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Antón Castro

PEDRO RÚJULA Y SUCHET, HOY EN EL PARANINFO

PEDRO RÚJULA Y SUCHET, HOY EN EL PARANINFO

 

[Este tarde, a las 20 horas, en el Paraninfo, Pedro Rújula presenta la edición de las ’Memorias’ del Mariscal Suchet, que acaba de publicar en la Institución Fernando el Católico. Lo acompañarán Carlos Franco Despés, Carlos Forcadell, Ignacio Peiró y Concha Lomba. Hace unos días publiqué este nota sobre la edición en diálogo con Pedro Rújula]



LA FICHA

’Memorias del Mariscal Suchet sobre sus campañas en España. 1808-1814’. Edición e introducción de Pedro Rújula. Institución Fernando el Católico: Colección Historiadores de Aragón. Zaragoza, 2012. 676 páginas.


Antón Castro. ´Heraldo de Aragón

ZARAGOZA. Pedro Rújula López (Alcañiz, 1965) es un estudioso del carlismo, de la contrarrevolución y de la Guerra de la Independencia. En 2009 publicaba en la Institución Fernando el Católico las memorias del pintor y general Louis-François Lejeune. Ahora, tras una intensa labor de investigación y de fijación del texto, editas las ’Memorias del Mariscal Suchet sobre sus campañas en España, 1808-1814’ (Institución Fernando el Católico: Colección Historiadores de Aragón), un volumen de más de 650 páginas que lleva una introducción donde reconstruye la historia del hijo de un sedero lionés, Luis Gabriel, que nació en 1770 y que murió en 1826 de un cáncer de estómago.

Dos años después, su esposa, Honorine d’Anthoine, veinte años más joven que él, había publicado sus ’Memorias’. En 1829, «un afrancesado español, cuyo siglas eran G. D. M., tradujo el libro al castellano y suavizó el original». Esa versión cayó en manos del historiador bajoaragonés y decidió recuperar el proyecto, pero se encontró con una sorpresa inesperada: el texto era ilegible, inexacto, «la calidad de la traducción era muy deficiente, de imposible lectura hoy» porque estaba llena de galicismos, de giros inventados, de adjetivos duplicados, de alteraciones y de errores de interpretación. Rújula ha hecho una nueva traducción. Matiza: «El traductor sí se había informado muy bien de la terminología militar».

Un militar voluntario

¿Quién era Suchet? Así, de entrada, tenía que ver poco con el ilustrado Lejeune, «sensible y comprensivo con el sometido. Suchet, en cambio, era un cartesiano francés, muy profesional, un producto perfecto de la revolución y del imperio. Es un producto de la revolución en el sentido de que se alistó voluntario en el ejército y por méritos propios, con su formación de burgués de Lyon, fue ascendiendo en las campañas de Italia, de Suiza y de Alemania. Por otro lado, era un experto en la organización del ejército, poseía una buena experiencia de combate y había vivido de primera mano la expansión del ejército napoleónico en Europa», explica Rújula.

En el otoño de 1808 se casó con Honorine, cuya madre «era hermana de las esposas de José Bonaparte y del mariscal Bernadotte, lo que supondría emparentar con el entorno más cercano de Napoleón y con las casas de reales de España». Dos meses después vinieron a España. La joven estuvo muy cerca de su marido: a veces lo acompañaba en sus paseos a caballo y causaba admiración.

Nada más llegar a Zaragoza, Suchet entró en combate y hubo de retirarse en la batalla de Alcañiz, entre otras cosas porque «casi no había tenido tiempo de conocer a sus hombres; además, la peripecia le había cogido casi de sorpresa, con el V cuerpo del ejército, en Miranda de Ebro. Luego ganaría la batalla de María y la de Belchite». Recuerda el historiador que desde febrero de 1810 el ejército francés ya no contaba «con ningún recurso de Francia, debía abastecerse por completo, y es ahí donde Suchet estableció un sistema de administración política, religiosa y municipal que le permitió a su ejército seguir avanzando y venciendo».

Cobró diezmos y contribuciones, ejerció un gran poder de intimidación, facilitó la reapertura de la Sociedad Económica de Amigos del País y la Real Sociedad de Bellas Artes de San Luis, dialogó con la sociedad aragonesaa, y eso le permitió participar con éxito en los sitios de Mequinenza, Lérida, Tortosa, Tarragona, Sagunto y Valencia. En Aragón miró siempre especialmente hacia Jaca y Sabiñánigo: eran su conexión directa con Francia.

Un pueblo rebelde y libre

Pese a su brillantez, dice Rújula, «Napoleón no se fiaba de él. Cuando se puso enfermo no le permitió volver a Francia; le mandó a España a su propio médico».

Suchet dejó este retrato de los aragoneses: «Son activos, de un carácter terco, en extremo celosos de su libertad, y creen de buena fe que su país es el mejor del universo. La influencia viva aún de sus primitivas instituciones sobre el carácter nacional, los eleva, con respecto a las costumbres políticas, sobre el nivel de los demás habitantes de España. En el trato social, son poco habladores y mantienen sus distancias. Su talante exterior es grave, frío y reflexivo (...) Ningún otro pueblo se pronuncia con más claridad por la justicia. Sometido ya de antemano el aragonés a lo que cree justo, se rebela contra todo acto arbitrario».

Pedro Rújula subraya que el mariscal Suchet siempre estuvo muy preocupado por el asentimiento y la obediencia del invadido y que tenía «una auténtica preocupación psicológica por la aceptación de los españoles de la realidad de la fuerza».



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