TRECE AL SOL DE... / TRINIDAD RUIZ MARCELLÁN, 3
TRECE AL SOL de... TRINIDAD RUIZ-MARCELLÁN
Nacida en Zaragoza en 1950, es editora de Olifante, Ediciones de Poesía, desde 1979, donde ha publicado a varios premios Nobel y más de un centenar de autores aragoneses, nacionales e internacionales. Es, con Marcelo Reyes, la promotora del Festival Internacional de Poesía Moncayo que se clausura mañana domingo con la Ruta Bécquer en Tarazona.
“Ver a Paco Ibáñez entre pucheros y en mi cocina fue extraordinario”
“Mi padre nos tocaba el violín y nos dormía contando historias”
-1. ¿Qué hace una editora en verano?
-Yo no me considero artista. Soy una trabajadora de la cultura. En verano, trabajo más en tiempo e intensidad que en el resto del año. Preparo, entre otras actividades, el Festival Internacional de Poesía Moncayo, que empezó el jueves en Tarazona con una conferencia de Ángel Guinda y está dedicado a la poesía y al cine. Y esta organización debo compaginarla con la de ama de casa, madre de tres hijos y demás.
-2. ¿Dónde suele veranear?
-No suelo veranear. Y durante el verano estoy entre Litago, Agón y Zaragoza. Y casi siempre en la carretera. Lo que me gusta es otoñear. Hacer un viaje rápido pero de veinticuatro horas con los ojos abiertos. Este año, en octubre, iré a Dublin.
-3. ¿Es usted de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?
-De montaña, de montaña. Vivo al pie del Moncayo. Es un espacio mágico. Por eso me gusta y esa es la razón por la que vivo en estas tierras de Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado. Por su magia.
-4. ¿Qué hace en esta época que no suele hacer el resto del año?
-Subo a la cumbre del Moncayo. Cuido y mimo a mi familia y a mis animales: perros, gallinas…
-5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida? ¿Qué ciudad le ha dejado más huella?
-Acercarnos a Galicia con mi marido y mis hijos pequeños. De eso hace ya muchos años. Pero lo recuerdo con mucho placer. La ciudad que me ha conmocionado y me sigue emocionando (cada vez que la visito) es Lisboa. Tal vez porque huele a océano, a llamarada, a poesía y música.
-6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. A la revelación, a los amigos, al amor. ¿Cómo ha sido esa época?
-“Mi infancia son recuerdos” de Agón, con muchos hermanos, con unos padres sensibles y una ventana abierta a proyectos y libertad. Recuerdo especialmente cómo mi padre pasaba tocando el violín por las habitaciones de mis seis hermanos y terminábamos durmiendo con historias y cuentos que decía de memoria desde el largo pasillo para que todos escuchásemos. Mi madre también acababa durmiendo en la cama de alguno de nosotros, casi siempre agotada por el duro trabajo diario. Fue una infancia muy feliz
-7. ¿Cuál es su mejor recuerdo?
-Tengo muchos. Recuerdo paisajes. Puestas de sol, con la montaña al fondo, que todavía me hacen temblar.
-8. ¿Qué tipo de lecturas (u otras actividades) suele hacer en estos días?
-Leo poesía. También revistas deportivas, llenas de consejos para estar en forma, aunque yo no soy ejemplo de mujer deportista.
-9. ¿Qué libro, qué cuadro, qué museo, qué película, qué canción o qué álbum están asociados a un verano inolvidable?
-La obra de Pessoa, pues la descubrí un verano. La Galería Nacional Jeu de Paume en París, sobre ese juego precursor del tenis. ‘Candilejas’ de Chaplin. La pintura de Van Gogh. Y la canción ‘Lola’ de los Brincos.
-10. ¿Cuál ha sido el gran personaje de sus veranos?
-El cine en la calle. En la plaza del pueblo hasta altas horas. Llevándonos la silla, una manta… Los actores, los personajes.
-11. ¿En qué han cambiado los veranos?
-Añoro los veranos tranquilos, más meditativos. Ese momento ha de llegar de nuevo.
-12. ¿Cómo definiría el espíritu del verano en un tuit de 140 caracteres?
-El verano es un tiempo para vivirlo al máximo y hacer aquello que no puedes llevar a cabo durante el resto del año. Aunque también, el verano, debería ser un tiempo “en punto muerto”, para no hacer nada y para mirar el cielo.
-13. ¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?
-Conocer al cantautor Paco Ibáñez, invitarle a comer una paella en mi casa y que aceptase. Verle en la cocina, entre pucheros, fue extraordinario. Yo lo había mitificado y esta circunstancia normalizó esa visión que tenía de él.
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