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Antón Castro

POEMAS DE BENEDICTO LORENZO

POEMAS DE BENEDICTO LORENZO

Dentro de unos días se presenta una antología de Benedicto Lorenzo de Blancas en el sello Certeza de José Vicente Zalaya. Su hijo Miguel Lorenzo me envía una pequeña selección de textos que integrarán ese libro en el que había trabajando el propio Benedicto.

 

 

 

De libro: ’Fondo de soledad’ 

 

 

MADRE

 

Desde que no te tengo, ni me tienes,

desterrada ternura, madre mía,

te llamo a cada hora y cada día

espero la llegada de los trenes.

 

Pero tú nunca vienes, nunca vienes

a compartir tus penas con las mías,

como hacías entonces, como hacías

antes de que existieran los andenes.

 

No sabes cómo duelen las heridas,

cuando no hay quien las cure por las noches.

 

No sabes cómo animan los reproches,

mezclados con los besos y las manos.

 

Cuando se pide o se llama en vano,

No sabes qué difícil es la vida.

 

 

 

 Del libro: ’VÍSPERA DE TI’

 

CONTACTO

 

Toda la gracia me bautiza cuando

como un agua bendita estoy sintiendo

que una grata pasión me está invadiendo,

que una dulce ilusión me está llenando.

 

Estoy la ciencia entera desvelando,

mientras testigo soy, mientras entiendo

de la ternura que me está prendiendo,

de la hermosura que se está mostrando.

 

Guiado de una estrella estoy viniendo.

Estoy llegando a ti. Estoy llegando,

mientras la expectación te está sintiendo.

 

Mientras la aceptación estás hilando,

ya tu respiración me está envolviendo,

que, de puntillas, se me está acercando.

 

 

Del libro: ’TESTIMONIO’

NIKÉ

 

(A Miguel Labordeta)

 

Niké,

cenáculo insumiso,

oficina prendida de horizonte.

 

Se menciona tu nombre y se establece

una corriente misteriosa de emoción y nostalgia

de algo que fue de todos y pervive

como un sagrado temblor inexplicable.

Del marco que refunde retazos de barahundas

emergen inconfusas las voces incesantes.

Como en una pantalla se dibujan los rasgos

y se recobra un mundo de espléndidas metáforas.

 

Conjunto abigarrado de bultos y rumores

código de consignas inflamando las sombras

alucinado sístole de ritmos y conjuros

secuencia imprevisible de alocadas vivencias.

Inevitable génesis presencia-voz protéica

intemporal vigía Oficina de horizonte

Sibila urgiendo ensalmos profetizando suertes

e insoslayablemente ungidos verbos fértiles.

 

Regocijadamente sumen jaunacos ópicos

archicolmadas copas de surreales vinos.

Sombras espías rondan atónitas y estultas

con un designio oscuro como un túnel de insectos.

Describe la memoria fastos irrepetibles

dibujan los espejos un memorable cuadro.

Adquieren cuerpo rasgos tan sólo con nombrarlos

surgen tiernas figuras de gentes entrañables.

 

Cuando Miguel se dice

ya se sabe se trata de Miguel Labordeta.

También se dice siempre por el nombre:

Guillermo, Rosendo, Luciano, José Antonio, Julio...

Si para algunos hay que decir el apellido,

hay que decir: Pinillos, Gastón, Ferreró, Ciordia...

hay que decir Rey del Corral o Blancas.

En cambio para otros,

hay que decir completo: Raimundo Salas o Miguel Luesma,

ese código observado y nunca escrito.

 

Hay otros muchos nombres de amigos entrañables,

como: Comín Gargallo, Emilio Alfaro, Antonio Artero;

como García-Abrines, u Orús, o Borreguero, o Lizaranzu;

como Tartaj, o Cazcarra, o Rotellar, o Gaviria;

como Pedro Marín, o Anós, o Prat, o Villacampa;

como Santamaría, como Vera, como Alfonso;

como Fernando Alfaro y Donato Labordeta...

que ensanchaban el circulo ritual de la Tertulia

llenándola de luz, de testimonio y de jolgorio.

 

Niké...

guardad estrechamente la densidad del nombre,

guardad su levedad de mágico misterio...

Se sigue revelando cada aurora

su humanidad inmensa llenando los espejos.

 

*Retrato de Benedicto Lorenzo de Blancas, 1960. Abajo, una obra de Catalá Roca. Y retrato de Miguel Labordeta. Abajo: un retrato de Wayne F. Miller.

 

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