MANUEL RICO: DOS POEMAS
DOS POEMAS DE MANUEL RICO DE ‘FUGITIVA CIUDAD’
[Le he cogido, por múltiples razones, mucho cariño a Manuel Rico, novelista, poeta, ensayista y crítico, y director de las colecciones de poesía de Bartleby. Acaba de publicar en Hiperión el libro ‘Fugitiva ciudad’, que mereció el premio Miguel Hernández de poesía. Me ha gustado mucho el libro; le pido a Manuel algunos poemas. Le he pedido en concreto estos dos, para no abusar: este homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, que era un más que estimable poeta, amén de muchas otras cosas, un defensor de la cultura popular, y un poema de amor. Y aquí están para los lectores y los amigos dos composiciones de un libro muy trabajado de Manuel. Palabras de Manuel.]
Recuerdo del poeta. El primer encuentro
A Manolo Vázquez Montalbán, que regresó a Bangkok
Fue en el Palace. No es fácil recordar
la ropa que llevabas. Sí tu estatura frágil,
tus ojos nunca azules, tu prestancia
poco convencional: bajo y sentimental,
amigo y memorioso, tenaz y periférico,
tierno y muy mala leche, también firme
cual la mirada amarga que en días vulnerables
nació en los autobuses que llevaban
de la ciudad burguesa a la desposeída.
Venías de la luz estrecha del Raval
al lector de poemas que fui siempre,
al joven que aguardaba,
en un Palace de espejos que reflejan distancias y carencias,
con ese temblor puro
que la proximidad del mito ablanda o desactiva.
Hoy me dicen que has muerto. Que en Bangkok
el viajero que huye fue inquilino
de todas las huidas y todos los espantos.
Con la noticia, como un baldón de fiebre y de memoria,
volvió el amigo que fue parte
de la ciudad sobrante y fronteriza.
El que escribió vengando la vida de los dioses
para trocarse en dios muy asequible.
El que no tuvo miedo aunque cruzara
su corazón el miedo del noi menesteroso
de la familia del sur y sin herencia.
Y regresó una noche de otoño en Barcelona:
la que aventó la niebla de antes de conocerte,
la que me dio tus claves, tus miedos, tus fantasmas.
Y entonces, durante aquellas horas
de whiskies imprudentes para tu corazón herido,
la sucia luz del barrio de tu infancia
se hizo mi propia luz y la noticia
de un padre desnortado y roto dibujó
mi orfandad de fieltro y de taberna,
la historia desolada de los padres
que vivieron muy poco, que jamás fueron jóvenes.
*
HOY TE MIRO y te sueño
de piel acariciable y medias negras,
de puta primeriza y sexo ineducado,
de habitación pequeña y colcha sin embozo,
de agridulce sonrisa y noche triste.
Tal vez porque el recuerdo pinte
a un mujer muy joven, esculpida
con la voz quebradiza junto a mesas ocultas
de perdidos cafés frente a innombrados parques
cercados por el ocre en la puerta de octubre,
te sueño de esa guisa y me estremezco
al oír tu pasado: la madera
del banco donde, a veces, nos hablaba
la soledad. La noticia del agua acariciando
puertos que te acogieron mientras leías
relatos de Cortázar o confusos informes
prescribiendo utopías y huelgas generales, la barraca
muriéndose en la tarde de un diciembre de hielo
mientras yo disparaba a inseguros muñecos
en un carrusel de invierno, justo al borde
de la ciudad que despertaba
de la más larga noche.
Pero hoy te miro. Los años
no te desdibujan ni te vencen.
Te han llenado de vida y de señales.
hablan de mí también, de nuestra historia
de perezas y dudas, de fiebres y de olvido,
de entregas algo fútiles
mas siempre generosas, casi ciegas
de juventud incandescente.
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