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Antón Castro

PÉREZ LASHERAS: DE LA TRADUCCIÓN

PÉREZ LASHERAS: DE LA TRADUCCIÓN

ANTONIO PÉREZ LASHERAS SOBRE LA TRADUCCIÓN

[Texto de Antonio Pérez Lasheras. Profesor y editor] 214.º. La traducción es un ejercicio de imposible resolución. Para mis amigos traductores: José María Micó, Abel Murcia, Chusé Raúl Usón, Ánchel Conte, Antonio Ansón, Jean-François Carcelen, Anne Cayuela, Michel Moner, Jean Vila, Georges Tyras, Daniel Gascón y, aunque hace ya tantos años que casi ha olvidado esta labor, Ignacio Martínez de Pisón.

«Traduttore, tradidore», reza el viejo adagio repetido una y otra vez. Se trata, quizás, de uno de los ejercicios más complicados en el uso de una lengua. Si, además, lo traducido es literatura el problema se complica, pero si, para colmo, es poesía, estamos ante un asunto de imposible resolución, como la cuadratura del círculo o saber cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler.
Si la poesía es uno de esos mensajes en los que no puede alterarse la cadena fónica porque se modifica su contenido (es decir, en los que forma y fondo son, esencialmente, una misma cosa; recordemos, una vez más, el «No la toquéis, que así es la rosa», de Juan Ramón), la traducción es, en sí misma, un imposible.
He observado los esfuerzos por ser absolutamente fiel de tantos traductores que me asombra su contumaz trabajo (que debería incluirse entre los afamados trabajos de hércules): tratar de acomodar el ritmo de Petrarca, de Sannazaro o de Ausias March a la sonoridad del castellano, intentar que todos los dobles sentidos de Wislawa Szymborska para que aparezcan en la versión castellana que se está realizando es, en sí mismo; una auténtica misiön imposible. La traducción aúna la escritura con la creación y supone un ejercicio de doble conciencia lingüística de complicada comprensión.

 

*Esta foto es de uno de mis fotógrafos favoritos: Edouard Boubat, con su hijo.

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