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Antón Castro

RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ: LA PROTESTA Y LA CONTRACULTURA

RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ: LA PROTESTA Y LA CONTRACULTURA

La cultura de los 60 sigue aquí

 

Ramón González Férriz presenta esta tarde ‘La revolución divertida’ en Los Portadores de Sueños

 

Antón CASTRO / Zaragoza

Ramón González Férriz, responsable de la dirección de la edición española de ‘Letras Libres’, presenta ayer por la tarde, en Los Portadores de Sueños y en diálogo con Daniel Gascón, su libro ‘La revolución divertida’ (Debate, 2012. 186 páginas), una reflexión sobre los movimientos culturales desde principios de los años 60 hasta ahora mismo, hasta los movimientos antiglobalización y el 15-M, del que dice que “es reaccionario”. Explica el autor: “‘La revolución divertida’ trata (...) trata de las revoluciones de los años sesenta, y de cómo algunos de sus participantes siguen ocupando el escenario central de la vida pública después de ver cómo sus ideas eran derrotadas”.

El libro parte de mayo de 1968, y de los convulsos 60, con figuras como Martin Luther King y JFK, asesinados, y con Allen Ginsberg convirtiéndose en “el Rey del Mayo de Praga” en 1965. Recorre “el mayo francés”, el movimiento hippie (y los yippies), pero también recuerda que ETA empezó a asesinar en 1968, en concretó mató a José Ángel González, y en 1969 asesinó al policía Militón Manzanas. Ramón González Férriz (Granollers, Barcelona, 1977) recorre, en este clima de rebeldía, las actividades de Lotta Continua y de la Baader Meinhoff.

Analiza las figuras claves de ese nuevo movimiento de rebelión permanente, que lo cuestionaba todo, que fue calificado como el de los “hijos de papá” por Georges Marchais y que tenía la canción ‘Hey Jude’ de Los Beatles casi como un himno. Sobre todo, abogaba por la desaparición del capitalismo consumista. Analiza ese fenómeno emergente, tan decisivo, que fue la juventud, con el consiguiente fenómeno de masas, y estudia figuras concretas como Los Beatles, Bob Dylan o John Lennon. Era “la revolución divertida”, que traía en sus maletas una idea de un mundo mejor, con más drogas, más libertad sexual, y otros muchos ingredientes: el pacifismo, el feminismo, los derechos civiles, la ecología, el pop y el rock...

Más tarde, ya en España, analiza fenómenos como el anarquismo libertario en la Barcelona de 1977, a la sombra de la revista ‘Ajoblanco’, o la Nueva Ola en Madrid. Y poco a poco, a medida que se formaliza la democracia, la cultura se oficializa y se subvenciona, comprueba como muchos personajes icónicos de la izquierda dan un viraje a la derecha: Luis Racionero, Luis Alberto de Cuenca, Paco Umbral (sorprende que aparezca Umbral como un derechista), Federico Jiménez Losantos, etc. La realidad desmintió a José Luis López Aranguren, que había dicho: “Es imposible un intelectual de derechas”. El nuevo estado de cosas, la cultura oficial, da lugar a situaciones como las que describe el aragonés José-Carlos Mainer en ‘El aprendizaje de la libertad’: “Los esplendores y las miserias de la cultura de Estado segregaban un indeseable escalafón de intelectuales en venta”.

También habla de la importancia de los intelectuales, empezando por uno de los pioneros más comprometidos y más pop, como Manuel Vázquez Montalbán. El libro, hilvanado con parsimonia y lucidez, es también la constatación de un fracaso, que deriva hacia el desencanto y la ausencia de ideología: los rebeldes de ayer, que soñaban con cambiarlo todo, son hoy los que dirigen la cultura y mitigan la energía de los nuevos insurgentes; aquellos ideales son parte del sistema y han sido engullidos por la publicidad y la propaganda política. Concluye: “Si queremos volver a renovar este mundo, tendremos que encontrar otras formas, quizá menos ruidosas, seguramente menos utópicas, pero sin duda más acordes con nuestro tiempo y sus nuevas realidades”. Entre las anécdotas chuscas, y hay muchas, vemos a un joven Alberto Ruiz-Gallardón decir esto de la revista ‘Madriz’: era una “porquería repugnante, pornográfica, blasfema, (...) contraria a la moral y a la familia”. Algunos años después, ya como alcalde, subvencionó el Día del Orgullo Gay, que dejaba cuantiosos beneficios a los comercios de ocio de Madrid.

 

La revolución divertida. Ramón González Férriz. Debate. Madrid, 2012. 186 páginas.

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