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Antón Castro

ADIÓS A MANOLO EL DEL BONANZA

ADIÓS A MANOLO EL DEL BONANZA

Ha muerto Manolo, ‘el tabernero galáctico’ del Bonanza*

 

Manuel García Maya, pintor y agitador cultural desde el otro lado de la barra, fallecía la noche del jueves a consecuencia de un infarto

 

 

ANTÓN CASTRO

Anoche, durante los rumores de fiesta que tanto le gustan, fallecía Manuel García Maya (Morata de Jalón, 1942), Manolo el del Bonanza, a consecuencia de un infarto. Uno de sus amigos, el pintor Eduardo Laborda, dice que “el Bonanza ha sido uno de los grandes cafés literarios y culturales de Zaragoza. Allí se cocían muchas cosas, se gestaban proyectos, se conversaba, se discutía. Manolo, con su especial personalidad, nos acogía a todos y exponía a muchos artistas”. Eduardo Laborda, que le dedicó un cortometraje en los años 80 al Bonanza, estaba conmovido. “Nanuk, la productora de Javier Estella y José Manuel Fandós, le dedicó en 2011 una película conmovedora y dramática: ‘Manuel García Maya. Desde el otro lado de la barra’. Había una escena donde la muerte llamaba al siguiente. Hoy me ha parecido que era algo premonitorio”.

Manolo llegó a Zaragoza en 1957 y trabajó en Casa Amadico, en El Tubo, luego en el Náutico y  posteriormente en el Fiesta. Fueron su escuela de aprendizaje. Entre 1965 y 1967 trabajó en Mallorca en servicios de hostelería para el turismo y se casó por entonces con María Pilar del Cacho, Marisa. Soñaba con un local propio y al fin en 1973 logró abrir, en la calle Refugio 4, el Bonanza, que iba a convertirse en un templo laico de artistas, escritores, navegantes de la noche y quizá de solitarios. Mariano Viejo ha recordado: “Un día mi amigo Alejandro Molina me dijo: bajo mi casa un loco ha abierto un bar. Hay que ir, y fuimos, y entonces todo comenzó. Comenzó la alegría, el sueño no soñado, la libertad. Qué canción tan bella, justo allí en un lugar oscuro pero con luz, la luz que en aquel tiempo era difícil de ver”.

Esa luz empezaba en la personalidad de Manuel García Maya. Manolo. Era un espíritu libre, excesivo, iconoclasta y apasionado, al que le interesaba la cultura. Javier Barreiro dice que “no era un intelectual sino un trabajador”. Cuidaba los sonidos del local –con Mompou, con Mahler, con Schöenberg, con Erik Satie, con Bach, con Wagner-, hablaba de arte, tres de sus artistas favoritos eran Jackson Pollock, De Kooning y Vincent Van Gogh, y hablaba constantemente de Nietzsche, de Bataille, de Cioran, de Schopenhauer, de Kafka o de Fernando Pessoa. Y de muchos otros: él se alimentaba de sus clientes y los clientes se alimentaban de su ironía, de su humor y de su capacidad para crear un espacio de rebeldías. Solía decir: “Los clientes te mejoran y te empeoran”.

Por allí pasaron distintas generaciones de artistas, a los citados Alejandro Molina y Mariano Viejo hay que sumar a Ángel Aransay, Joaquín Alcón y Ángel Maturén; luego llegarían Eduardo Laborda e Iris Lázaro, gentes del teatro como Luis Felipe Alegre, Dionisio Sánchez y los actores del Grifo y Paco Ortega, fotógrafos como Andrés Ferrer. La lista es realmente interminable: resulta muy difícil encontrar un lugar que aglutinase a tantos creadores, a tanta gente que soñaba con un país nuevo. La bandera de la República ondeaba entre pósters y fotos de mujeres exuberantes. Ángel Guinda se casó allí en segundas nupcias y tenía su tertulia de jóvenes poetas, capitaneada por Alfredo Saldaña y Manuel Forega (que editaría el libro ‘El Bonanza’ de Manuel Lampre, 1992. Más tarde, en nuevas hornadas, por allí aparecerían Pepe Cerdá y Juan Sotomayor, que expondrían en el bar. Las tertulias aún siguen al orden del día.

Uno de los estudiosos de Manolo, Manuel Pérez-Lizano, ha recordado que allí se hicieron alrededor de 500 exposiciones que él solía denominar “pintura entre amigos”. Por lo regular, Manolo solía reservar un mes al año para exhibir sus dibujos, sus collages, sus cuadros.

Jesús Lou, realizador de vídeo y asiduo del Bonanza, le dedicó el CD-Rom ‘Obra y zozobra. Manuel García Maya’ (2000). Dijo: “Manolo es el placer de tomarse unas copas con él, escucharle, reír sus chistes guarros y no tan guarros, leer sus cuadernos, ver sus cuadros, hablar de la muerte y también de la vida, recordar los gloriosos años 80”. Como artista empezó a exponer en 1985 en Filosofía y Letras, expuso en el Espejo, en la Fundación Maturén, y su muestra más completa fue en el Torreón Fortea en 2008. Se le preparó un completo catálogo en el que escriben por extenso Javier Barreiro y Manuel Pérez-Lizano y muchos de sus amigos le retratan y le evocan como lo que fue: “el tabernero galáctico”, como lo definió Andrés Ferrer. Ángel Guinda confesó: “Manolo nos cuidó tanto (y dejó que no nos descuidáramos) que aún sobrevivimos”.

 

*Este texto ha aparecido en Heraldo.es. En la foto de Andrés Ferrer, Manolo con Tico Tico.

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