y aunque el XX ha presenciado grandes avances, todavía estamos muy lejos de haber conseguido el objetivo.

Desaparece prácticamente el Ministerio de Cultura y la dirección General del Libro. ¿Es una medida correcta?

Me parece un síntoma del poco interés que la derecha de este país ha sentido siempre por la cultura (excepto si acaso como industria) y por la literatura.

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