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Antón Castro

CLAUDIA PIÑEIRO, UN DIÁLOGO

CLAUDIA PIÑEIRO PUBLICA EN ALFAGUARA

LA NOVELA POLICÍACA 'BETIBÚ'

 

Claudia Piñeiro (Burzaco, Argentina, 1960) ha llegado al género policial un poco por casualidad. En sus novelas, algunas tan conocidas como ‘Las viudas de los jueves’, que llevó al cine Marcelo Piñeyro, siempre aparecía un enigma, un crimen, una atmósfera de asfixia que le confería carácter a su escritura y que era como una segunda trama. Con ‘Betibú’ (Alfaguara. 2012), que presenta estos días en España, fue directamente al grano: quería escribir una novela de género sobre algo que le obsesiona: una situación límite como la muerte. “Hay otras situaciones límites, pero me preocupa mucho eso –dice a HERALDO-: esa tensión máxima en que a veces nos pone la vida y a continuación esa búsqueda, esa necesidad de decidir. A mí me gusta escribir desde el lugar en que vivo sobre el tiempo en que vivo. No pretendo ser crítica ni cáustica: intento contar lo que ocurre”, señala la escritora, que alterna la narrativa con el teatro y los guiones de cine. Añade: “Escribo sobre el mundo actual. Siempre digo que no hago libros de denuncia, sino que me gusta levantar las alfombras: ver lo que está oculto, lo que se nos niega, quiero saber qué pasa, y de golpe ya me veo en el lío. Y me gusta otra cosa: analizar la conciencia de la gente. Hablar de la condición humana. Mirar adentro”.

A veces, las novelas de Claudia Piñeiro, ensalzada por lectores como José Saramago o Rosa Montero, parecen reflejar el permanente estado de convulsión de Argentina. “De Argentina y de otros muchos países. Hay libros míos que están basados en crisis concretas de mi país, pero también hablo del caos y de las crisis de otros países. Hace poco me sucedía en Francia con ‘Las viudas de los jueves’: me decían que en el fondo esa novela era premonitoria, que el estado de cosas que cuento ahí se parece mucho a todo lo que está sucediendo en Europa ahora, en Francia propiamente”.

‘Betibú’ es una novela que refleja un panorama social corrupto a través de la investigación de un crimen: el potentado Pedro Chazarreta aparece muerto en su sillón, ensangrentado, con un cuchillo muy cerca y su botella de whisky. No se sabe muy si ha sido un suicidio o un asesinato: hace tres años apareció muerta su mujer en extrañas circunstancias y podría ser que alguien, tres años después, hubiese decidido vengarse. Chazarreta era un prestamista despiadado y opulento.

A partir de aquí entran en danzan varios personajes: el director del diario ‘El tribuno’, que decide convocar a la escritora Nurit Iscar, a la que él llamaba ‘Betibú’ porque se parecía a Betty Boop, y de la que estuvo enamorado; un periodista veterano que antaño era especialista en crímenes y otros delitos, y que ahora está orillado, y otro joven periodista que solo vive a través de Internet y de Google, hasta el punto de interrumpir su trabajo para ver una serie. “La novela es una reflexión del periodismo y su relación con el poder. Y es también la historia de dos métodos distintos: el periodista veterano, que trabaja en la calle y que tiene contactos en la policía, en los jueces y en los propios hampones. Y por otra parte está el joven periodista que piensa que todo está en internet. Se produce un choque y a la vez un aprendizaje recíproco: el mayor enseña mucho al joven y a la vez recibe mucho de él, en este historia donde hay otros aspectos sentimentales también”, dice Piñeiro. Al fin y al cabo, el director de ‘El tribuno’ rescata a una escritora que lleva dos años sin publicar. “No es que esté retirada de la circulación, ni mucho menos. Lleva dos años en silencio, escribiendo y pensando. Y hubo algo entre ellos. A mí me han pasado cosas como le pasan a ella: cuando se produce un crimen, me llama a menudo de la prensa para que imagine que puede estar pensando por la mente del criminal, cómo pudo haber pasado. Y yo jamás escribo: me parecería un poco frívolo. Además no tengo nada que decir”.

Claudia Piñeiro se confiesa “bulímica y caótica como lectora”. Dice que es errática en sus lecturas: sigue los consejos de amigos, de escritores o de libreros. Confiesa dos veneraciones: David Logde, “porque posee una ironía que me encanta”, y el Nobel Coetzee, “que siempre me pone en tensión, con sus situaciones difíciles y dramáticas”. A modo de cierre de su estética y de su novela, Piñeiro declara que el humor, incluso el humor negro, es muy importante en su obra. “Una cosa es un chiste, que lo oyes, te sonríes y lo olvidas. Y otra es el humor: te cuentan algo y te das cuenta que te ríes, luego te pones triste porque sabes que detrás hay un drama, y en el peor de los casos te quedas pensando. El humor me permite darle una vuelta a la situación más dramática, verla de otro modo”.

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