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Antón Castro

TRECE AL SOL: MARIANO ANÓS, 10

TRECE AL SOL: MARIANO ANÓS, 10

Mariano Anós (Zaragoza, 1945) es actor, poeta, dramaturgo y pintor. Dirige la compañía Embocadura; durante años fue codirector del Teatro de la Ribera.

 

“Yo fui un niño de piso, estudioso y formalito”

-1. ¿Qué hace un actor político y un dramaturgo en verano?

 

Político no soy más que en la medida en que cualquier ciudadano lo es. Como ciudadano hago lo que puedo para participar en la lucha contra la brutal regresión a la que nos lleva este gobierno, o aquellos a quienes obedece. En cuanto a mis diversos intereses y ocupaciones, depende de muchas cosas cómo los dosifico. Ha habido veranos de largas giras teatrales, otros de ensayar, como actor o como director, otros de pintar, otros de escribir… Siempre de leer. También me gusta mucho no hacer nada, divagando, y el verano se presta. En general hay alguna actividad (o pasividad) que predomina pero no excluye otras. En este verano en particular, aparte de algunos breves viajes, poca cosa excepto leer, pasear y enredar en internet. La pintura la tengo aparcada de momento (como me suele pasar cuando está reciente una exposición). En cuanto al teatro, el PP está haciendo todo lo que puede para cargárselo, así que lo que principalmente hago es soñar con proyectos inviables y luego bajar a tierra y pensar en pequeños proyectos para no darme por vencido. Por lo demás, algunos ensayos para una sustitución como actor.

 

-2. ¿Dónde suele veranear?

 

En los últimos años suelo pasar una semana en el Pirineo y alguna otra de viaje a otro país. El resto en Zaragoza.

-3. ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?

Tengo cierta envidia a los que “tienen pueblo”. Yo soy de ciudad de toda la vida. Tanto la playa como la montaña son para estancias breves, que siempre disfruto pero no prolongaría mucho.


-4. ¿Qué hace diferente al resto del año?

Este verano, por ejemplo, he hecho un curso intensivo de clown con el maestro Antón Valén, en el que he disfrutado y aprendido mucho. Cada verano tiene algo distinto. Tener más tiempo libre (cuando lo tengo) me permite, además de cultivar el derecho a la pereza y tomar unas cañas en una terraza, sobre todo leer o releer libros más extensos, cuya elección no responde a una lógica previsible. En todo caso tengo mis alergias: los best-sellers, la novela histórica (con muy raras excepciones), no hablemos de los libros de autoayuda o de Paulo Coelho… Casi siempre he cultivado más la poesía y el ensayo, pero en los últimos años he dedicado más tiempo a la novela. Algunos viajes de vacaciones me inspiran para escribir poesía. Mis rarezas son decepcionantes, sin duda.


-5. ¿Cuáles son el viaje y la ciudad, de verano, de su vida?

Hay ciudades a las que volvería siempre, y de hecho he vuelto varias veces: en especial París y Venecia. París, para mi generación, era la libertad y la cultura. Venecia… es Venecia. Otras a las que volvería: Londres, Berlín, Amsterdam, Lisboa, Estocolmo, Estambul, Nueva York, México DF, Buenos Aires… Este año he redescubierto con entusiasmo Lisboa, a la que no había vuelto desde hace demasiados años. No sabría elegir un único viaje de verano de mi vida: hay muchos candidatos que es difícil comparar. No sé si he disfrutado más de la holganza en una isla del Egeo que de una gira en furgoneta por Galicia, pongamos por caso.

 

6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo ha sido esa época?

 

Me parece que Marsé distinguía entre niños de calle y niños de piso. Yo fui un niño de piso, estudioso y formalito. Me gustaba estudiar, leer, dibujar y pintar. También empecé a estudiar piano, pero no era lo mío y lo dejé. En la adolescencia empecé a “sacar los pies del tiesto”, que decían los curas, y a meterme en líos. Los primeros veraneos infantiles que puedo recordar son de playa: Salou (que entonces era un pueblecito tranquilo) y Fuenterrabía (ahora Hondarribia). Mediterráneo y Cantábrico. Entre infancia y adolescencia, un par de campamentos, en Isaba y en Gredos. Y en familia en la montaña, en Torla, con estupendas excursiones por el valle de Ordesa.


-7. ¿Cuál es su mejor recuerdo de entonces, el que más le persigue?

 

De la infancia, momentos gozosos tontos. Un ejemplo: en Salou mis padres habían alquilado la planta baja de una casa. Hubo una tormenta muy fuerte y se inundó, y era una fiesta estar chapoteando dentro de casa. En Fuenterrabía, saltar las olas. Una vez vinieron a rescatarme porque decían que se me llevaba la resaca. Goces acuáticos. En excursiones de montaña, a veces largas, el gusto de vencer el cansancio y respirar en la cumbre.


-8. ¿Qué tipo de lecturas realiza en estos días? ¿Cuál sería el menú ideal de un día perfecto?

 

Ahora mismo estoy con ‘Blonde’, de Joyce Carol Oates, sobre Marilyn Monroe. Suelo alternar alguna novela extensa con algunas lecturas o relecturas de poesía o ensayo. En otro orden de cosas, la perfección y los ideales no van conmigo. Prefiero, como Picasso, encontrar que buscar. El baile no se me da bien. Una terraza junto al río o el canal (con repelente de mosquitos), una charla con amigos, pasear, comer buena fruta, hacer el amor, lo normal.


-9. ¿Un fetiche de un verano inolvidable?

El ‘Mahabarata’ de Peter Brook, en una cantera abandonada a las afueras de Aviñón, a la que se llegaba en barca y después caminando por un sendero. Un espectáculo deslumbrante, con la difícil sencillez de un maestro.


-10. ¿Cuál ha sido el gran personaje de tus veranos?

 

Personajes literarios, ahora mismo Marilyn (por la novela de Oates). Más o menos clásicos de otros veranos, Don Quijote, Madame Bovary, Segismundo, Lear, Leopold Bloom, Josef K., Ahab, muchos más.


11. ¿En qué han cambiado los veranos con internet? ¿Y con la crisis?

 

Con internet, dedico más tiempo a mirar una pantalla, con toda la ambigüedad de enriquecimiento y empobrecimiento de experiencia que supone. Un poco más sedentario, aunque procuro compensarlo sin demasiado esfuerzo. Con la crisis, o estafa, menos gastos, más cabreo, más tensión política y más ganas de participar en movilizaciones para defender al menos la dignidad.


-12. Si tuviera que resumir el espíritu del verano en un ‘tuit’, ¿qué diría?

 

Tiempo ganado para perder el tiempo, merodear, descentrarse, goces sencillos, imaginar mundos, afueras, detener relojes, descreer, estar ahí.

 

13. ¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?

 

Actuando en un pabellón de un pueblo de Cuenca en fiestas, de repente irrumpió en el local una vaquilla azuzada por un grupo de mozos. Naturalmente hubo que parar la actuación y reanudarla después de una arenga (ligeramente etílica) del alcalde.

 

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